Ninguna de las naciones latinoamericanas alcanzó su soberanía definitiva cuando se independizó, afirma el historiador cubano Rolando Rensoli.
Entre el 2009 y el 2010, México, Chile, Ecuador, Venezuela, Colombia, Argentina y Paraguay han conmemorado el bicentenario de su independencia de España y ello ha dado lugar a una serie de foros, encuentros y reflexiones en torno a lo que hoy es América Latina o “Nuestra América”, como habría dicho José Martí.
Entre el 18 y el 24 de octubre, el vicepresidente del Instituto de Historia de Cuba, Rolando Rensoli, visitó Costa Rica invitado por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica, la cual contó con la colaboración del profesor Gerardo Contreras, miembro de la Cátedra del Bicentenario.
Por su amplio conocimiento de esta América Latina que todavía escucha los pasos de Simón Bolívar y de José de San Martín rumbo a la libertad, Universidad lo entrevistó en torno a las celebraciones oficiales y a lo que debe llevarnos esta coyuntura 200 años después de que en dichas repúblicas se gritara y conquistara con sangre y muerte la independencia de esa España que, según Rensoli, todavía nos mira con desprecio y superioridad.
¿Qué análisis hace de la celebración del bicentenario en varios países de Latinoamérica?
-Lo primero que considero es que el bicentenario no es motivo de celebración para todos; para algunos es solo una conmemoración. Los pueblos originarios marginados, los afrodescendientes y mestizos excluidos en no pocas partes de este continente no tienen mucho que celebrar; tampoco las capas, sectores y clases humildes de la sociedad para las cuales la colonia siguió existiendo en las repúblicas.
Por otro lado, este acontecimiento no creo que tenga solo una dimensión latinoamericana. Otros escenarios también están inmersos en el proceso que analizamos, como los Estados Unidos de Norteamérica, que trataron de aprovechar a su favor las luchas independentistas de nuestra América. Dos ejemplos de esto son la anexión forzada de Las Floridas, entre 1810 y 1819, a expensas de España e Hispanoamérica o su fatídica intromisión en el Congreso Bolivariano de Panamá, que coadyuvó a cercenar los propósitos de confederación de las nacientes repúblicas.
Europa está de lleno en este proceso: Francia, España y Portugal como las potencias coloniales derrotadas, e Inglaterra como la potencia emergente que ayudó financieramente a los patriotas criollos y después volcó sus capitales para invertir en las excolonias.
África y Asia están indirectamente convocadas a esta conmemoración. No puede olvidársenos que millones de seres humanos del continente africano fueron arrastrados en migración forzosa como esclavos a estas tierras y ellos y sus descendientes participaron en las contiendas, al igual que los esclavos asiáticos, que fueron mucho menos pero existieron.
La celebración debería incluir a otros países.
– Francia también es una nación latina y por tanto también sus colonias y excolonias, como Haití, son latinoamericanas; además de que en el concepto más amplio y reciente de América Latina y el Caribe, Haití es latinoamericana y caribeña.
Para mí queda claro que a las oligarquías y a las antiguas potencias coloniales no les hace ninguna gracia incluir a Haití. Ello significa aceptar que los negros de esa isla derrotaron al mejor de los generales bonapartistas, Leclerc, y su legión de 60.000 hombres. De las derrotas napoleónicas en Europa se habla, de Waterloo, de la batalla de los pueblos, de Moscú, pero de su derrota en el Caribe a manos de negros y mulatos casi descalzos, desarmados y desnudos -pero con un odio temible al oprobioso régimen esclavista-, no se dice mucho.
A los pueblos originarios de este continente se les obvia en esta conmemoración. Nosotros preferimos hablar de un proceso extendido durante cuatro décadas, de 1790 a 1830, que concluye con la muerte del Libertador Simón Bolívar y no como una serie de hechos acaecidos entre 1809 y 1826, como se quiere patentizar; y hay que recordar no solo a los próceres, sino también a las fuerzas motrices de ese proceso, que fueron las amplias masas de campesinos, esclavos, comuneros.
Se hermanaron los indígenas con los criollos blancos, negros y mestizos de todo tipo: cholos, sambos y mulatos. Esa es la Latinoamérica que nació en esos años. Aquellos años no fueron de fraccionamiento ni de regionalismos; esos males feudales de caudillismos y caciquismos vinieron tras la independencia.
