León Gieco:

“El destino de las canciones se los da la gente”

En las vísperas del espectáculo que presentará en Costa Rica con Víctor Heredia y Piero, León Gieco, el autor de temas legendarios como

En las vísperas del espectáculo que presentará en Costa Rica con Víctor Heredia y Piero, León Gieco, el autor de temas legendarios como Hombres de hierro y Cinco siglos igual, conversó con UNIVERSIDAD sobre el homenaje que realizarán a su amiga Mercedes Sosa; sobre los destinos de las canciones, el aporte del arte en tiempos violentos y el valor de la inexperiencia. A continuación, un extracto de lo que conversamos.

Quisiéramos que nos contara qué espectáculo presentarán en Costa Rica. Tres cantantes como usted, Víctor Heredia y Piero son como tener a la Liga de la Justicia de la canción sobre el escenario, ¿no?

–Estamos haciendo una gira coordinada con la Fundación Mercedes Sosa. Nosotros pedimos autorización al hijo de Mercedes y él nos dijo: “Bueno, la mami (cómo le decía él) estaría muy feliz de estar de gira con ustedes”, porque nosotros pertenecemos al grupo íntimo de Mercedes.

Cuando había un cumpleaños, una fiesta en la casa o llegaba algún artista muy importante, qué sé yo, Serrat, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Chico Buarque, siempre nos reuníamos en casa de Mercedes, una casa grande y en la que éramos habitués todos los músicos, y siempre estábamos nosotros tres junto con otros más cantando canciones.

Cuando sale esta propuesta, pensamos en lo que significa Mercedes Sosa para Latinoamérica. Usted sabe que tocar homenajeando a Mercedes es homenajear a la justicia, homenajear la memoria, la vida y las cosas hermosas y las falencias que tiene Latinoamérica, porque si al menos nosotros nos imagináramos una cara y una voz para Latinoamérica no hay ninguna duda que una de ellas es Mercedes Sosa.

¿Se siente influenciado por el trabajo de ella?

–Era un trabajo mutuo. Nosotros estábamos influenciados por su trabajo porque Mercedes era como nuestra Mick Jagger, era nuestra Paul McCartney. Ella llenaba todos los estadios y teatros habidos y por haber en todo el mundo, desde Alemania hasta Japón; el Lincoln Center de New York, o un teatro en capital federal en Argentina. Esa es la influencia que nosotros tenemos de ella.

Yo creo que desde la época de Gardel, más o menos, no tenemos un artista realmente tan popular en el mundo. Por supuesto, existieron otros artistas conocidos de Argentina en el mundo, como Piazzolla, Atahualpa Yupanqui y Gustavo Cerati con Soda Stereo en Latinoamérica.

En relación con ese ideario que compartían, ¿siente que estas ideas de paz, justicia social, verdad y cambio son compartidas por los jóvenes de ahora?

–Bueno, depende de los jóvenes, pero siempre fue igual. Por ejemplo, el otro día tocamos en una universidad en Medellín y eran todos chicos de 20 a 25 años y sabían corear todas las canciones, por eso depende del tipo de juventud. Generalmente, las juventudes que conocen nuestras canciones son chicos que las han escuchado en los colegios. En Argentina, nuestras canciones son permanentemente enseñadas en los colegios, sin que hay algo que exija eso, es una decisión de los directores o de los maestros argentinos.

En mi caso personal, tengo un trabajo realizado que se llama “De Ushuaia a La Quiaca”. Es un relevamiento de la música folclórica Argentina producido por Gustavo Santaolalla –uno de los grandes músicos argentinos– y guiado por la recopiladora argentina más importante que tuvimos, que se llamó Leda Valladares, amiga de Violeta Parra, que era una artista que se valía de su arte, de sus canciones, de sus cuadros y de sus telares, pero era una persona que estaba muy preocupada por esa música campesina que si no pasaba ella con un grabador, no se iban a conocer jamás.

Te digo, depende de qué juventud. Si es una juventud más intelectual, una juventud que tiene acceso al estudio, que tiene acceso a las universidades, por supuesto que saben cuáles son nuestras canciones.

En ese sentido, las influencias que han marcado las redes sociales, Internet, la era de la tecnología ¿cómo las siente usted?

–Las siento como un plan bastante revolucionario, lo más revolucionario que salió últimamente. Las guerras ya son viejas, los asesinatos que cometió Estados Unidos en Irak y todo eso es una cosa que ya está vieja, lo que pasó en la Primera Guerra Mundial o en la Segunda Guerra Mundial, las cosas que hacen grupos subversivos en Francia son cosas ya conocidas.

