El fracaso de la Selección en líneas

¿Si la Federación Costarricense de Fútbol contrata a Pep Guardiola, técnico del Barcelona, como entrenador de la Selección Nacional, jugaría mejor el equipo y

¿Si la Federación Costarricense de Fútbol contrata a Pep Guardiola, técnico del Barcelona, como entrenador de la Selección Nacional, jugaría mejor el equipo y podríamos quizá ganar la Copa Oro?

Esta pregunta del millón de dólares tiene respuesta negativa, porque la serie de fracasos del fútbol costarricense —eliminado del Mundial de Sudáfrica, eliminado del torneo de la UNCAF y ahora eliminado de la Copa Oro— pasa más por la mano de obra que por el arquitecto encargado de levantar la edificación.

El fútbol de Costa Rica es de muy baja calidad y lo juegan futbolistas de baja calidad, quienes están inflados por algunos logros aislados, como fue el grandioso trabajo en Italia 90; las clasificaciones a los Mundiales de Corea y Alemania; el tercer lugar del Saprissa en el mundial de clubes, y numerosas clasificaciones de selecciones menores a campeonatos mundiales, más por exceso de espacio que por calidad.

 

Dirigentes fanáticos y periodistas deportivos de escasa academia, dispuestos a calificar de estrellas a muchos que no pasan de luciérnagas, hundieron al fútbol nacional en una mediocridad y en una decadencia. Esta se ve retratada en un campeonato donde 11 de los 12 equipos están quebrados o endeudados; donde surgió la corrupción en varios de sus dirigentes; donde no se exigen atestados para jugar con relativo éxito en la máxima categoría, y donde hemos visto, sin inmutarnos, como el fútbol de Panamá ya nos supera; no le ganamos al de El Salvador; el de Honduras nos hace añicos y los dos grandes del Norte, México y Estados Unidos, nos dejaron botados a miles de metros de un profundo acantilado.

En medio del derrumbe, la dirigencia decide dar un golpe de efecto y firma a un director técnico de primer nivel en América: el argentino Ricardo La Volpe, campeón mundial con Argentina en 1978 como jugador, profesional en varios clubes mexicanos y con una carrera repleta de éxitos al frente del seleccionado azteca en los que sumó la Copa Oro y la participación en el Mundial de Alemania. Con la esperanza de que el trabajo de un maestro empezara a forjar el milagro de la mejoría en el alumno.

La Volpe no es Guardiola, pero en el nivel de la Confederación Norte, Centroamericana y del Caribe de Fútbol (CONCACAF), donde se mueve el fútbol mexicano y costarricense, es un profesional cotizado y de alto nivel.

Pues bien, con La Volpe al frente del seleccionado, sus lecciones en los entrenamientos; sus largas horas de práctica y teoría; su insistencia que rayaba en lo obsesivo por detener las malas acciones del juego, y repetirlas y repetirlas hasta que el alumno las ejecute bien, son esfuerzos que no dan frutos por ninguna parte. Costa Rica bajó del torneo de UNCAF y de Copa Oro luego de presentaciones decepcionantes e incluso humillantes, como sucedió el día del baile que México les pegó en el primer tiempo del partido un 4-0.

Reina el caos, surgen decenas de interrogantes, Honduras nos elimina, el equipo no carbura, no camina y no mejora, y esto es lo que preocupa, porque con La Volpe se esperaba que sus conocimientos hicieran mella en las piernas y mentes de los jugadores nacionales. Se esperaba observar mejorías y nunca retrocesos, los cuales se han presentado desde que el argentino los conduce.

RESIGNACIÓN O REPUNTE

¡Eso es lo que tenemos!, gritan no los conformistas, sino los realistas.

La Selección Nacional es el reflejo del campeonato nacional, inundado de mediocridad, y no se le pueden pedir peras al olmo.

Fútbol artesanal, de bajo nivel, solo puede dar un seleccionado de baja calidad y bajo nivel. En eso, estamos de acuerdo. Pero si se le pagan millones de colones cada mes a un maestro, uno espera que sus alumnos demuestren algunas mejoras, porque de lo contrario, pareciera que tampoco el maestro sirve y aquí entramos en la competencia.

Ricardo La Volpe no ha querido hundirse o sumergirse en el fútbol costarricense; no quiere ir a los estadios y no ve partidos del campeonato nacional. Sus patronos están obligados a modificar eso. O se mete a ver figuras del torneo criollo, se involucra más con lo nuestro y muestra un sentido de pertenencia más leal a la causa, o mejor que se marche.

El argentino es un técnico distante, como que no quiere ensuciarse con el barro de nuestros céspedes y graderíos, convoca, trabaja fuerte en las prácticas, cobra y punto.

Todavía no sabe donde se ubica el estadio Carlos Ugalde, donde juega el subcampeón nacional San Carlos. Quizás por eso no tiene futbolistas norteños en sus nóminas.

Se apuntó a lo fácil, a suponer que los jugadores costarricenses que juegan en el extranjero son los mejores y los prefiere para formar sus alineaciones: contra Honduras actuaron en la formación titular 9 legionarios y solo 2 locales.

Su corto camino al frente de la Tricolor está marcado en el desastre: un partido de entrega ante los argentinos; una goleada a la débil Cuba; empates de araña contra China y El Salvador, y derrotas que han dolido por el escaso fútbol exhibido frente a México y Honduras.

Ausencias notables en las convocatorias, pésima lectura de los partidos y error en los cambios hacen del trabajo de Ricardo La Volpe una copia al carbón o quizá más borrosa, de la que haría cualquier otro entrenador sin su nombre, pero tampoco sin su sueldo y esto es lo que obliga a la dirigencia a tomar decisiones.

Dejemos pasar el aparentemente e inevitable ridículo que vamos a exhibir en la Copa América, donde Costa Rica fue invitada a participar en lugar de Japón. En esa copa, enfrentaremos en los próximos días a las selecciones de Colombia, Bolivia y Argentina, todas superiores a la hondureña. Y de regreso a casa, después del periplo suramericano, a ver que decisiones se toman para darle un giro al asunto.

Contratar a Pep Guardiola no es la solución, pero que la Selección Nacional mejore con la Volpe, sí es una obligación.

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