Hace 70 años, la isla de Japón estaba a las puertas de uno de los eventos más vergonzosos de la historia del siglo XX: el bombardeo nuclear estadounidense contra objetivos civiles en las pequeñas ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
Esta catástrofe humana provocó la rendición de Japón y el fin de una guerra marcada por la barbarie. Sin embargo, las imágenes de cuerpos desnudos quemados por la radiación se alojaron como traumas en la memoria de este acontecimiento.
Es en el Japón de la posguerra donde nace el “ankoku butoh” −danza de la oscuridad−, como medio de protesta contra la modernización forzada del Japón, por medio de un cuerpo marcado por el horror y las heridas de la guerra.
Desde la histórica representación de Tatsumi Hijikata y Kazuo Ohno en 1959, donde asesinaban a un pollo entre las piernas del bailarín, el butoh se ha extendido por todo el mundo como una manera de desenredar poderosos símbolos, como la vida y la muerte, el dolor y la angustia.
En la industrial Calle Blancos se encuentra la Bodega Alquimia, un paraíso para la danza Butoh en Costa Rica. Allí, el bailarín, director teatral y maestro Tadashi Endo dio un taller en nuestro país, en el marco del Festival Iberoamericano de Butoh 2015. El Semanario UNIVERSIDAD conversó con este destacado maestro.
El 6 de agosto se recuerdan los 70 años de las bombas Hiroshima y Nagasaki. ¿Cómo cree que este evento influyó en las expresiones culturales en Japón, como el butoh?
−Lo que yo acabo de crear, “Fukushima mon amour” −inspirado en el accidente nuclear en el 2011−, quiere dejar claro que estamos hablando de una catástrofe que es humana. No es un tsunami ni un terremoto, que serían catástrofes naturales, que no podemos estar preparados para cosas así; la catástrofe humana es todavía algo muy peligroso.
En mi visita a Fukushima vi toda esta área tan peligrosa, con esos reactores nucleares enormes, y de verdad me asusté. Si te pones a medir la radiación en un lugar, sale regular; pero si subes a una montaña la radiación es muy alta. Entonces nadie sabe, a ciencia cierta, si es peligroso o no. Esto, para las siguientes generaciones, es una irresponsabilidad.
El butoh no se relaciona solamente con Hiroshima y Nagasaki, es también una protesta contra la forzada modernización de Japón en la posguerra.
¿Piensa que el butoh es un lenguaje que pone en el escenario cosas que se quieren olvidar, dejar atrás?
−Butoh es un proceso, y es una danza muy joven. Tiene tan solo 60 años. El ballet clásico tiene más de 400 años de técnica. Butoh es algo con lo que todavía estamos trabajando.
Yo no sé qué podemos decir al final con el butoh, porque ahora es más importante fuera de Japón. En México, Colombia y Brasil, muchas personas están bailando butoh. Y eso es importante para mí, porque butoh era en el inicio completamente japonés, para cuerpos japoneses, con un paisaje japonés.
Ahora, otras personas intentan bailar butoh, pero no deberían de imitar el butoh japonés. Deberían preguntarse cuál es su propio butoh. Tal vez, en el futuro no necesitarán llamarlo butoh. Lo importante es de dónde viene este espíritu del butoh.
¿Cuál es la esencia del butoh que hace que gente de Colombia, Brasil o México quiera practicarlo?
−Creo que hay diferentes estilos. En México, sentí que el butoh era más ritual, por toda la tradición azteca y maya. Igual pasa con el estilo del butoh en Brasil, que es influenciado por las diferentes culturas brasileñas, como la indígena o la africana. Pero todas estas manifestaciones de butoh tienen una sentimentalidad similar. El sentimiento en el butoh japonés es más sutil. Pero el sentimentalismo, por ejemplo, argentino está contagiado por, qué se yo, el tango butoh. El brasileño es más abierto. Eso siento. Es parte de la diversidad humana.
