Historiadores creen que solo se ha recuperado una ínfima parte del patrimonio indígena robado

Lo primero que hay que entender en relación con el lote de 981 piezas devueltas por el Museo de Brooklyn a Costa Rica es

Lo primero que hay que entender en relación con el lote de 981 piezas devueltas por el Museo de Brooklyn a Costa Rica es que esa es una pequeña porción del amplio patrimonio robado al país a finales del siglo XIX y comienzos del XX, circunstancia que se hizo con la complicidad y la facilidad de los funcionarios de turno.

Con esas palabras, pone en perspectiva el historiador y escritor Óscar Aguilar Bulgarelli la mencionada devolución de piezas, que se completará en un período de tres años.

“No hay que tener ningún temor de decir que todas esas piezas, y muchas que están dispersas por museos, en colecciones privadas en Estados Unidos y en otras partes del mundo, fueron robadas de forma inmoral. El señor Minor Keith se valió del contrato de explotación de las tierras bananeras para sacar cientos de objetos”, reprochó.

Nancy Rosoff, curadora del Museo de Brooklyn, explicó a UNIVERSIDAD que Keith (1848-1929) sacó de Costa Rica a finales del XIX y comienzos del XX un total de 16.000 objetos precolombinos. De ellas, 5.000 fueron a parar al Museo de Brooklyn en dos períodos: primero, en 1931 y posteriormente, en 1934. Esa son las que se devuelven en esta oportunidad.

 

Al respecto, no se incluyen declaraciones del Museo Nacional de Costa Rica, pese a los esfuerzos que se hicieron a través de la oficina de prensa, con Wendy Segura, quien comunicó que la encargada de atender a este medio sería Marlin Calvo, tarea que resultó infructuosa a pesar de las llamadas realizadas. Mientras desde Nueva York tuvieron la gentileza de atender a UNIVERSIDAD, aquí en Costa Rica fue imposible.

Aguilar Bulgarelli consideró que “la recuperación de todo el patrimonio que se pueda hacer es fundamental en este país y en cualquiera, debido a que el patrimonio no puede ser el producto del comercio ilícito, y si no fue ilícito, sí fue inmoral, por parte de Keith”.

Rosoff detalló que “las piezas no fueron científicamente excavadas y que Keith a menudo recordaba como localizaciones generales a Las Mercedes y a Buenos Aires”, ambas poblaciones costarricenses.

“Keith originalmente recolectó 16.000 objetos arqueológicos y la colección se dispersó a través de donaciones y ventas en cuatro museos de Estados Unidos: Museo Americano de Historia Natural, Museo de Brooklyn, Museo Nacional de los Indios Americanos y el Museo Nacional de Historia Natural”, afirmó.

El Museo Nacional de los Indios Americanos es administrado por el Instituto Smithsoniano, donde se sabe que efectivamente hay una importante cantidad de objetos arqueológicos de Costa Rica.

Sobre el contenido de la colección, devuelta por voluntad del Museo de Brooklyn, Rosoff, precisó que “la colección es de aproximadamente 5.000 objetos adquiridos en dos años diferentes: en 1931, cuando la viuda de Keith donó cerca de 900 objetos, y luego en 1934, cuando el resto de la colección fue adquirida por medio del distribuidor de antigüedades John Wise”.

Keith, que viajó a Costa Rica con motivo de la construcción del ferrocarril, era oriundo de Brooklyn y en su juventud había vivido en Texas.

Según la citada fuente, “las vasijas de cerámica, los figurines y las esculturas en piedra son importantes, porque representan una variedad de estilos y períodos. Es también significante el que haya muchas vasijas completas en la colección”.

Rosoff aclaró que la entrega de las piezas, cuyas negociaciones comenzaron en marzo de 2010 por medio de Calvo y Christian Kandler -actual director del Museo Nacional-, fue una iniciativa del museo y que no hay de por medio situaciones legales.

