Escultor Mario Parra: “No podemos perder el hilo conductor de nuestra procedencia”

Como un “monumento narrativo épico” define el escultor Mario Parra el mural de 65 metros de largo y cuatro de alto que construyó en

Artista enfatiza la necesidad de que la sociedad se sienta orgullosa de sus tradiciones. 

Como un “monumento narrativo épico” define el escultor Mario Parra el mural de 65 metros de largo y cuatro de alto que construyó en la Plaza de Deportes de San Antonio de Escazú.

El Monumento al Boyero fue inaugurado el pasado 5 de marzo y ocupa el costado sur de la Plaza. Parra detalló a UNIVERSIDAD que se trata de la primera etapa de un ambicioso proyecto que abarcará la totalidad del sitio.

En el marco de la ExpoUCR 09, UNIVERSIDAD conversó con este artista y profesor de la Escuela de Artes Plásticas sobre su visión de la función del arte como reivindicación de la identidad cultural. 

¿Qué lo ha llevado a buscar el camino estético para rescatar la tradición de los boyeros?

– Por más de seis años negocié con Marcos Segura, alcalde de Escazú, hacer una obra referida a la bruja como un fenómeno de la zona.  En eso apareció la iniciativa de los boyeros, había que ayudarles y me solicitaron hacer una propuesta. Así, se partió de varias ideas, pensaron en hacer un par de cuernos, una carretota enorme o bien, mi propuesta de un estudio completo épico, de costumbres y tradiciones del proceso de nuestra historia campesina: las columnas de boyeros. Desarrollé esa idea poco a poco y presenté la propuesta de una columna de carretas, cómo era que se trasladaba la cultura y cómo se desarrolló este país.

La historia de los boyeros nace a partir de la carreta, ese trabajo conjunto entre hombre y animal. Este medio sirvió para sacar el café y el banano, se utilizó de transporte hasta para cargar a los mismos muertos y se dice que 50 yuntas hicieron la primera carreta para la construcción del ferrocarril..

La carreta es el vehículo de nuestro pasado, se adaptó a nuestro clima, a la montaña, la llanura, la arena y los ríos.
Para poder hablar de los boyeros, hay que referirse a la historia de las tradiciones y al entorno en el que desarrollaron este fenómeno. Realizaron todo un trabajo en equipo, el grupo de boyeros, de animales y vegetales implicados en la vida de los campesinos junto a la tradición arquitectónica de materiales en las casas e iglesias, las paredes de adobe.
 
 Traté de incluir todos esos elementos para que la gente cuando lo lea visualmente descubra la cantidad de aspectos que formaron parte de esa realidad. Hasta se incluyeron detalles como los mismos insectos, escorpiones y sapos.
Es un poema narrativo hecho gráfico y desde ese punto de vista, una persona que puede no leer ni escribir, puede venir de cualquier parte del mundo que igual va a entender lo que ve, por lo tanto es un lenguaje universal.

No es cierto que haya que escribir para que el trabajo sea importante, le critico a la Universidad esa miopía con que mira la cultura.

¿Está pendiente un esfuerzo nacional para rescatar esa cultura de los boyeros?

– Nunca se les ha tomado en cuenta. Estos temas han sido tratados artísticamente pero sin la presencia humana, pues muchos artistas le tienen miedo a la figura para no meterse en problemas de proporciones, entonces en el arte plástico las casas y portones aparecen medio solos.

 Es en materia narrativa, como los trabajos de Aquileo Echeverría, Carlos Salazar Herrera o Néstor Zeledón, donde se desarrollaron los temas de la vida campesina en el campo, la pulpería y la cantina.

En esta oportunidad se dio la condición para que en un solo proyecto se desarrollara todo el proceso secuencial. Es la propuesta que hice para que la gente lo descubra y se sienta orgullosa de su tradición, y que a la vez sirva para enseñar a los más pequeños de dónde vienen y hacia dónde vamos en este momento.

¿Hay entonces un nexo importante entre el trabajo artístico y la memoria histórica?

