Cómo vivió el equipo legal costarricense la victoria en la CIJ

En La Haya, UNIVERSIDAD fue testigo de primera línea de cómo vivió el equipo legal costarricense el fallo de la CIJ.

 

LA HAYA, Países Bajos. Tras casi dos horas de lectura del fallo sobre isla Portillos y cuando el jurado salió por una puerta lateral a su izquierda, los miembros del equipo costarricense —sentados al frente y a la derecha, en una de las dos largas mesas frente a los jueces— volvieron a la vida: se felicitaron por el resultado, sonrieron con discreción y recibieron abrazos y apretones de manos de algunos de los observadores.

Los abogados de Nicaragua —en una mesa similar, pero a la izquierda de la sala— ordenaron unos papeles y se levantaron de sus sillas sin más.

A diferencia de los partidos de fútbol o de béisbol, los tribunales internacionales no siempre son explícitos al declarar los ganadores y perdedores porque no necesitan hacerlo.

Atrapado entre la muda celebración, el embajador Sergio Ugalde fue de los últimos en salir de la sala del Palacio de la Paz donde fue leído el fallo. Ugalde se volteó hacia el equipo legal del país y después quedó atrás por recibir las felicitaciones por el resultado.

Afuera de la sala lo esperaban dos periodistas de las agencias que cubren la Corte Internacional de Justicia (CIJ). El embajador intentó, a como pudo, esquivar las preguntas.

—Lo único que puedo señalar es que estamos muy satisfechos con el resultado, pero serán el presidente de la República y el Canciller los que se referirán.

—Solo una pregunta técnica, ¿esto significa que la isla Portillos es territorio costarricense?—, le consultó una de las periodistas.

—Así es—, contestó a secas el embajador y siguió su camino.

Ugalde salió hacia la salita que había recibido Costa Rica para utilizarla antes y después de la lectura, a apresurar al equipo para poder comunicarse lo antes posible con las autoridades en San José.

Tanto el embajador  como el departamento de prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto fueron claros: las declaraciones saldrían de Casa Presidencial. Los voceros oficiales del Estado serían el Presidente Luis Guillermo Solís y el Canciller Manuel González, pero Ugalde no traicionó este pacto cuando dijo estar satisfecho: solo puso palabras a lo que fue evidente tras la lectura.

Sin embargo, esta emoción final del equipo legal del país contrastó con la sobriedad con que encararon el fallo. Cuando a mitad de su lectura, el juez presidente Ronny Abrahams anunció que “la soberanía del territorio en disputa pertenece a Costa Rica” no hubo reacción.

Más adelante, la lectura llegó al punto donde el juez aseveró que “Nicaragua ha violado la soberanía territorial de Costa Rica” y tampoco el equipo dio señales de vida. Mientras las redes sociales costarricenses reventaban de comentarios, Ugalde y el equipo legal (el propio embajador fue asesor en el caso antes de ser nombrado en la misión costarricense en La Haya) esperaron hasta que se retiraron los jueces para soltarse.

Es probable que ese sea el encanto del Palacio de la Paz, construido en 1913 en la ciudad holandesa de La Haya y que alberga tanto a la CIJ como otros organismos internacionales. Por fuera, parece un poco un castillo y otro poco una catedral; por dentro, la escalinata principal, la piedra pulida de sus paredes y las lámparas de varios brazos le confieren un aire precisamente de eso, de palacio.

Aquí, en una sala coronada por seis enormes candelabros de cristal, forradas las paredes en madera y donde todos parecen vestir siempre traje, se decidió el destino de los 17 kilómetros cuadrados de barro y pantanos que tanto Nicaragua como Costa Rica reclaman como propios.

La decisión recayó en 16 jueces, que entraron por una puerta a la izquierda con sus largas togas negras, uno detrás del otro; solo tres eran mujeres y solo tres sin anteojos. Avanzaron despacio cruzando la sala hasta que el primero de la línea topó el último asiento blanco detrás de la mesa principal y entonces cada uno tomó su campo.

A las 3 p. m., hora holandesa, un ayudante anunció el ingreso del jurado y toda la audiencia se puso en pie (lo mismo ocurriría a su salida) y entró el grupo que más tarde zanjó los asuntos que Costa Rica y Nicaragua dejaron sueltos.

Durante cinco años, desde que Costa Rica presentó la demanda contra Nicaragua en 2010, esos 17 kilómetros cuadrados estuvieron bajo los reflectores.

Mientras las dos pantallas sobre las cabezas de los jueces mostraban un croquis del río San Juan y sus áreas aledañas (eso sí, con la aclaración escrita de que servían solo propósitos ilustrativos) el francés Abraham guió al medio centenar de personas presentes en la sala por las particularidades hidrográficas y la evolución histórica del límite entre ambas naciones.

Del fallo mucho se ha dicho: leído parcialmente en un inglés pausado y en un francés furibundo (el traductor a inglés tuvo que tomar aliento en varios puntos), dejó claro que isla Portillos es territorio costarricense, que Nicaragua violó la soberanía territorial y que debe pagar daños; también dejó claro que Costa Rica faltó a su obligación de preparar un estudio ambiental en el caso de la Ruta 1856.

—Les fue bien, ¿verdad?—, me preguntó en el vestíbulo un abogado que representa otro país latino en la Corte, pero que prefirió no identificarse.

—¿Por qué lo dice?

—Porque les reconocieron la soberanía sobre el territorio y además la reparación.

—¿Y qué piensa del fallo de la ruta?

—Bueno, no vi que la Corte dijera nada fuerte sobre eso.

En el vestíbulo ese parecía el ambiente. Cada país había recibido una pequeña sala, cada una a un lado de la gran escalinata principal y al equipo costarricense lo saludaron varias veces mientras lo cruzaba. En la oficina de madera donde trabajaba el equipo costarricense, el embajador Ugalde dio indicaciones del camino a seguir.

—Viene un taxi de camino, llega en cinco minutos. Vamos a la embajada y ahí podemos tener una pequeña charla antes de hablar con el Presidente—, dijo el embajador, en inglés.

El grupo se puso en marcha y en cuestión de minutos el taxi había llegado, los abogados estaban camino a la embajada y en San José pronto podrían recibir de primera mano la impresiones del equipo legal en La Haya, pero por ahora salían en silencio del Palacio de la Paz. Ya habría tiempo para celebrar en grande.

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