Poesía de Alfredo Trejos trae ofrendas de paz

El escritor Alfredo Trejos presenta dos poemarios en el marco de la Feria Internacional del Libro 2015 que se inaugura la próxima semana.

En la Feria Internacional del Libro 2015 que se llevará a cabo del viernes 18 al domingo 27 de setiembre en la Antigua Aduana, el escritor costarricense Alfredo Trejos presentará dos libros nuevos de su poesía.

Una de sus publicaciones se intitula Crooner, editada por la EUNED, y el otro Antiguas tareas, tres testamentos parciales, de la Editorial Germinal.

Recién salidos del horno, el primer libro recoge poemas que, de acuerdo con Trejos, son reposados –el poeta se siente más maduro, más viejo−, pues vienen de vuelta de los conflictos y traen ofrendas de paz.

El autor también se siente en paz con sus recurrencias. Sin destruirlas, las describe; sin sentirse a la defensiva, ya no incrementa el caos. “Espero haberme convertido en un autor reposado. Dinamitar la literatura no es la intención, sino habitarla en armonía”, dice con su voz potente y usual delgadez.

Antiguas tareas, tres testamentos es una compilación de esos años en los que la batalla contra sus monstruos eran pan de cada día, cuando la febrilidad por escribir y por vivir incendiaban el papel.

¿Son testamentos, parciales?

−Sí, parciales porque todavía hay cosas que dejar. Cuando Juan Hernández, de Germinal, me pidió que le buscáramos un título a esta compilación, opté por el término testamento, en vista de que ya eran libros muy manoseados y envejecidos, que no tienen vigencia para mí, porque estoy en otras búsquedas sobre cómo quiero escribir. Entonces mejor lo heredo para el que quiera ser beneficiario de esa de esas utilidades. Es un testamento abierto para que el lector haga con él lo que mejor le plazca.

En tu primer libro había una intención más experimental y, en comparación con Crooner, sos más directo y sencillo. ¿Cómo ha sido ese trayecto?

Cartas sin cuerpo fue el primer libro que publiqué hace casi 15 años; es un libro que se publica de manera febril, pues estaba muy imbuido leyendo la generación del 27, sobre todo a Vicente Aleixandre, de quien me compré Pasión de la tierra, un libro fascinante escrito en prosa y que fue una revelación. Fue tanto el golpe de enfrentarme a ese libro que me hizo arrojado de cabeza en la poesía en prosa con algunas ínfulas surrealistas, un estilo muy densificado, con cierto purismo estético.

Ahora con Crooner, ya uno más viejo, piensa más en lo que dice el poema, porque la poesía debe ser un acto meramente comunicativo, que no debe arrojar al lector a un laberinto. Estoy muy contento con la poesía que estoy escribiendo ahora, precisamente por la limpieza: lo que tengo que decir lo digo, si tengo que hacer silencios los hago; ya no es aquella fiebre de estar escribiendo a diario. El primer síntoma de madurez de un poeta es cuando escribís solo cuando es algo de vida o muerte.

¿Vos no escribís todos los días?

−Por dicha ya no, pero antes sí, porque era un primer proceso de aprendizaje –uno nunca termina de aprender−; porque estar activo a diario era bueno. Ahora no tanto, porque en algún momento me llegué a sentir incluso hasta cansado de la poesía, al punto de renegar de ella, porque de manera vivencial –te confieso− como me ha dado me ha quitado.

¿Por qué te ha quitado?

−A veces involucrarse en este mundo es un desollamiento interno muy fuerte y eso pasa factura. Les agradezco a los amigos que entre menos me hablen de poesía, mejor. Hacer de todo un mundo muy denso, muy apretado, te termina minando. Estar en contacto con la poesía 24/7 evidentemente te va a desgastar.

Tus leitmotivs son la familia, tu papá, la muerte, el amor y el desamor, el odio, la cotidianidad, las mujeres. ¿Tu poesía es confesional, intimista?

−Hay una hibridación. Es una poesía que yo persigo intimista, y por un lado confesional. Por dicha han llegado lecturas que me han ayudado a discernir el grano de la paja y a no escribir paja. En ese sentido, el primer contacto con la generación Beat fue importante, porque te enseñaron códigos.

¿Cómo cuáles?

