Princesas Rojas: la metáfora de una sociedad que se quiebra

La película Princesas Rojas, de Laura Astorga, se exhibe en los cines nacionales y ganó ganó el premio del público en el pasado Festival

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La película Princesas Rojas, de Laura Astorga, se exhibe en los cines nacionales y ganó ganó el premio del público en el pasado Festival de Cine de Costa Rica 2013.

Princesas Rojas trajo a la pantalla la participación de costarricenses en el conflicto centroamericano de los años ochentas, un momento repleto de historias casi desconocidas, y olvidadas para una gran mayoría, pero que marcó la vida de una niña que al crecer se inspiró en aquellas experiencias para producir su primer largometraje.

El filme se exhibe en los cines nacionales, ganó el premio del público en el pasado Festival Internacional de Cine de Costa Rica, obtuvo reconocimientos en muestras internacionales y pronto continuará su viaje por diversos festivales del mundo.

El Semanario UNIVERSIDAD conversó con su directora, Laura Astorga, acerca de los múltiples conflictos políticos, militares y emocionales que subyacen en su relato y principalmente el choque entre las luchas de los adultos y la aspiración a estabilidad y certidumbre de dos niñas envueltas en un torbellino, que es el de su familia pero a la vez el de Centroamérica. Este es un extracto de la entrevista.

¿Por qué debería ser importante recordar y contar  el conflicto centroamericano de los años ochentas y la participación de jóvenes costarricenses en el apoyo a la revolución sandinista?

−“En general (en Costa Rica) no abordamos la historia. Es como una cultura evasiva de la historia, de la propia, de la ajena, especialmente si genera polaridades. Para mí es bonito hacerlo como lo hice, desde un lugar muy emocional y empático que es la mirada de unas niñas. Todos hemos pasado por ese no-lugar de la infancia y en esa fragilidad donde las decisiones las toman los adultos. Ese punto de vista considero yo que puede generar empatía independientemente  de la experiencia personal de cada quien.

“Tuve el privilegio de haber vivido ciertas  cosas y haber sobrevivido a ciertas historias,  que por causalidad son familiares y cercanas, pero a  la vez la posibilidad de contar un momento histórico que no se ha contado; entonces fue como darse cuenta que eso podría ofrecer algo sin que sea tan rápidamente polarizado, sin que la gente reaccione tan rápidamente con “¿que es esta cosa comunista?”.

Pareciera que de hecho la película no ha generado esa percepción polarizada y predomina la historia infantil…

−“Sí, hay gente que sí se lo ha planteado. Sabía que era un riesgo. y cierta gente que vivió esas historias desde adentro iban a tener el dolor de que no se contara lo suyo.Me interesa más la gente que no lo vivió y siente que algo le palpita ahí.

“En ese sentido estoy satisfecha porque la gente se identifica desde cualquier perspectiva. Por ejemplo he tenido comentarios de venezolanos que  vinieron aquí porque “el chavismo los atacaba” y se sienten  completamente identificados con lo que viven  las niñas en la película, con unos padres que se polarizan emocionalmente y políticamente y  se dividen”.

Porque la película también permite esa lectura, que por un lado es la madre la que traiciona y escapa, pero también puede ser visto como la madre que, desde su perspectiva, hace todo lo posible por salvar a sus niñas…

−“Sí, tiene  las dos lecturas, y entre los padres eso funciona como la versión de cada quien, es la versión de lo que cada quien piensa que es mejor para su familia o para su país o mejor para su lucha”.

¿De lo que viviste o recordaste en su momento, qué te interesaba destacar de ese momento de la historia?

−“Para mí era importante exactamente ese momento, no solo porque lo viví y lo leí, sino porque es una metáfora. Mientras mis padres estaban juntos era como el periodo de la leche y la miel, de Nicaragua, o del momento de las revoluciones en Centroamérica, de la posibilidad de ‘revolucionarse’, y cuando sucede que se separan ya viene una debacle que tiene que ver con el sandinismo y después las guerra recrudece en Guatemala, El Salvador y Honduras, y para mí el rompimiento familiar me funciona como metáfora, del momento histórico político de Centroamérica”.

¿Cuál fue el legado de lo que vivió la generación de tus papás en el conflicto centroamericano?

−“Creo que la encuesta de La Nación (del domingo 1 de diciembre) puede decir mucho sobre eso. Esta intención de voto de ahora tiene que ver con gente que nació  ya en los ochentas, o en los setentas que están decidiendo un voto con mayor madurez. Esta gente oyó cosas, percibió cosas, no las vivió, como sus padres; pero entonces  la gente que no lo vivió tiene un poco  de ilusión, creció con una familia que tal vez  no lo decía directamente pero que tenía ciertos valores socialistas, entonces vienen creciendo con una ilusión de que el voto sea para cambiar completamente.

“La encuesta del domingo me ha hecho pensar que si será que hay una generación criada en el neoliberalismo pero que ha cultivado secretamente una fantasía de  socialismo, entonces creo que eso puede ser la herencia en este momento, porque no veo otra”.

¿Valió la pena todo lo sufrido por las niñas y el sacrificio de sus padres en aquel momento?

−“Sí, pero no podemos saberlo ahora. La retrospectiva de eso será en 50 años. Nosotros no vamos a verlo. La pena es que no nos deleitaremos. Entonces queda la fe de que a futuro, eso vaya a tener repercusión”.

La película también puede verse como el conflicto entre dos mundos, uno es un torbellino adulto que arrastra a las niñas y el otro es la escuela,  con un ambiente de seguridad, certidumbre y arte. Esa escuela, que en la realidad es  el Conservatorio Castella, ¿que significó en tu vida y en la vida de tus personajes?

−“Es como lo que alinea mi vida, pues me dedico a esto un poco por eso. Lo que me marca a mí es el Castella y una vivencia particular de cuando estuve en campamentos de pioneros en Cuba y en la Escuela de Cine, realmente es como que si el Conservatorio me abrió un universo que luego fui descubriendo que era lo que más me gustaba. Una ventaja del Castella es que uno se aislaba un poco, y era como que el tema político ya no tenía campo porque había otros problemas: había ballet, coro, banda, que eran otros problemas para las niñas, además muy graves, en el sentido de que uno tiene un ensayo de música, de teatro, que todo tiene que ver con mostrar hacia otros su arte, eso te lo enseñan muy pronto, y hace que tus problemas se vuelvan más grandes, es decir, de puntualidad , de saberse la materia, de que se vea bonito”.

En la película, las prioridades de los adultos son totalmente opuestas a las de las niñas, puede haber una revolución en camino pero a ellas no les importa, les importa ir al ensayo de coro ¿ese conflicto te lo planteaste adrede?

−“No estaba planteado de esa forma pero sí se refleja que el universo de los adultos los arrastra  y no se detienen, solo piden que se les obedezca. Los niños son seres pensantes pero sin derechos, no son ciudadanos, no son tomados en cuenta el los planes de nadie”.

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Imagen de la filmación de Princesas Rojas, una película que cuenta la historia de dos niñas que solo les interesa aprender a cantar, mientras sus padres participan en la lucha armada centroamericana de los años ochentas.

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