Carlos Catania: Ya no se habla de igualdad ni de fraternidad

>»La novela tica nace acá y muere acá, no he visto un solo libro tico en librerías argentinas», confesó  el autor y dramaturgo Carlos

>»La novela tica nace acá y muere acá, no he visto un solo libro tico en librerías argentinas», confesó  el autor y dramaturgo Carlos Catania. (Foto José Eduardo Mora)<


El escritor se define como un idealista frustrado.

En esta segunda parte de la entrevista con Carlos Catania, el escritor, actor y  dramaturgo afirma que «no hay que confundir los efectos con las causas, que es lo que pasa en nuestra civilización. La gente confunde información con conocimiento».

El autor vino a dirigir la obra Sibelius, presentada durante el Festival Internacional de las Artes, recientemente concluido.

Usted tiene una gran pasión por la dramaturgia, pero ¿es la novela su género preferido?

– Siento que tengo más facilidad para la novela y el cuento. Siempre he dicho que no me considero buen dramaturgo. Esta obra, Sibelius, ha tenido un éxito bárbaro. Esto me hace pensar que no soy tan malo (risas).

Y bueno, la novela me tira más. Últimamente el ensayo. El ensayo sociológico y de antropología cultural. Estoy trabajando en un libro muy grande que se llama Testamento del niño. Ojalá la vida me permita terminarlo.

En sus obras, ¿en cuál se ha rastreado mejor?

– En Las Varonesas.  Y en otra que todavía no está publicada que se llama Príncipes nocturnos. Creo que es donde más me he rastreado y es algo que no termina nunca, solo con la muerte.

¿Podría hacer un adelanto de su última obra, Testamento del niño?

-El Testamento del niño es un gran cuestionamiento. Le llamo así porque se hacen preguntas sencillas. Me pregunto por qué me traen a un mundo que ya está hecho y yo no puedo hacer nada para cambiarlo . ¿Dónde está mi libertad de elección? A partir de esta simple pregunta voy tratando de explayarme en los hitos que han producido lo que el hombre es y lo que la civilización está padeciendo.

Como buen idealista y amigo del arte que soy,  ahí expongo que una de las grandes fuentes de salvación del hombre es el acercamiento al pensamiento, al conocimiento. Una vida no examinada, decía Platón, no merece vivirse.

En una misma cuadra con gente de una misma condición social si vas casa por casa y preguntás, señora, señor, ¿qué es la libertad para usted?,  no vas a encontrar ninguna respuesta, ya no saben.

Ya no se habla de igualdad ni de fraternidad, los grandes ideales de la revolución francesa. Se habla de negocios, porque tengo que vivir y dónde puedo encontrar un trabajo más redituable.

¿Se ha perdido la solidaridad?

-Oh, por Dios, por supuesto.

¿Cree que el hombre puede replantarse qué está haciendo en la tierra y el por qué de su comportamiento?

– No le podría contestar esa pregunta porque sería un profeta, pero mucho me temo que para que eso ocurra, tendremos que llegar a algo muy desagradable. Hay fondos casi sin salida, pero cuando llegás ahí queda la posibilidad de que te podés impulsar para arriba; cuando estás descendiendo en la escala humana es muy difícil defenderse para salir. Una vez que estás en el fondo la desesperación puede ser positiva para recuperar los valores perdidos. También hay que preguntarse si a lo mejor los valores que decimos que hemos perdido no han servido. ¿Por qué se fueron? ¿Eran débiles? El hombre debe salir de la simple opinión, esta no sirve para nada, todos opinamos. Ya lo decía Platón, una cosa es la doxa y otra la episteme, el conocimiento. El conocimiento es algo que se va en busca de… Por eso cuando alguien dice «mi filosofía de la vida», no tiene interés, eso no tiene nada que ver con la filosofía.

Los seres más sabios que he conocido son gente modesta, campesinos que están en cordialidad con el universo. Eso es sabiduría. En cambio la generalidad de la gente parece que está en colisión con el universo. Por eso la novela no refleja la realidad. La novela es un acto antagónico de la realidad, choca con la realidad para que de esa chispa salga una luz esclarecedora.