La balcanización vino después, gracias a la falta de un mercado interno que las uniera económicamente, al caudillismo feudal y a las intrigas de Inglaterra y los Estados Unidos.
Una cosa son las conmemoraciones oficiales, muy festivas y engalanadas y otras, las reflexiones que debemos hacer desde las Ciencias Sociales. Podemos tener puntos de coincidencia, pero lo importante es repensarnos como pueblos y analizar aquel proceso a la distancia de doscientos años. ¿Nos trajo, la independencia, la justicia social, el progreso, la modernidad, la igualdad, la libertad?
¿Nos han acercado estos festejos a España y qué beneficios podría traernos este acercamiento?
-España es una de nuestras patrias madres, después de las grandes culturas originarias de este continente muy presentes hoy en su legado y sus descendientes. África, con su conglomerado étnico, es otra de las patrias madres de Latinoamérica por el aporte a su cultura. De España tenemos en lo fundamental la lengua y tras ella, muchos elementos culturales. Además, las migraciones de la península Ibérica posteriores a la independencia, continuaron afirmando la hispanidad en América, en un mestizaje continuo con las culturas originarias y el aporte africano y asiático.
No podemos sentirnos lejos de España, pero ya somos lo suficientemente soberanos desde hace doscientos años como para permitirle a ella que nos siga mirando como colonias y nos trate como a seres inferiores.
¿Han alcanzado, verdaderamente, la independencia los países que conmemoran el bicentenario?
-Nosotros hablamos del bicentenario de la primera independencia como paso previo para la segunda y definitiva independencia. Consideramos que ninguna de las naciones latinoamericanas alcanzó su soberanía definitiva con aquel proceso. Solo se logró la independencia política en el plano formal, no la independencia económica.
¿El pensamiento martiano esbozado en “Nuestra América” ha contribuido a que tengamos una concepción y un orgullo por lo que somos como subregión?
-No somos subregión, somos una región. Hay dos Américas y aunque la frontera geográfica de la América del Norte con la de América del Sur no coincida con la diferenciación económica y cultural, hay dos mundos distintos, dos maneras de asumir la vida. Miranda, con su proyecto del Incanato de Colombeya, fue el primero en asumir una patria grande desde Vancouver hasta Tierra del Fuego, diferente a la América Anglosajona. Con la expansión de los Estados Unidos hacia el oeste de los Apalaches y hacia el sur, esa frontera se fue trasladando, con las anexiones sucesivas de territorios que fueron nuestros: Las Floridas, La Louisiana, Oregón, los estados mexicanos de Tejas, Alta California, Nuevo México y Arizona, y la fijó en el río Bravo o Grande del Norte.
Bolívar releyó el proyecto y trató de estructurar la Confederación de Colombia y para eso convocó a las nacientes repúblicas a Panamá y se dio cuenta de las ambiciones norteñas y predeciría que los Estados Unidos estaban destinados por la providencia a plagar la América de miseria en nombre de la libertad. Martí, ciertamente fue quien mejor nos conceptualizó como región en “Nuestra América” y en su última carta, inconclusa y fechada el 18 de mayo de 1895, expresaba su objetivo de “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza, más sobre nuestras tierras de América”.
Isla de la libertad
El vicepresidente del Instituto de Historia de Cuba, Rolando Rensoli, tras hacer un balance de la revolución cubana en sus ámbitos políticos, culturales y económicos, sostiene que su país es hoy la isla de la libertad.
Para Rensoli, con la revolución, Cuba “en primer lugar logró lo que no se pudo en 1898 ni en 1902: la real independencia. Hizo la reforma agraria que se esbozó en la Constitución de 1940, pero había quedado en letra muerta; alcanzó la unidad de los cubanos que nos hizo falta en 1868, 1878, 1898, 1933 y 1952; cumplió simbólicamente el legado martiano de que la ley primera de la república fuera el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre, y de que ser culto era la única manera de ser libre. Cumplió el programa mínimo del Moncada y de paraíso del Caribe; Cuba pasó a ser la Isla de la libertad”.
En su criterio, “una sociedad tiene el derecho de tener defectos e imperfecciones, sería muy aburrida si no los tuviera; pero un hijo habla bien siempre de su madre y la quiere aunque sea ramera, lo mismo que una madre o un padre le perdonan al hijo que sea delincuente. El pueblo cubano y el movimiento revolucionario latinoamericano y del Tercer Mundo le perdonan a Cuba sus defectos, porque el primero la reconoce su hija y el otro su madre”.