Ildefonso Falcones, escritor español:

“Lo importante es entretenerse, no aprender”

Novelista español Ildefonso Falcones habla sobre la ficción, la historia, la crítica y el éxito.

Ildefonso Falcones lleva sobre sí un par de jeans, 56 años de vida, tres novelas y centenares de procesos legales. Este abogado de profesión se convirtió en uno de los escritores más leídos de España cuando su novela La catedral del mar llegó a los anaqueles en el 2006 y vendió más de 5 millones de copias en más de 42 países.

Falcones, barcelonés despreocupado de la crítica y atento al gusto de la gente común, viajó a Costa Rica para presentar su obra más reciente, La reina descalza (2013), una novela histórica que dibuja el Madrid y la Sevilla del siglo XVIII, desde los ojos de una gitana y una esclava de las Antillas.

UNIVERSIDAD conversó con Falcones, a veces abogado, a veces novelista; casi siempre ambas.

 

Usted dedica su tiempo a la abogacía y a la escritura. ¿Cuál es su verdadera profesión ahora?

−Ambas. No puedo renunciar a lo que hago desde hace 34 años: ser abogado. Aunque ahora dedico más tiempo a la literatura.

 

¿Cómo fue esa transición de mundos?

−Son mundos totalmente diferentes, son contradictorios desde el propio lenguaje: dirigirse a un juez no requiere el mismo lenguaje de una novela. Sería un fracaso usar el mismo. La abogacía es una profesión muy pragmática y objetiva, mientras que la novela histórica es ficticia, imaginativa.

 

Aún así, en ambas debe buscarse un apego a los hechos…

−Los hechos históricos de una novela deben ser reales y debes saber trabajarlos. Desde ese punto de vista, para el novelista es bueno tener experiencia en Derecho. En fin, la novela histórica primero debe ser novela; la gente no acude a la novela histórica para aprender historia.

 

¿Cómo se defienden los hechos en un ambiente donde se juega principalmente con la ficción?

−Debes meter a los personajes en situaciones históricas, sin contar más que aquello que la novela requiere que cuentes. No hay que intentar una lección de historia; ese es un error muy frecuente que mis editores corrigen. Hay detalles que son llamativos desde el punto de vista histórico, pero que no lo son para la ficción.

 

Vivimos una época donde hay muchísima información, pero escasea la atención. ¿De qué modo logra surgir una novela histórica de casi 800 páginas en ese ambiente?

−Sí, la comunicación actual es diferente, aunque todavía persisten lectores. Una novela histórica cuenta muchas cosas, sobre todo en mi caso, las cuales son imprescindibles para entender un momento particular de la historia. Una novela histórica de 300 páginas te da poco pie para eso.

 

En su última novela, los personajes principales son una esclava antillana y una gitana. ¿Qué se requiere para representar adecuadamente a una minoría histórica en una novela escrita?

−Esos grupos hablaban español, aunque no creo que tuvieran una influencia en la vida del castellano. Si buscas información sobre la Madrid del siglo XVIII y los gitanos, encuentras dos o tres libros. Encuentras mucha más información en actas judiciales, en los testimonios, sobre cómo era esa minoría.

 

El reto es convertir esa información en material entretenido.

−Allí juega la imaginación del escritor y su capacidad de entretener, claro. El exceso de información puede hacer que el lector se sienta apabullado. Por eso, ese material debe tratarse de manera que, si quieres hablar del orgullo y las leyes gitanas, debes imaginarte una situación donde se ejerzan esas leyes. A partir de eso es que creas la ficción.

 

En otras entrevistas usted ha dicho que sus escritos previos a La catedral del mar no tuvieron éxito. ¿Qué diferencia marcó esa novela?

−Tuvo mucha fortuna. Siempre sostengo que, para triunfar en este mundo de la literatura, la condición necesaria es que haya gente dispuesta a leer sobre un tema particular y que corran la voz sobre ello. Eso se llama fortuna. Me consta que hay novelas que son buenas, grandes novelas, pero que pasan desapercibidas porque no tienen fortuna.