Creo que lo último revolucionario, lo último que revolucionó al planeta fue Internet y eso trae sus cosas, como buena revolución tiene sus cosas positivas y sus cosas negativas.

¿Y desde el punto de vista musical?

–Desde el punto de vista musical es impresionante que Internet sea la memoria del mundo. Si quiero conocer y estudiar sobre música afgana o de la música que hacen en Siberia, o sobre la música que hacen los habitantes que se llaman Aïnous, que están en Japón, me fijo en Internet, lo busco y lo encuentro, lo estudio o lo escucho.

En ese aspecto es una cosa realmente maravillosa. Si hay alguna cosa positiva de Internet es que existe ahora un aparato que del vos podés bajar la memoria del mundo, eso es tremendamente positivo.

También es positivo para los grupos nuevos, que no tienen una compañía grabadora porque no están discutiendo qué formato será la otra venta de la música, en este momento hay un montón de artistas que se conectan por Internet, que graban sus discos en sus casas y se hacen su promoción por Internet.

Y hay cosas negativas, como que la gente baja la música gratuitamente y los que componemos (compositores y autores) no recibimos a cambio ningún derecho de autor como teníamos antes cuando se vendían los CD o los casetes.

Hay un antiguo tema suyo que se llama “Hombres de Hierro”, parece escrito ayer mismo por los atentados en París, Palestina y otras partes del mundo. ¿Qué aporta el arte en momentos como los se viven en Medio Oriente y a Europa?

–El arte en general, si está hecho por gente que está comprometida socialmente o que ve la realidad de lo que estamos viviendo, aporta muchísimo. Un cuadro aporta mucho, una escultura aporta mucho, una película aporta mucho, un video aporta mucho y una canción aporta mucho y creo que muchísimo en el arte popular, porque está promocionada por la televisión, por la radio, por el Internet. Además, es una cosa que queda en el tiempo porque la escucha y la puede entender hasta una persona que es analfabeta.

Yo compongo simplemente canciones. “Hombres de Hierro”, que mencionás vos y que fue la primera canción que compuse en mi vida, hace de esto ya 45 años, si vos me decís que todavía está vigente, yo no lo sabía en ese momento, yo no sabía mientras estaba componiendo mi primera canción que alguna vez iba a hablar con una persona de Costa Rica que me iba a decir: “Mirá la canción que compusiste hace 45 años todavía está vigente”.

O haber compuesto “Sólo le pido a Dios”, que es una canción traducida exactamente a todos los idiomas y que está publicada en todos los libros que enseñan español o que la ha cantado gente como Serrat, Ana Belén, Víctor Manuel, la he cantado con Bono de U2; ha hecho una versión Bruce Springsteen, la ha cantado Pete Seeger, la he cantado con Joan Baez… Uno cuando compone una canción no sabe qué destino va a tener esa canción, el destino de las canciones se los da la gente. Sólo el video se convirtió en himno entonces te dicen “¡Uy!, tu canción se convirtió en himno”. Bueno, yo no hice un himno, hice una canción. La gente lo convirtió en himno.

“Sólo le pido a Dios” se convirtió en un himno, como usted mismo lo dice, para la generación de Malvinas. ¿Cómo vivió usted eso?

–La canción fue compuesta en 1978, cuando Estados Unidos e Inglaterra provocaron un problema limítrofe entre la dictadura militar argentina y la dictadura militar chilena, porque esos no eran gobiernos, eran dictaduras. Un gobierno es cuando un grupo de gente dirige un pueblo, elegido por la propia gente.

Entonces, cuando en un momento Estados Unidos e Inglaterra inventaron un problema limítrofe entre Argentina y Chile, ambas dictaduras casi entran en guerra en el año 1978. Ahí, gracias a Dios, no se hizo ninguna guerra porque intervino el Vaticano.

Como vieron que no podían separar las dos dictaduras trataron de unirlas para que ellos mataran a miles y miles de personas que pensaban diferente, que son los desaparecidos que estamos buscando en este momento tanto en Argentina como en Chile.

Por esta canción fui encarcelado, fui prohibido en la televisión y la radio y fui echado de mi país, hasta el año 1982, cuando los militares perdieron la guerra de las Malvinas, y –como la dictadura militar necesitó una canción por la paz– usaron “Solo le pido a Dios”, la pusieron como de interés nacional, la obligaban a pasar por la radio. Fíjese cuáles son los destinos de las canciones.

