Los gritos de la psicomagia

La artista guatemalteca Regina José Galindo destaca en el ámbito internacional por la fuerza expresiva de su trabajo.Regina José Galindo adelantó que vendrá a

La artista guatemalteca Regina José Galindo destaca en el ámbito internacional por la fuerza expresiva de su trabajo.

Regina José Galindo adelantó que vendrá a Costa Rica en octubre, para participar en el proyecto Costa Mala.

Regina José Galindo fue la única artista latinoamericana en recibir el León de Oro en la Bienal de Venecia 2005.

La primera participación de Galindo en la Bienal fue en 2001, aunque cobró notoriedad internacional en 2003, cuando realizó la acción «¿Quién puede olvidar las huellas?»

Ese trabajo consistió en remojar sus pies en sangre humana y dejar las huellas desde la Corte Constitucional de Guatemala hasta el Palacio Presidencial, luego de que esa Corte avalara la candidatura presidencial del exdictador Efraín Ríos Montt,  acusado de genocidio.

Desde Santo Domingo, República Dominicana, donde reside desde enero, Galindo conversó de manera exclusiva con UNIVERIDAD.

¿En qué consistió el trabajo que presentó este año en la Bienal de Venecia, en el marco de la exhibición «Un poco más lejos»?

 

 

-Presenté un tríptico de vídeos de acciones viejas. El de «Piel», la acción que hice en la Bienal del 2001; el de «¿Quién puede olvidar las huellas?», que ya lo había presentado en Costa Rica,  y el vídeo Himenoplastia, una operación clandestina para regenerar el himen. Además hice el «performance» «279 Golpes», en el que me encerré en un cuarto con un micrófono sensible y afuera había altoparlantes, de manera que la gente sólo escuchaba lo que pasaba y yo me golpeé con un cinturón de cuero masculino, para recrear el sonido típico de los cinchazos. Me di un golpe por cada mujer asesinada en Guatemala desde el primero de enero al día de la acción, el 10 de junio pasado.

De unos años para acá se han dado casos horribles en Guatemala, parecidos a lo que suceden en Ciudad Juárez, México, sólo que mucho más fuertes y multiplicado. Esa cifra de 279 son las muertes registradas, ¿cuántas no lo han sido? Se trata de más de una muerte diaria, además de que ellas no sólo son asesinadas, sino golpeadas, violadas y partidas en pedacitos. Es de  una magnitud terrorífica.

El problema es el silencio alrededor de estas muertes ¿Cómo ayuda el León de Oro de la Bienal?

– Me interesa que se haga bulla en el ámbito internacional, porque Guatemala es un país donde todos tenemos mucho miedo. Se organizó una manifestación contra la violencia y la participación fue muy escasa. Los casos de estas muertes quedan archivados y nadie hace absolutamente nada. A esa violencia hay que sumarle la cantidad de asesinatos de hombres; lo impactante es que a las mujeres las torturan y las parten en trozos, sin importar la edad y profesión.

¿Considera que como artista se le ha etiquetado?

-Algo que ha sido negativo para mí es que al ser mujer y trabajar con mi cuerpo, las obras siempre son analizadas como propuestas de género, cuando no es así. Tengo muchos trabajos en ese sentido, aunque también sobre preocupaciones existenciales. El de himenoplastia se ocupa de algo que afecta a la mujer, pero otros abordan la experiencia humana en general.

Usted también escribe poesía y cuento, ¿qué es lo que le nace primero como artista, el «performance», o la inquietud literaria?

-La inquietud literaria. Desde adolescente escribía mucho y desde ahí nació mi interés por el «performance». Mi poesía es muy visceral, en ella siempre está presente el cuerpo; los primeros intentos en el arte buscaban graficar lo que escribía. La acción «El dolor en un pañuelo», era un poema y surgió la idea de traducirlo en un «performance». Sigo escribiendo, tengo un libro publicado, aunque me siento más segura con la acción visual de mi cuerpo.

