Andy Reyes, mundialista de la Sub 17:

“Me gustaría jugar en la liga inglesa”

Andy Reyes tiene 16 años. Vive en San Miguel de Naranjo, en una casa humilde que no es propia, en compañía del papá

Andy Reyes tiene 16 años. Vive en San Miguel de Naranjo, en una casa humilde que no es propia, en compañía de su papá, Julio Reyes, su mamá Rosa Vado y su hermanita de seis años Natalia. Tiene también un hermano de 22 años, Rolvin, que ya no vive en la casa.

Andy puede parecer un muchacho como cualquier otro del pueblo, pero ya nada es igual gracias al fútbol y su esfuerzo como jugador en la Selección Sub-17; representó a Costa Rica en la Copa Mundial de la FIFA Chile 2015 y fue el artífice del último penal ante Francia, que nos dio el pase a cuartos de final.

Su vida no ha sido sencilla. La situación económica en su familia siempre ha sido complicada. Desde muy pequeño tuvo que coger café para poder ayudar en su casa, por lo que sabe desde muy temprana edad que las cosas cuestan trabajo duro y esfuerzo. Ahora tiene 16 años y ya apunta a tener un futuro exitoso por delante.

¿Quién es Andy Reyes?

−Soy una persona humilde, trabajadora, que se esfuerza por lo que quiere, que ama jugar al fútbol. Casi no me gusta salir, me gusta más descansar. Un poco cariñoso, romántico, me gusta ir a mejenguear con mis amigos y comer mucho.

¿Cuál fue el primer acercamiento que tuvo con el fútbol?

−Fue cuando estaba en segundo grado. La profesora dijo que iban a armar un equipo en el pueblo y entonces fui el domingo y ahí empecé a jugar. Eso fue como en el 2006 y desde ahí empecé, hasta la fecha.

 ¿Cuáles han sido sacrificios que ha tenido que hacer para jugar?

−He tenido que sacrificar el cole y los amigos.

¿Cómo lo descubrieron como jugador de fútbol?

−Una vez vinieron unos visores del Carmelita y me dijeron que fuera a hacer una prueba, entonces fui la primera semana con mi papá y me integré al equipo y ahí me presentaron. Al siguiente día tenía partido, jugué y pude anotar dos goles y después de eso me dijeron que me quedara. Eso fue en el año 2009.

¿Por qué delantero?

−Al principio jugaba de mediocampista aquí, en mi pueblo, y cuando llegué ahí (al Carmelita) no sé, yo quería ser delantero. De hecho le dije a mi entrenador que quería ser delantero. Cuando le dije a mi papá que me habían preguntado la posición me preguntó “pero, ¿por qué usted dijo eso?”. “Es que a mí me gusta jugar más de delantero”, respondí. Después de ahí ya empecé a jugar de delantero. Pero, de hecho, yo juego en todas las posiciones.

¿Cómo llega a la Selección?

−Una vez en San Carlos fui a jugar y el entrenador de la Sele, Frank Carrillo, me llamó para que fuera a hacer una prueba; fui como una semana y el fin de semana tenía partido. Fui a jugar, pero le había dicho al profe que iba a seguir con tal de que él me diera una carta para el colegio, pero nunca me la dio, entonces mi mamá me dijo que mejor me saliera. Me salí y después, al tiempo, me volvieron a llamar y ya ahí sí me pude mantener.

 ¿Cómo es ser un jugador de la Sele?

−Es muy difícil, es una responsabilidad muy enorme. Hay que acoplarse a todas las reglas que nos dice el entrenador y cuerpo técnico. Hay que adaptarse a los compañeros, porque son de diferentes partes del país, pero se comparte mucho, se convive en familia y disfrutamos bastante.

¿Cuál es su reacción cuando se da cuenta que lo convocan para ir al mundial?

−Antes de eso estaba con muchos nervios, siempre le decía a mi mamá: “Mami, ojalá me convoquen, porque si no me convocan me voy a agüevar y va a ser muy feo”.

Ese día jugamos contra Nicaragua un amistoso y, entonces, el profe entró al camerino y dijo unas palabras; después fue a saludar a todos y mando “báñense y después bajan y ven la lista”. Nos bañamos y bajé; en lo primero que se fija uno es en el nombre de uno; entonces llegué y vi la lista y mi nombre y ya me relajé todo. Por dicha pude estar.

¿Cómo es Marcelo Herrera como entrenador?

−Él es muy pura vida, sabe lo que tiene que hacer con responsabilidad. No negocia la actitud y nos exige mucho, y no le gusta que seamos muy vagos.

En el partido contra Sudáfrica, ¿cómo es el momento en el que pitan el penal y usted sabe que tiene que tirarlo?

−Al principio estaba un poco nervioso, mis compañeros me decían “bendiciones”, “que lo haga”, “hay que hacerlo”; entonces puse la bola, veía al árbitro a cada rato para que pitara, agarré impulso y le di duro y la tiré arriba. Cuando vi que iba arriba pensé “fijo me lo taparon”, pero entró y entonces ya pude celebrarlo.

¿Cómo se sintió en ese momento?

−Sentí una alegría inmensa, un orgullo de poder anotar en el mundial y hacer felices a los que me apoyan y a mi grupo.

¿Cómo fue el proceso en general del Mundial, la experiencia?

−Es una experiencia única, compartir con todos mis compañeros, es lo mejor que me ha pasado en la vida. No tengo las palabras para describirlo.

¿Ya había viajado al exterior antes de este Mundial?

−Sí, he ido a Argentina, Italia, Japón, España, Panamá, Estados Unidos y México. Son giras que el profe hizo antes del mundial y después del premundial, para ir agarrando experiencia y pensando en lo que nos tocaba más adelante. La primera vez que salí del país fue en el 2010, a Honduras, con Carmelita.

Si pudiera escoger, ¿en qué equipo le gustaría jugar?

−En la liga inglesa, como en el Arsenal.

¿Qué hay para Andy ahora?

−La otra semana ya me espera un viaje largo; bueno, son dos: uno a Portugal, al Porto, y otro a Francia.

¿Cuál es el contacto que han establecido con el FC Porto?

−No sé si voy a prueba o a una pasantía, todavía no estoy seguro qué es. Son 15 días en Portugal y 15 días en Francia. En Francia todavía no sé a qué equipo voy.

¿Qué piensa hacer con el tema del estudio?

−El próximo año ya empiezo a estudiar; lo voy a sacar por fuera, con un tutor.

 ¿Cuál es su sueño? ¿Qué es lo que quiere alcanzar en la vida?

−Primero que todo quiero regalarle una casa a mi mamá. Ella siempre ha soñado con eso, bueno, todos, tener una casa propia y tener un cuarto para cada uno. Sería lo mejor, la verdad. Después irme al extranjero a algún equipo en Europa y quedarme viviendo allá, con mi familia.

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