Racismo: Del insulto grosero, a la agresión políticamente correcta

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La serigrafía “El blanqueamiento de la sangre” es un autorretrato impreso en sangre y semen, y es parte de la muestra ¿Y qué fue de Cocorí? (Foto: Cortesía TEOR/éTica)

El billete costarricense de ¢5 es considerado uno de los más hermosos del mundo. En él se ve “Alegoría al café y al banano”, mural del Teatro Nacional realizado por el italiano Aleardo Villa que describe la producción de ambos cultivos.

En la pintura se muestran hombres y mujeres trabajando los cultivos y un puerto, que pareciera ser Limón. En el billete no hay una sola persona negra. La ironía quema.

Cuestionar el racismo que denota tal invisibilización de la población afrodescendiente en el arte es la motivación de la exposición ¿Y qué fue de Cocorí?, del artista Marton Robinson, que se exhibe en la Sala Poligráfica de TEOR/éTica (ubicada en San José, 300 m al Norte del kiosco del parque Morazán).

La muestra, que incluye serigrafía, audiovisual, instalación y recortes de periódicos y anuncios, muestra cómo los negros han sido representados en la cultura popular: siendo llamados “negros hijueputas” desde la gradería de un estadio, pero convirtiéndose en héroes, encarnados por “el negrito más feliz de Costa Rica”, cuando Joel Campbell anotaba un gol en el Mundial.

El artista plasma su visión a través de la intervención de objetos culturales, como el billete de ¢5, cuyos personajes son convertidos en gente negra, o unas alcancías casi monstruosas, en forma de personas negras a las que Robinson vistió con trajes típicos.

Al mismo tiempo, expone anuncios y portadas en periódicos, donde las burlas y los actos deportivos “heroicos” de los afrodescendientes ticos se mezclan. La obra de Robinson nos muestra cuán hipócritas somos y cuánto separamos lo “tico” de lo “negrititico”.

El artista asegura que su trabajo aborda las representaciones de la negritud y el racismo en Costa Rica, contempla los conceptos de identidad y los estereotipos que ha tenido que enfrentar por su experiencia personal, que incluye desde ser requisado por la policía más frecuentemente que cualquier blanco hasta enfrentarse a que el asiento a su lado se quede casi siempre vacío en el autobús, por el sólo hecho de ser negro.

Según dice, le interesa cuestionar y reflexionar sobre la mirada racista y cómo se construye, a través de la representación de la afrodescendencia en los medios de comunicación y cultura popular, “buscando insertar al afrodescendiente en el imaginario e ideología del sujeto nacional como un sujeto blanco/mestizo”.

UNA BÚSQUEDA DE VISIBILIZACIÓN Y EQUIDAD DESDE EL ARTE

Para Rina Cáceres, historiadora y directora del Programa de Estudios de la Diáspora (del Centro de Investigaciones Históricas de América Central de la Universidad de Costa Rica), la muestra es la voz de un joven artista afrocaribeño-costarricense que expone a través de su narrativa visual una crítica y una preocupación de algo íntimo de nuestra sociedad.

“Es un minuto de desgarro provocado por el racismo y la exclusión que, lamentablemente, se vive en el país. Es un retrato escrito desde su experiencia personal como costarricense, que nos llama a reflexionar sobre quiénes somos como conjunto social”, afirma.

La muestra, dice Cáceres, deja al descubierto la invisibilización, la descalificación y los insultos con que son tratadas las personas negras en el arte costarricense, al tiempo que evidencia el desconocimiento y la ignorancia reinante sobre los aportes artísticos e intelectuales de los negros, a la cultura nacional.

Según la historiadora, no solamente es necesario reconocer a la población negra como objeto de retrato y como sujeto de análisis en el arte, sino “reconocerlos como creadores intelectuales como cualquier otro grupo nacional”, que es lo más importante para “desinvisibilizarlos”.

“Poco se conoce de la creación literaria, por ejemplo. Muchas veces se cree que el Calypso, el reggae y las aventuras de Anansi son las únicas creaciones de la cultura afrocaribeña. El problema es que se puede quedar en el “folclorismo” y la anécdota si no se ubica a estas manifestaciones culturales en un contexto más amplio de creación, donde conviven con otras formas de creación”, opina Cáceres.

Para Robinson, no es posible hablar de reconocimiento y visibilización mientras no haya “equidad y una intención de reconocer y comprender a la cultura de los afrodescendientes desde la otredad”. Así, dice, el abordaje de esta temática en el arte y la cultura debe entenderse “desde una sociedad que construye un imaginario para todos”.

La muestra de Marton Robinson estará abierta al público hasta el 22 de febrero, en la Sala Poligráfica de TEOR/éTica.

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