 

¿Hubo algún rasgo informativo en la novela que propició esa fortuna?

La catedral del mar es la primera novela medieval sobre Barcelona. Te ofrece rasgos nuevos, como la historia del templo de Santa María. Sin embargo, el libro se vendió no solo en Barcelona, se ha vendido en todo el mundo.

 

 

¿Es más difícil entretener con una novela histórica?

−Sí, claro. Tienes menos recursos, pues muchas acciones no pueden realizarse. Por ejemplo, muchos viajes son imposibles. Antes del siglo XVII, la gente no viajaba. Ahora tenemos una noción muy definida sobre el viaje.

 

¿Es cierto que aquello que más se lee no es precisamente lo mejor que puede leerse?

−Cuando algo gusta a mucha gente, debo entender que es bueno. No voy a menospreciar el hecho de que muchas personas compran algo, lo disfrutan y dicen que es bueno. Hay muchas costuras academicistas que pervierten la voluntad del público.

 

Ha de ser por esa posición que parece haber tensiones entre usted y los académicos catalanes…

−[Risas] Lo que pasa es que los catalanes no me consideran catalán porque no escribo en catalán. No tengo tensión con nadie; lo que pasa es que sí digo cosas que no gustan a algunas personas.

 

Entonces, ¿es nocivo el juicio académico sobre la calidad de la literatura?

−Qué es bueno o malo es decisión de la gente común. La gran mayoría de esos que dicen lo que es bueno o lo que es malo venden sus libros al lado del mío. Hay que dudar de la objetividad de quien está en el mercado.

 

Describa a su lector ideal.

−Es una persona sencilla, normal, trabajadora; que regresa a casa con su familia y que después, en la noche, lee unas 25 páginas antes de dormirse. Ese es mi lector ideal.

 

Usted superó ese miedo de llegar a una editorial con un texto propio. ¿De qué forma se supera ese salto?

−Sé que hay gente que no se atreve a presentar su trabajo. Yo no tengo miedo a la crítica; llevo muchos años siendo “criticado” en juicios legales; mi vida es así. Hay que confiar en aquello que uno hace.

 

Después del éxito de su primer libro, supongo que debió comenzar a lidiar con las altas expectativas de su editorial y de su público para cada trabajo posterior.

−Lo escritores estamos capacitados para dar lo mejor posible. La satisfacción llega cuando has realizado todo lo que estuvo a mano para conseguir un objetivo determinado. Después la editorial estará contenta o no si el éxito llega o no llega. El éxito no es necesario; es satisfactorio, bonito, no lo vamos a negar. Sin embargo, tu éxito personal llega primero, que es sentir que diste todo tu esfuerzo.

 

¿El acceso digital a sus libros ha sido una clave para su éxito como escritor?

−Si es para la venta de ediciones digitales, sí. En el caso de la piratería, no. Cuando estrené La reina descalza, el mismo día se encontraban copias pirateadas en la Internet. ¿Sabes? Yo no dediqué tres años de mi vida para que la gente robe.

 

Muchas personas publican sus libros por cuenta propia en Internet. ¿Es necesaria la estructura convencional de las casas editoriales?

−Nuestra capacidad de lectura es limitada en cuanto a nuestro tiempo de vida. Como lector, para mí es importante que aquellos libros que me lleguen hayan superado suficientes filtros que me garanticen una mínima seriedad y calidad.

 

Actualmente, usted enfrenta una acusación penal por una supuesta evasión tributaria por los derechos de sus tres novelas. ¿Ese proceso ha dificultado la promoción de su obra literaria?

−Los impuestos están todos pagados. Lo que pasa es que no se ha pagado de la manera que le hubiera gustado a la Hacienda española, que ha mentido, además. Es lo mismo que te decía sobre el éxito: lo importante es la tranquilidad que uno tiene.

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