Una exhibición arqueológica de los Museos del Banco Central se ocupa de las representaciones aviarias.
Cien objetos provenientes de todo el país y de diferentes momentos del desarrollo humano de diversas culturas, componen la exposición Aves de piedra, barro y oro en la Costa Rica precolombina, abierta al público desde el 1 de marzo en los Museos del Banco Central.
Se trata de una muestra de metates, trípodes o vasijas, en los que esas sociedades desaparecidas reprodujeron las especies de aves que influyeron en su cultura y visión del mundo. La investigación fue realizada de manera interdisciplinaria por la arqueóloga Patricia Fernández y el ornitólogo Julio Sánchez.
“Esta idea nació a partir de una iniciativa personal por conocer más, pues es notoria la incidencia con que las aves aparecen en los materiales arqueológicos y quise precisar cuáles son las más representadas y las variaciones a través del tiempo”, explicó Fernández.
La arqueóloga destacó el “gran aporte” del ornitólogo Sánchez: “Su papel fue muy importante al identificar las especies de aves pertenecientes a 16 familias en los 100 objetos que integran la exposición”.
Taxonómicamente, las especies de flora o fauna se agrupan en géneros según sus características y estos a su vez en los grupos más grandes llamados familias, de acuerdo a sus elementos comunes.
Por su parte, Sánchez explicó que le interesó el componente cultural del proyecto, pues “la ciencia es una sola, lo que cambia es el objeto de que se ocupa cada disciplina, en este caso lo importante es la manera de estudiar al mismo tiempo el patrimonio cultural y el natural”.
Añadió que en el registro que dejan los aborígenes y los pueblos que viven de manera más acorde con la naturaleza, a través de su arte, “se entrevé su conocimiento y su cosmovisión diferente a la nuestra, no veían a las aves como lo hacemos nosotros, como animales que existen para ser cazados o apropiados”.
El especialista, quien informó que ya había trabajado en la identificación de mamíferos en el registro arqueológico, destacó la fidelidad con que fueron representadas las aves, “lo cual denota las cualidades artísticas y de observación” de quienes elaboraron las piezas.
En particular llamó la atención sobre la capacidad para representar al águila harpía, “se representan con fidelidad rasgos como su particular pico”.
ENSEÑANZA
La arqueóloga Fernández explicó que la sala de Exhibiciones Temporales del Museo de Oro Precolombino del Banco Central, donde se aloja esta muestra, tiene el objetivo de exponer temas que sean poco tratados en la arqueología, “de llenar vacíos en la investigación, de manera que se ha ocupado de mostrar temas como los sellos precolombinos o las representaciones de la mujer; en este caso, los estudios arqueológicos sobre las aves son muy dispersos”.
Detalló que la exposición echa una mirada a lo largo de 2.000 años, desde el 500 a.C. hasta el contacto con los europeos. La investigación tomó año y medio e irá acompañada de un libro que saldrá al público en dos o tres meses.
De las 100 piezas en oro, jade, cerámica y piedra, 42 fueron prestadas por el Museo Nacional. La exhibición consta de varias partes, en la primera se muestra el comportamiento de las aves y sus principales características, posteriormente, se aborda el uso cultural del motivo de ave en las piezas precolombinas, su simbolismo y significado, así como los periodos precolombinos y las áreas geográficas del territorio nacional donde fueron más representadas.
También se evidencian las características principales de las familias de aves identificadas en las piezas de la muestra.
“Estas especies tuvieron muchas funciones, unas rituales y otras más domésticas que tienen que ver con el uso de plumas como adornos o para barrer, pero por lo general lo que se encuentra está asociado a enterramientos, lo cual implica un uso ritual”, aclaró la arqueóloga.
Especificó que el zopilote es el ave más representada y en mayor diversidad de materiales. Sus representaciones datan desde el 500 a.C. hasta el momento del contacto.
También explicó que ello se debe probablemente a su comportamiento, pues es un ave carroñera que entra en contacto con la materia muerta, y que en muchas sociedades constituye un tabú. “Sus representaciones probablemente tienen que ver con la actividad de los especialistas que lidiaban con los muertos”, indicó.
Otra ave cuya presencia destacó es el águila harpía, la cual llamó la atención aborigen por su gran tamaño, pues puede alcanzar un metro de estatura y más de dos de envergadura, y por su comportamiento depredador.
Se trata de una especie que está en peligro de extinción, a pesar de que desde el 2002 es el ave nacional de Panamá. Fernández explicó que metates de piedra con representaciones de ella han aparecido en enterramientos importantes.
Muy conocidas son las representaciones en oro de esta especie, algunas de las cuales se incluyen en la muestra. Fernández explicó que esas piezas fueron producidas por las sociedades consideradas tardías, después del año 800, y fue en el Sur del país donde se produjeron la mayoría de esos objetos, “por lo que pudo haber sido la que mejor representó su sistema de jerarquía”, en vista de que el oro fue un material de acceso limitado y uso restringido.
La especialista puntualizó que no fue el criterio estético el que prevaleció en la selección de las piezas de la exhibición, “aunque de igual manera hay objetos que en diseño y color tienen belleza estética y calidad técnica”. Detalló que estas aves son íconos de ciertos simbolismos, pero el verdadero significado no se puede conocer.
La última parte presenta una reflexión sobre la importancia de las aves en las sociedades precolombinas y la necesidad de preservar los ecosistemas actuales para su sobrevivencia.
Fernández apuntó que “parte de los objetivos es llamar la atención sobre la importancia que tienen las aves y los demás animales, que entre mayor diversidad exista más saludables son los ecosistemas, y que por lo menos individualmente deberíamos sembrar árboles que sirvan a la supervivencia de ellas, en vez de talarlos irónicamente para buscar oro”.
Al respecto, el ornitólogo Sánchez recordó que cuando aparecieron en la Tierra los primeros homínidos, antecesores de nuestra especie, ya las aves tenían 130 millones de años de volar. “Tienen derecho a existir a pesar de nosotros”.
Se le consultó al científico sobre las implicaciones del mensaje para nuestra sociedad, en el contexto del proyecto minero Crucitas al que el gobierno de la República dio el permiso de talar especies de árboles vedadas, pues son medulares para la sobrevivencia de la lapa verde, también en peligro de extinción.
Su respuesta fue que la exposición “no servirá para concienciar a personas del Gobierno o a los inversionistas mineros canadienses, pero a personas más sensibles que tienen otra visión de la vida y no hacen de la opulencia una prioridad, sí calará la importancia de la sobrevivencia de las aves”.
Añadió que en el patrimonio arqueológico se encuentran “representaciones increíbles de lapas y se genera el sentimiento de vergüenza ante lo que ocurre en el país. Ya se ha causado un daño tremendo y la lapa verde está en peligro de extinción por la tala que arrasó bosques en el Caribe”.
Accesible al público
Los Museos del Banco Central se encuentran en los bajos de la Plaza de la Cultura. El horario es de 9:30 a.m. a 5:00 p.m. La entrada cuesta ¢1.500 para nacionales y $9 para extranjeros; los miércoles y primeros domingos de cada mes es gratuita para nacionales y residentes con cédula. Niños menores de 12 años no pagan, ni estudiantes con uniforme o carné.
Esta exhibición estará abierta al público durante un año.