Kazuo Ohno decía que para hacer butoh hay que tener un cuerpo muerto. ¿Cuál es la relación del butoh con la muerte y cómo el cuerpo media en esto?
−No es que nuestra vida termina con la muerte. Kazuo Ohno decía que cuando caminábamos, siempre cargamos la muerte. No significa que cargamos un cuerpo muerto, sino que cargamos la muerte. Hijikata decía que el cuerpo muerto se levanta y camina. Son dos maneras de verlo.
El gran tema del butoh es la muerte, porque la muerte viene con la vida. Las cosas vienen de la oscuridad a la luz. Es su camino. Las semillas, la vida humana, todo proviene de un origen de oscuridad. Para la danza, el punto más importante es el alma. Bailamos porque queremos hacer hablar al alma, pero nadie puede ver el alma. El cuerpo sí es visible, y así cubrimos el alma con algo visible.
Eso me llama mucho la atención: la estética del butoh no es como la belleza occidental, pero sí se asemeja a lo grotesco y al expresionismo. Con ese tipo de estética, ¿cómo se quiere impactar al espectador?
−En el inicio del butoh, antes del butoh como danza, era solo un movimiento de protesta, como un “happening”. En los años 50, las personas nunca veían butoh en teatros. Era en la calle, debajo del puente, en cualquier lugar. Y era intencionalmente grotesco, para darle el elemento de “shock”. Porque era protesta. Este dolor era tan importante en el inicio que pudimos captar qué había detrás de este estilo grotesco, quebradizo, incómodo. El estilo grotesco es la parte brillante. Pero no es todo el butoh. Es como un bebé cuando sale. En el primer momento ¿cómo se ve? ¡Grotesco! Pero después se limpia, y se ve hermoso. Es una belleza que también está en lo que nos desagrada: insectos por ejemplo. Usualmente nos provocan asco, pero si los miramos detenidamente cuán fantásticos son sus movimientos y combinaciones de colores. Eso es estético.
¿Qué piensa que el butoh puede darle a Costa Rica?
−Las personas que viven aquí y que practican el butoh tienen que mirar qué existe aquí, qué tipo de trasfondo le quieren dar. Eso es lo que siempre le digo a los grupos que visito. El punto de partida del butoh es diferente. Hay que crear un nuevo butoh desde Costa Rica. Tal vez después cada país tenga algo que ofrecer, como una flor diferente en cada país. Muchas semillas de butoh se han lanzado y darán nuevas flores; pero nunca dará la flor “cherryblossom” (cerezo), sino una flor tropical costarricense. Tal vez un diferente color, diferente olor. Tenemos que ayudarlo, poner agua. Ese es mi trabajo. No puedo crear la flor del butoh aquí, ustedes lo tienen que hacer.
El butoh y las heridas de la guerra
Kazuo Ohno (1906-2010) fue reclutado en la Guerra del Pacífico en 1938 y fue prisionero de guerra hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.
Tatsumi Hijikata (1928-1986) tuvo una hermana que fue vendida por sus padres durante la guerra. La injerencia del ejército estadounidense potenció el trabajo sexual entre mujeres japonesas.
Hiroshima y Nagasaki (1945)
En agosto de 1945, cayeron sobre el puerto de Hiroshima y la ciudad de Nagasaki dos bombas atómicas.
Las muertes sobrepasaron los 100.000 muertos, 48.000 edificios destruidos y miles de personas sin hogar.
Los efectos de la radiación sobre la salud se comenzaron a observar algunos años después del ataque.
Fukushima (2011)
El 11 de marzo del 2011, tras un terremoto de magnitud alta, la central nuclear de Fukushima, ubicada en una zona de riesgo donde no había muro de contención, fue azotada por olas de hasta 15 metros de alto, dañando por completo los reactores nucleares. Esta emergencia provocó mutaciones en animales, presencia de yodo radiactivo en el agua de mar, entre otros desastres.
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