Una acción como «Quién puede olvidar las huellas» es muy poética y muy política ¿No fue peligroso realizarla cuando los simpatizantes de Ríos Montt estaban en la ciudad?

-Fue el día terrible en que salió toda la gente a la calle, estaban el ejército y la policía, pero a mí no me pasó nada, nadie intentó impedir lo que estaba haciendo. A pesar de que en Guatemala sigue la guerra, porque nos matamos entre nosotros, no se vive ese clima de terror del conflicto armado.

Se trata de una violencia mucho más disfrazada. Nunca he tenido problemas personales como consecuencia de esa o cualquier otra acción. Yo me colgué de un edificio público y nadie hizo absolutamente nada, en mi país hay permiso hasta para matar y nadie hace nada.

Yo no puedo vivir con eso. El arte no salva al mundo, eso es una utopía, pero yo por lo menos no lo puedo callar, siento que si no grito, sería una persona más conflictiva.

¿Hay otras acciones suyas en que se ocupe del tema histórico y político de una manera tan contundente?

-Una vez participé en una muestra colectiva sobre «qué significa vivir en Guatemala», a partir de una frase de Miguel Ángel Asturias: «En este país sólo se puede vivir bien a verga». Hice una revisión desde el nivel de inconsciencia de los guatemaltecos y todo el dolor que hemos sufrido a través de varias generaciones: me inyecté diez miligramos de valium y me noqueé yo misma.

¿Considera que el arte siempre debe manifestar inquietudes fuertes como denuncias de crímenes?

-No,  creo que cada artista es independiente en sus intereses. No voy a suscribirme a que el arte tenga que ser político o se enfoque en la defensa de ciertos derechos. El arte es una expresión completamente libre. Yo he elegido una línea que responde a mis preocupaciones. El arte es un grito, lo que se tiene adentro. Desde que empecé a escribir, cuando era adolescente, ya seguía esta línea de catarsis que siempre está presente en todas las acciones que hago, me tiene que doler. Los llamo actos de psicomagia, tienen un argumento formal y conceptual, y también esa carga emocional importante para mí.

¿Cómo surgió la oportunidad de participar por primera vez en la Bienal de Venecia, en el 2001?

-Fue por medio de Costa Rica, que ha sido un foco importante para el arte centroamericano. Virginia Pérez-Rattón tiene en TeorÉtica un archivo del trabajo del área y ahí llegó el curador de la exposición de la Bienal a conocer el arte de la región. De ahí surgió la primera invitación y luego Rosa Martínez, la curadora de este año, me volvió a invitar. Costa Rica me ha servido de puente impresionante para muchas cosas.

¿Considera que en Costa Rica se vive una situación similar a la de Guatemala en cuanto a la discriminación de género?

-Lo que veo en Costa Rica es una preocupación asquerosa por situaciones triviales del aspecto físico y de la posición que debe tener la mujer en esa sociedad tan consumista  y exhibicionista, a partir de todos los esquemas estéticos. Esto es más poderoso en Costa Rica que en Guatemala. Es abrumador.

¿En su carrera artística considera importante establecerse en otra ciudad de mayor desarrollo artístico?

– A Estados Unidos nunca me iría. Sería ir en contra de mis principios, pues soy latinoamericana y soy guatemalteca y por todo lo que han hecho en el continente yo no iría a ese país. Mientras tenga un trabajo que me dé para vivir y para hacer mis obras estoy contenta, aunque uno sueña con poder mantenerse con el arte.

¿Qué opina del tratado de libre comercio firmado por Centroamérica, República Dominicana y Estados Unidos?

-Me duele. ¿Qué opinión me puede merecer que toda el área se venda, que el monstruo se haga cada vez más poderoso? ¿Cuánto le está costando a mi país tomar esa decisión en la cantidad de tierras que se han quitado y que se van a quitar?

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