Musas surgió como un homenaje a Juan Manuel “El Indio” Sánchez. A su línea pura que tanto he admirado a través de mi vida artística. Él utilizaba la línea sin sombras y eso me gustaba mucho.
Y hace un año vi a Gioconda Belli, que es sobre todo un gran ser humano, y recordé que quería hacer una serie sobre mujeres poetas. Esa idea era de hace mucho. Quería que, además del rostro, sus manos y su pelo fueran expresivos; que comunicaran ellos también.
Tengo el gusto de conocer a poetas como Macarena Barahona, Arabela Salaverri, Mía Gallegos, Diana Ávila, pero al final decidí que mis pinturas fueran mujeres sin nombre.
Había hecho unos dibujos pequeños, pero cuando los hice en formato grande tuve que apelar a la memoria, porque ya no los tenía conmigo.
A mí me gusta estarme innovando. Hace muchos años hice trabajos un poco dramáticos. Me interesa ubicar al ser humano inmerso en este mundo. La vida a veces nos plantea desafíos, a veces nos gana; es, ya se sabe, la lucha de todos, y no solo del artista.
En algún momento de mi carrera, Joaquín Gutiérrez, Alfonso Chase y Hugo Díaz me habían dicho que en mi trabajo artístico se notaba demasiado dramatismo, demasiada amargura. Eso fue a finales de los años 70.
Por eso decidí cambiar y explorar el lado de la sexualidad. La sexualidad motiva tanto y nos da tanta alegría, aunque en Costa Rica ese era un tema un poco prohibido.
Fue entonces cuando surgieron esas figuras muy eróticas. Esas figuras de ángeles copulando, de grandes penes, de vaginas floridas. En esa época eché mano de toda la plástica que la sexualidad me permitía como artista.
Y luego me hice viejo y las hormonas se calmaron un poco. Entonces me dije: “Voy a hacer lo que me ronca, lo que yo quiera”.
Tenía un poco de madera y pedí que me le pusieran un marco blanco o rojo, y empecé con un chorrito de pintura con una técnica diferente, al utilizar esos envases parecidos a los que usan para poner la mostaza o la salsa.
Hace muchos años había experimentado con esa técnica, pero los trabajos habían quedado olvidados. Ahora retomaba esta forma de pintar, porque quería libertad, la libertad del creador que hace ya lo que quiere, sin importar lo que digan o lo que piensen los otros.
Las láminas eran de 2,40 metros y algunas las partí y me gustó el tamaño de 1,20 metros para trabajar. Las pinturas tienen un color bastante fuera de lo común.
Una vez que la tinta negra estaba seca le pasaba aguarrás y así experimenté con el amarillo, el magenta, el cian, el rojo, el azul…
Liberación
Era tiempo de liberarme. Quería como desdibujar con estos trabajos. A mí me gusta innovarme. No soy como esos pintores que llevan toda la vida intentando lo mismo con el punto y no llegan a nada. Mejor no digo nombres.
He probado o utilizado diversas formas de pintar con plumilla, la espátula, al óleo, el pincel seco. Me gusta retarme a mí mismo. Y en esta oportunidad quería hacerle un homenaje a Juan Manuel Sánchez por esa línea limpia con que dibujaba. Yo, a diferencia de él, era muy impulsivo en lo que hacía.
Algunos dibujos no quedaron como yo quería. Se les veía el chorro de pintura. No me gustaban, y los tenía aparte en mi taller; pero cuando vino el curador Luis Núñez, me preguntó por esos cuadros que tenía como apartados, ‘sombreados’ y le dije que estaban ahí porque no me gustaban del todo.
Él, como curador de la exposición, me convenció de que los presentáramos para que el público pudiera apreciar todo el proceso de creación y al final acepté esa idea.
Después de las Musas me pregunta que qué estoy haciendo. Bueno, estoy volviendo a usar la plumilla. La plumilla en tela para mi próxima exposición en junio, en el Centro de Estudios Brasileños.
Ahí volveré con la plumilla sobre tela y los temas de la exposición será gente tocándose, sintiéndose; hoy la gente se pasa la vida online y es bueno que se toque, que se sientan como seres humanos.
Ya llevo tres cuadros de un metro por 95 centímetros. En uno de ellos hay una pareja en pleno coito, un coito fuerte, pero él es un ángel, un ángel con alas. Estas pinturas están muy ardientes. Ya no tengo temor de que me quieran quemar vivo.
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