Pero bueno, por supuesto que me quedo con las cosas positivas. Por ejemplo, los chicos de 18 años, soldados, chicos pequeños, unos jóvenes que estaban en Malvinas haciendo la guerra, ellos cantaban “Sólo le pido a Dios”. A mí no me interesa que la dictadura militar la haya decretado de interés nacional al pasarla por la radio. Ellos son mis enemigos. Esa gente que asesina son mis enemigos.

El origen del nombre “León” en su vida artística, ¿cómo surge?

–Ese fue un nombre que me llegó a los once años. Yo cantaba en un grupo de música folclórica, era solista y a la vez tenía un grupo de rock; interpretábamos a los Rolling Stones, a los Beatles y demás grupos.

Una vez conecté muy mal unos equipos y se quemaron casi todos, entonces, creo que fue el bajista, me dijo “sos el rey de las bestias, sos el rey de los animales. Sos el león”. Cuando yo escuché la palabra león, no era un animal despectivo, era como el rey de las bestias, el rey de los animales. Al día siguiente, cuando volvimos al pueblo era como “ahí viene el león, ahí viene el león”, como una cosa graciosa. Y la verdad es que no era tan graciosa.

Claro, no es un animal despectivo el león, era un animal ganador. Y, bueno, quedó “ahí viene el león” y mi mamá me empezó a llamar León a los 20 días que me pusieron el apodo. Así que soy mucho más León Giego que Raúl Gieco.

Hablando de la música en la escena argentina actual, ¿cómo la ve usted? Argentina fue fundamental en el establecimiento del rock y del folk en español. ¿Cómo ha evolucionado eso?

–Sigue siendo así. Sigue siendo un país que engendra permanentemente y donde fluye una cantidad increíble de grupos de rock, de folclore y de tango. Argentina es un país muy musical y muy diverso, porque cuenta con 22 provincias de las cuales cada una cuenta con sus folclores determinados respecto a sus zonas.

De tango, por ejemplo, se calcula que en este momento hay alrededor de 3.000 grupos de tango girando por el mundo. Los grupos de tango pueden ser dúos, cuartetos o grupos más grandes con baile inclusive, pero se calculan alrededor de 3.000 grupos de tango, de los cuales si uno hace un cálculo de un promedio de cuatro personas son alrededor de 12.000 personas que están haciendo tango por el mundo.

Respecto al rock, sí ha sido un país muy importante en el rock, porque justamente fue uno de los países que tiene el movimiento de rock más antiguo de América. Todo parte más o menos del año 1962 o 1963, que es la época del éxito de Los Beatles y ahí en Argentina había un movimiento de rock que, por supuesto, no estaba permitido y estaba censurado por los censores de siempre.

Se reunían en un grupo que se llamaba La Cueva. Uno de los dueños era Sandro, imitaba a Elvis Presley y tenía un grupo que se llamaba Sandro y los del fuego. Ellos tenían un sótano que se llamaba La Cueva, bueno era como una cueva, y la policía estaba todos los días llevándose chicos presos porque hacían rock. Pero les ganamos al final y les demostramos que somos artistas de rock y por eso Argentina ha dado tantos artistas de rock tan interesantes y tan diversos en todo América.

En su carrera siempre ha innovando: metió bandoneones en sus temas cuando nadie del rock lo hacía, elementos del folclore, y salió a recorrer Argentina con Santaolalla. También hizo versiones metaleras con Animal. Partiendo de todo eso, ¿qué está haciendo ahora?

–Ahora voy a sorprender este año que viene, porque voy a grabar un disco estrictamente folclórico con un grupo que se llama Las guitarras del amor, que son como los guitarristas de Zitarrosa, más o menos.

Voy a hacer un disco con tres guitarristas, recordando a varios artistas folclóricos de la Argentina. El mismo año también voy a hacer un disco con un grupo punk que son unos chicos que tienen una edad de mis nietas. O sea, yo tengo 65 años y ellos deben tener 20.

Nos pusimos de acuerdo musicalmente con un grupo de Argentina que se llama Infierno 18 y con ellos vamos a grabar un disco y espero que salga una cosa así más o menos como una mezcla de Tom Waits, Rolling Stones, Jack White y Beck, qué se yo. No tengo idea de lo que va a salir, pero algo raro va a salir y va a ser interesante, porque a mí me encanta comunicarme siempre con la juventud, porque la juventud tiene otras fuentes completamente diferentes a las que tenemos nosotros y tiene una cosa fundamental –que nosotros ya la perdimos– que se llama inexperiencia. La inexperiencia es tremendamente creativa. Me encanta la inexperiencia y estos chicos son tremendamente inexpertos, saltan permanentemente en el escenario y se nota la diferencia de edad y eso está bueno.

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