– El artista que no estudia ni investiga, que se quiera mantener ignorante, está mal. Hay que estar fundamentado para conceptualizar  y estar pendiente de qué se puede hacer y qué no. La historia no se puede inventar, los artistas representamos lo que ocurre en nuestro medio.
 

¿En qué consisten los siguientes pasos del desarrollo del proyecto?

– He planteado para las siguientes dos etapas representaciones de la carreta cureña, el trapiche, el labrador y la niña sembradora en la pared izquierda. Para la opuesta propongo representar un aspecto importante de nuestras costumbres, una cimarrona, junto a una carreta vacía y otra con café, el boyero y su familia.

Además, se construirá una tapia que rodeará la Plaza de Deportes, tendrá bancas para esperar el bus, tejas, orquídeas y veraneras y terminará en una batea con un par de bueyes tomando agua.

En el proyecto debe mantenerse una unidad de criterio y será en concreto, porque en piedra saldría muy caro y en bronce mucho más.  En este momento en que estamos en la lucha de los metales a nivel mundial.

El material que tenemos es la tierra, de la arena sale el concreto. Además garantiza la existencia por 150 mil años.
La idea es que todo se haga en uno o dos años más, se determinará en un cabildo abierto en la comunidad. Quiero que sea la plaza de la cultura campesina.

¿Hasta qué punto esa cultura campesina se ha perdido?

– Se ha perdido porque nos obligan a caminar al ritmo de culturas foráneas, porque nos enseñaron a avergonzarnos de nuestras costumbres y tradiciones, si hay algo que avergüenza al tico es ser de pie en el suelo, tener una casa de adobe porque eso llegó a significar pobreza.

Nos volvimos una sociedad bastante acomplejada y eso es el peor de los daños que nos han hecho. Alguna gente me comenta que la obra será destruida, el monumento de concreto no lo van a destruir, el monumento que está siendo destruido es la identidad de la gente, que se pierde por imitar otras sociedades. 

¿El país debería empeñarse más en desarrollar iniciativas como la que ha llevado a cabo en Escazú?

– Lo ideal sería que todos los pueblos siguieran el ejemplo de Marcos Segura, la Municipalidad y el grupo de gente visionaria en la comunidad de Escazú que se han arriesgado a hacer esto.

“Deja que el pueblo sepa la verdad y ese pueblo será salvado”, decía Abraham Lincoln. Tenemos que saber de dónde venimos, no podemos perder el hilo conductor de nuestra procedencia.

Si usted ve el arroz y los frijoles, pregunto, ¿cuál crisis? Los campesinos nos enseñaron a trabajar, tenemos los productos, las maderas, los ríos, los animales. Se nos ha obligado a vivir con los intereses económicos de otras culturas, pero si volviéramos a ver encontraríamos que aún quedan regiones donde hay boyeros y campesinos trabajando la tierra.

Ahora se pretende que ya ni sembremos, hoy importamos cebolla y papa, se quiere que la gente deje de pescar en el Golfo de Nicoya y se dediquen a ser guachimanes y empleadas domésticas. Sucede que alguien se quiere quedar con la región para hacer sus negocios de privilegio.

A partir de esta filosofía de trabajo que ha desarrollado en Escazú, ¿qué otras posibilidades de trabajo ha observado en otros sitios?

– Hay varios intentos que se han hecho de forma aislada, además han sido hechos más desde la perspectiva de la decoración o en función de souvenir, lo cual más bien ha subestimado la importancia que tiene en sí la cuna humilde del campesino y del boyero.

¿Siente que dentro de la línea propositiva suya de re-mostrar las tradiciones hace falta un impulso institucional?

– Después de casa, alimentación, carro y un largo etcétera, la gente hace la inversión en un objeto de arte. A los artistas no nos queda más que hacer el acto de magia de convencer a la gente de que no puede comer bien en la mesa si no tiene una linda pintura.

¿De qué nos sirve jugar de cultos si no tenemos una buena escultura, arquitectura, una buena forma de expresarnos? 
Lo que intento es de expresar ideas en sencillo y simple para que todo el mundo tenga acceso a la información.

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