−Por ejemplo, “menos es más”, sin minimalismos. Todo ejercicio creativo tiene que comunicar. Si se trata más bien de negar el mundo y oscurecerlo, estamos cayendo en un severo error, porque no aportás. Se trata de desentrañar el mundo en sus misterios más básicos, más cotidianos; por eso los componentes de uso común. No me voy a poner a hablar de grandes trascendencias.

¿Es decididamente no trascendental?

−Es no trascender sino estar, ser aquí. No darle al lector una fórmula a ser resuelta, sino estar como estamos hablando vos y yo; ese debe ser el trámite ideal entre poeta y lector. Que el poeta no venga como un iluminado, como un gurú, alguien que bajó de la montaña con la noticia, sino que haya un simple encontrarse y un diálogo, y de ahí surgirá la empatía, las nuevas interpretaciones.

Entonces tus temas…

−Mis recurrencias son esos pulsos que nos hacen humanos, pero en Crooner ya no están llenos de esas temperaturas elevadas que te ponen a delirar; son poemas reposados, que vienen de vuelta de los conflictos y traen esas ofrendas de paz. Me siento en paz con mis recurrencias, ya no las destruyo, sino que las describo. Cuando uno entra en esos entes a la defensiva, lo que hace es incrementar el caos. Espero haberme convertido en un autor reposado. Dinamitar la literatura no es la intención, sino habitarla en armonía.

Hay una referencialidad a tu cuerpo en tus poemas. ¿Es como un espejo?

−Es un espejo. En esa autopercepción me reconozco en mi corporeidad, y de ahí cuando necesito un elemento que me involucre con lo que estoy diciendo, entonces recurro a mis características.

¿Es autorretratarse?, ¿es un como un inventario?

−No lo había considerado así, pero sí, es como para fijar la propia imagen en el texto, tener contacto con uno mismo y saberse aquí en el mundo, saberse vivo, tener dominio de uno. Para eso sí me servirían esos autorretratos, esos flashes, esas fotos movidas de mí mismo. Cada cierto tiempo tenés que revisar qué perdiste, qué ganaste; para eso el inventario a través de la poesía funciona, ya sabés con qué contás de vos.

Abordás tu escritura con humor, negro a veces, sarcasmo e ironía…

−La poesía catedralicia, solemne, de himnos, en este momento no tiene ninguna función social, ni ninguna otra. La poesía debe ser amiga de los tiempos en los que estamos, no alimentar esos monstruos, sino más bien extraerle savia vital a través de desacralizarla, no hacer un chiste poético. Ver la poesía como un fenómeno doméstico porque el ser humano para defenderse recurre al humor, al sarcasmo y la ironía. Se trata de ver cómo le ganamos a la vida.

Sin embargo, tus poemas dejan una sensación cargada, un poco oscura, triste, ¿nostálgica?

−Hay un componente de nostalgia que lo tengo muy incorporado; quizá por la formación que tuve, por las experiencias, por las lecturas o por mero accidente, uno termina siendo habitante de esas nostalgias. Siempre va a estar ahí; está en el ADN de la poesía que escribo. No puedo evitarlo, pero no soy un poeta llorón. Como decía Osvaldo Sauma, “hay que mantenerse caminando sobre la viga podrida”.

Biografía mínima

Alfredo Trejos nació en Cartago en 1977. Es poeta. Hizo estudios en Antropología y Filosofía en la Universidad de Costa Rica (UCR). Fue miembro del Café Literario Francisco Zúñiga Díaz y del grupo Enésima Silla. Fue mención de honor en el Premio per la Pace (Centro Studi, Cultura e Societá, Turín, Italia) y Premio Nacional Aquileo J. Echeverría de poesía en el 2011. Ha publicado los poemarios Carta sin cuerpo (2001), Arrullo para la noche tóxica (2005; México, 2006), Vehículos pesados (2009, 2010), Cine en los sótanos (2011), Prefiero ver estática (2012) y Riviera Paradise (2014). Asimismo, compiló parte de sus tres primeros trabajo en Modelo T. Antología personal 1999-2009 (Guatemala, 2010).

 

Olivo de Córcega, de Crooner

Para Juan Luis Rodríguez

Es verdad: yo conozco el diablo

Habla en clave, santo y seña

Esculpe piedras rosadas

en la isla de Córcega

Yo aquí, tan solo partiendo hielo,

me acuchillé.

Me hice con la cuchilla del diablo

una herida por la que pasa

el dedo de Dios.

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