Es la maravillosa posibilidad de la palabra.

-Yo creo en la palabra y en su fuerza.

¿Cómo mira la novela latinoamericana actual?

– Bien. Aunque hay cantidad de chapuceros. Se da el caso de que llevan una novela a ciertas editoriales y le dicen al autor, «sáquele tres capítulos, mate a la protagonista, así se vende más el libro». Y eso se da en todos los países. En Estados Unidos ni hablar. Están los famosos «bestsellers» que duran una semana y al otro día nadie se acuerda de ellos.

Creo que hay algunos jóvenes excelentes y otros que manifiestan una increíble ignorancia, pareciera que lo único que les interesa es ser publicados y lo profundo se queda en otro lado. En la Argentina hay grandes escritores jóvenes. Acá hay escritores interesantísimos, de dos en especial me gusta mucho su obra, Carlos Cortés y Rodrigo Soto.

También editoriales interesantes,  pero muy reducidas en cuanto a proyección. La novela tica nace acá y muere acá. Yo no he visto un solo libro tico en librerías argentinas. Cuando me dan una novela y yo escribo un artículo, debajo de la foto del libro explico que es un libro costarricense, que no lo confundan con Puerto Rico.

Aquí sí falta mercadeo en el buen sentido.

En relación con Sibelius, la obra que presentó en el Festival Internacional de las Artes, ¿existe la posibilidad de que para el próximo año hagan una temporada en Costa Rica, dado el éxito de la obra?

-Sí, así  es. Me decía Daniel Gallegos que esta obra tenía que verla toda Costa Rica; sin embargo, no es tan fácil, aunque existe la opción de una temporada el próximo año.

Me llamó la atención en la obra que el personaje de Ulises guarda una extraordinaria similitud con Vasco Moscoso de Aragón, el protagonista de Capitán de Altura, de Jorge Amado. ¿Conocía esa novela antes de escribir Sibelius?

-No, no la conozco, pero los pensamientos paralelos siempre se han dado en la literatura. Se dio en el siglo pasado cuando Balzac y Maupassant estaban escribiendo obras muy similares.

¿Cuál es la función del parecer en Ulises, por qué es un elemento que lo determina?

-Lo que pasa es que Ulises tiene una promesa hecha a su madre de ayudar al pobrecito, tartamudo, tímido, aunque al fin y al cabo Sebastián ha sido más fuerte que él; el día de la muerte de la madre quien sufrió las consecuencias fue Ulises.

En Ulises hay tanto amor como odio. Él inventa ese mundo de marino exitoso para ayudar a Sebastián, pero lo hace no solo para ayudarlo, porque él sueña con ese mundo.

En la obra están presentes temas trascendentales como la soledad, la ausencia, la muerte y la nostalgia.

¿Qué lugar ocupa la nostalgia en su creación poética?

-Un gran lugar. Por eso Albert Camus decía que el pensamiento de un escritor es sobre todo nostalgia. Ahí no explico cuál es la nostalgia de Camus. Es la nostalgia de un absoluto. La nostalgia se provoca en el ser humano porque no somos parte del universo. Lo distinto de lo absoluto es lo relativo y cuando salimos de lo absoluto, siempre hay una nostalgia.

Esta última ocupa un gran lugar en mi creación, pero no es llorar sobre el pasado. El pasado, pasó. Uno, como digo en la obra, siempre se guardan cosas en el cajón para sacarlas y a veces eso ayuda. Son ecos del pasado.

¿Prefiere el ser humano crearse sus propias realidades en ese juego del parecer que constantemente conforma su existencia?

-A veces sí y a veces no. A veces se confunde la realidad. En la obra digo: «El que dijo que la única verdad es la realidad, nunca se aventuró a los dominios del mar ni conoció a Coralina». Esa es una frase de Perón y es errada porque está hablando de la realidad concreta y hay otras realidades. La realidad de un cáncer no es el color amarillo de la cara, sino que hay que profundizar por qué está en el páncreas. No hay que confundir los efectos con las causas, que es lo que pasa en nuestra civilización. La gente confunde información con conocimiento. Hay muchas realidades. Una de las más grandes es lo esencial y lo esencial no se ve.

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