El historiador y catedrático de la Universidad de Costa Rica (UCR), Vladimir de la Cruz,  coincidió con Aguilar Bulgarelli en que la presencia de objetos arqueológicos precolombinos en museos estadounidenses es producto de los robos que se hicieron en su momento al patrimonio nacional.

“Todas son piezas robadas y saqueadas, porque no hay un solo documento del Estado costarricense en el que se haga constar oficialmente que dichos objetos fueron entregados a algún museo”, comentó.

El exembajador de Costa Rica en Venezuela insistió en que es falso el hecho de que en su oportunidad Keith hubiese tratado de darle una protección a las piezas encontradas durante la explotación bananera en el Atlántico del país, pues de haber sido así, hubiese hecho esfuerzos para que los objetos retornasen a suelo costarricense.

En su criterio, tampoco se puede ver como muy filantrópica la entrega al Museo Nacional, dado que es Costa Rica, en este caso por medio del Instituto Nacional de Seguros, el que paga la traída del primero de varios lotes con objetos arqueológicos.

Aunque calificó de muy valiosa la recuperación de las 5.000 piezas devueltas por el Museo de Brooklyn, de la Cruz aseguró que este es un hecho aislado y que Costa Rica carece por completo de políticas para intentar “repatriar” su patrimonio disperso en el exterior.

“Es una acción aislada. No existe, que yo sepa, una sola solicitud de nuestro país para recuperar parte del patrimonio disperso en el mundo. Solo en el Instituto Smithsoniano han de haber unos 60.000 objetos arqueológicos”, aseveró.

EL PODER DE KEITH

Para el historiador y escritor Gerardo Contreras, el hecho de que Keith haya sacado del país cerca de 16.000 objetos arqueológicos no revela otra cosa que su desmesurado poder en el país y, posteriormente, en el resto del subcontinente americano.

Keith fue uno de los fundadores del United Fruit Company, con sede en Boston, Estados Unidos. En Costa Rica, fue el constructor del ferrocarril al Atlántico, contrato con el cual se le otorgó la explotación de tierras para la producción de banano, que luego exportaría con su propia flotilla a Estados Unidos.

“En aquel entonces no había tributación, no había contraloría, no había institucionalidad que corroborara cuánta tierra estaba explotando Keith y él fue uno de los fundadores del emporio del banano en Guatemala, Nicaragua, Honduras y el Caribe colombiano, con la United Fruit Company”, recordó Contreras.

Estima que ese poder le daba a Keith una visión neocolonialista que lo facultaba no solo a explotar estas tierras en la producción bananera, sino también para apropiarse del patrimonio arqueológico como al final lo hizo. En Costa Rica, se casó con Cristina Castro Fernández, hija de José María Castro Madriz, el primer presidente costarricense.

A partir del primer lote de piezas indígenas que llegó de Brooklyn, Contreras cree que se puede retomar y estudiar no solo la parte estrictamente precolombina, sino también todo un período donde la United Fruit Company, de la cual Keith fue vicepresidente, representó a una empresa sumamente poderosa con base en la exportación y comercialización del banano.

Otro aspecto importante con la recuperación de los objetos es que se puede intentar interesar más a la educación pública por el pasado precolombino, del que hay visiones sesgadas que poco a poco se han corregido con los diferentes hallazgos de los arqueólogos nacionales.

“Hay, en los últimos 30 años, un importante aporte de investigadores -como Carlos Aguilar Piedra, María Eugenia Bozzoli, Eugenia Ibarra y Juan Carlos Solórzano, solo para mencionar a unos pocos- en el rescate de todo lo precolombino”, detalló Contreras.

Tanto Aguilar Bulgarelli como Contreras y de la Cruz consideran que el patrimonio recuperado es ínfimo, pero muy valioso, por lo que esperan que esté disponible para investigadores y el público nacional, que debería de tener un hondo interés en hurgar en la vida y milagros de sus antepasados.

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