Francisco Víctor, un librero al andar

La Librería Andante tiene a su haber tres sólidos años de ser referente para el lector exigente y fetichista.

“Yo vengo de un lugar donde no hay libros”, sentencia Francisco Víctor, dueño de la Librería Andante, ubicada en San Pedro de Montes de Oca, a 100 metros de otra librería, la Universitaria.

Ese primer enunciado se traduce en una especie de paradoja originaria, puesto que conversamos frente a frente en la Librería Andante, su propio negocio de libros, tanto usados como nuevos.

Contra cualquier pronóstico “determinista”, pues Víctor nació en Limón, donde el único acceso a los libros fue gracias a la biblioteca de sus progenitores y en casa de una amiga del colegio que tenía buenos ejemplares, este estudiante de filosofía se hizo librero; en la actualidad, su pequeño local es buscado y encontrado por lectores exigentes.

Esa primera frase con la que abre la entrevista duele, al retratar una realidad social y cultural que no solo se vive en la provincia del Caribe.

“Lo único que había era la biblioteca pública, con una colección restringida, y uno que no sabe de libros, pues tener acceso a fichas no es algo que estimule mucho la lectura; aparte de eso no hay librerías”, puntualizó Víctor .

Persistente e interesado en leer sobre política cuando adolescente, Francisco hizo lo que hacen las personas curiosas y no conformistas: abrir sus horizontes.

No es que San José sea el paraíso de las bibliotecas; sin embargo, acá se encontró con las de compra y venta como Libro Azul, Expo 10 y El Erial. “Mi afición por los libros usados viene de ahí”, confiesa en tono bajito y pausado.

Como estudiante de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, se fue construyendo una biblioteca cada vez más grande, cuyos libros posteriormente empezó a vender a profesores y amigos. El dinero que recogía lo invertía en más publicaciones usadas.

Emancipación

Francisco es metódico y paciente; gracias a este círculo virtuoso y al buen trato comercial con las librerías de usados −mediante el cual conseguía mejores precios−, sintió un día el llamado a la emancipación.

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“Lo único que me encontré que sabía hacer era eso: vender libros, y era lo único que también me permitiría seguir la carrera; entonces me lo tomé más en serio”, cuenta.

Este camino lo hizo al andar, literalmente, pues comenzó a instalar puestos en ferias como la semana universitaria y a obtener mayor cantidad de publicaciones a las compraventas, así como calidad, porque si algo lo ha ido distinguiendo son las buenas ediciones de filosofía, historia del arte y novelas clásicas que conforman su catálogo.

En plan emprendedor, hace unos tres o cuatro años creó una página en Internet y bautizó su microempresa Librería Andante, ya que se dedicaba a hacer entregas y funcionaba como una propuesta itinerante.

Francisco en realidad no pensaba tener una librería, “lo que pensaba era: hago esto mientras saco la carrera”, ya que siempre lo consideró difícil y lejano. Pagar alquiler, tener acceso a un capital semilla, a libros importados, “pues tampoco tenía idea de cómo traerlos”.

Finalmente, abandonó su carácter errabundo y se estableció por un deseo de vivir la cotidianidad de una manera más estructurada en el ámbito laboral. “Más que vender más o hacer más plata, era para transformar mi vida cotidiana, porque tenía esos ciclos de trabajar mucho y después no trabajar, y después trabajar mucho; no me sentía bien así”, detalló Víctor.c-10-d

Consiguió un rincón en el café El Barco, frente a la facultad de Letras de la UCR. Ahí llegaban sus amigos a conversar todos los días y de paso le compraban un libro −o viceversa.

Francisco no se imaginó que tendría éxito, pero lo tuvo, a pesar de la lluvia, del frío y el esmog que recibían tanto él como los estantes, ya que la esquinita estaba casi a la intemperie.

Ahí estuvo alquilando un año, hasta que los dueños se fueron y él también. Fue así como buscó otro local y “buscando, buscando”, encontró el lugar donde se ubica actualmente, una esquina diagonal al Teatro Universitario, pequeño y cálido, que alberga aproximadamente mil libros.

Catálogo

El brevísimo recorrido por los estantes muestra literatura hispanoamericana, anglosajona, rusa, erótica, japonesa, negra y poesía y una sección de compra y venta. No son muchos libros, pero son hermosos. “Conozco limitadamente, pero la idea es trabajar buenas ediciones, buenas editoriales, independientes, nuevas”, acotó.

Hoy se confiesa feliz de estar como está, junto a su madre Ileana Aguilar, que trabaja en la librería. “No es que tenga grandes planes de expandirme, porque para mí crecer es tener cada vez más libros, y llenar esto de más libros”. En el momento que no le que quepan verá cómo lo resuelve.

Francisco considera que los libros comprados en el exterior no son caros. El problema con los precios locales está relacionado con las políticas de ciertas editoriales, que solo trabajan con algunas distribuidoras o librerías grandes.c-10-b

El caso es que a las pequeñas, como la Andante, les ofrece descuentos muy bajos, “casi insignificantes”, lo que obliga a importarlos directamente y ponerles un valor más alto.

Para Víctor, impera el criterio de la calidad, tanto en la oferta nacional como internacional y obedeciendo a esta premisa.

Menciona a editoriales costarricenses como Germinal, Lanzallamas y Espiral, cuyos títulos son expuestos en igualdad de condiciones que otros más solicitados. “No los tenemos en una caja en un rincón”, aclara.

Como librero, Francisco valora este quehacer en contraposición con los vendedores de empresas más grandes −como la Internacional−, en donde se impone un esquema ilustrado al lector: “Esto es lo que hay, esto es lo que tiene leer”.

Y suelta una máxima: la librería evoluciona con los lectores. “Uno puede ayudar a orientar, aunque obviamente hay lectores que sobrepasan los temas y el conocimiento de uno”, opina.

La atención personal, crear un vínculo, tratar de ser una guía para armar una buena biblioteca a partir de editoriales con calidad y establecer un intercambio, mediante el cual tanto el librero como los clientes aprendan, son consideraciones importantes para él.

Con su negocio, pretender rescatar la figura del librero, alguien que está pendiente del catálogo, de lo que se solicita, de lo que está saliendo en cada editorial, de lo que hace falta reeditar. Es un librero que anda el camino junto al lector.

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