El pintor José Vargas siempre anda buscando ventanas para mirar al mundo y esa pasión lo llevó a rastrear dicha noción en el renacimiento hasta aterrizar en nuestros días, en los cuales una ventana se parece más a un televisor o una pantalla que conecta con Internet.
Con ese afán de explorar las formas para acercarse al exterior, una comunicación que lleve al “yo” a ese contacto con el exterior, Vargas presenta desde el 4 de febrero su exposición “Ventanas de Costa Rica”. Esta muestra de 13 pinturas –que ha reunido fruto del trabajo de largos años– estará abierta hasta el 30 de abril en el Museo Histórico Juan Santamaría.
“Parto del concepto de ventana que se manejaba en el siglo XV. Lo que busco es un concepto de ventana por donde el hombre mira siempre hacia el exterior”, dijo.
Esa noción hace que sus ventanas no se ajusten a la idea tradicional, sino que a veces hay que encontrarlas enclavadas en una puerta, o simplemente que un marco haga las veces de ventana para poder ver, a través de él, el universo que se muestra a continuación.
Vargas, graduado en Bellas Artes en la Universidad de Costa Rica (UCR), se dedicó en un principio a la docencia y, luego, decidió abrir su propio estudio, práctica que en la actualidad combina con los talleres.
Reconoce que el trabajo independiente conlleva mayores riesgos económicos, pero que tiene la compensación de la libertad creativa. Y eso es justamente, destaca, lo que hace en su exhibición.
Desde una ventana convencional, una puerta que sugiere ese concepto hasta un paisaje enmarcado, son ventanas por las cuales se pretende aprehender el universo que rodea al ser humano, resalta.
La técnica empleada por Vargas es óleo sobre lienzo y madera. De acuerdo con el artista, en las ventanas se puede encontrar una manifestación arquitectónica de cómo se ha ido plasmando una determinada visión de una sociedad en particular.
Radicado en Alajuela, Vargas ganó en 1997 el primer premio en la categoría de réplicas de obras maestras, organizado por al Creative Resource Internacional de Nueva York.
Ese gusto por las ventanas, por las cuales puede entrar la Luna, el crepúsculo, un volcán, un paisaje abierto, una mirada… en definitiva, la heredó –recuerda- de grandes artistas nacionales como Francisco Amighetti, quien pintó su obra “La gran ventana”.
Sus referencias a las ventanas no siempre se pueden tomar de forma textual, sino que por lo general llevan un hálito metafórico, porque mirar es todo un arte.
“La vista es una capacidad que introduce en nuestra vida un sinfín de complicaciones. En un lugar estamos nosotros observando la realidad que nos rodea, entramando sus interrelaciones y la relación de estas con nosotros; en otro encontramos esa realidad observándonos desde distintos ángulos, situación de la que también tomamos conciencia en nuestra observación”, afirma John Berger en su ya clásico ensayo “Modos de ver”.
VOLVER A VER
Vargas lamenta que en los últimos años el ser humano haya mirado más por la “caja tonta” como es la televisión, la cual se convirtió en la gran ventana después de los años 50.
Y hoy, reconoce, existe una gran ventana al mundo que no se sabe si lo hace mejor o peor, es el poder que engloba en sí mismo el Internet.
“Si antes se miraba por la ventana de la televisión, hoy se hace por la de Internet, pero hemos ido perdiendo esa forma de acercarnos al exterior”.
Además, desde el siglo XV, la noción de ventana ha evolucionado de forma significativa, apunta el artista. En ese tiempo, se partía de la idea que el cuadro de la ventana daba un sentido de orden, el cual a su vez organizaba el espacio y el tiempo de esa visión de mundo que se le empezaba a exigir al artista del Renacimiento.
Para mirar por las ventanas de José Vargas, es preciso ir reconstruyendo en cada cuadro el contexto, pues de lo contrario el observador se puede perder buscando ese concepto tradicional de ventana.
Y como para Vargas es un concepto amplio, flexible, en su exposición es posible ver por esa ventana imaginaria a los volcanes Poás y Turrialba, los cuales conviven con un arco que se abre o con un hombre aferrado a unos barrotes, pero en realidad, lejos de ver, él es el observado, de acuerdo con la propuesta artística de este alajuelense.
OTRAS MIRADAS
En una de sus narraciones cortas, titulada justamente “La ventana”, Carlos Salazar Herrera recoge con riqueza una variante de esa idea de ventana ampliada que en su exposición maneja Vargas.
Cuando el marido va a volver siete años después a su casa, su mujer lo espera con la emoción que suscita un nuevo encuentro en el hogar, y no rodeados de la brisa salobre de un mar que marca distancias con el mundo.
Ella lo tiene todo preparado, la casa limpia. Se infiere el recibimiento perfecto, el cual se hubiese derrumbado de no haber estado la mujer atenta al principal detalle de la narración: la ventana.
– ¿Qué querés?… –dijo ella cuando pudo hablar.
–Dame un vaso de agua de la tinaja.
Hacía… ¡siete años! Que tenía ganas de beber un vaso de agua fresca y pura de aquella resonante tinaja, porque allá… donde él había estado tanto tiempo, el agua era tibia y salobre.
Después… se puso a acariciar con sus miradas la salita de su casa. ¡Su casa!… ¡Su hogar!…
Entonces notó que su mujer le había hecho quitar los barrotes de hierro a la ventana…
Y con una mirada, destilando gratitud, le dio las gracias.
Ventanas de Costa Rica es una muestra del trabajo tesonero y continuo que Vargas ha sostenido a lo largo de varios años. Esto ha permitido que su arte se encuentre en colecciones privadas tanto en el país como en Alemania y Holanda, entre otros.
La exhibición de Vargas se ubica en el primer piso del Museo Juan Santamaría y su horario es de martes a domingo de 10 a.m. a 5:30 p.m.