El ajedrez político alemán se complica después de los comicios.
Harlan Fuhr, profesor de la Universidad de Potsdam: «En Alemania las reformas están muy atrasadas».
Un virtual empate electoral; un país perplejo ante una crisis económica para la que el actual escenario político no ofrece solución; agotado por el esfuerzo de integración con el este, Alemania parece haber llegado a un callejón sin salida.
Con casi cinco millones de personas desempleadas, la ciudadanía se enfrentó a la oferta de reformas neoliberales que decidieron rechazar: la de los más conservadores, agrupados en los partidos demócrata cristianos (CDU-CSU), encabezados por Angela Merkel; pero también la de los socialdemócratas (SPD) del actual jefe de gobierno, Gerhard Schroeder. La coalición roja-verde (SPD-Verdes), hasta ahora en el poder, perdió su mayoría absoluta en el parlamento, pero sus adversarios cristiano-demócratas y liberales no la obtuvieron tampoco. El surgimiento de un nuevo partido de izquierda ha vuelto inaplicables las viejas alianzas, estimó un analista europeo.
«En Alemania las reformas están muy atrasadas. Pero esas reformas van a crear graves problemas sociales», dijo a UNIVERSIDAD el académico alemán Harald Fuhr, de visita la semana pasada en la UCR, quien recordó que en estas elecciones, el que mas creció fue el Partido de la izquierda, que agrupa a excomunistas y a exsocialdemócratas.
Fuhr resumió esas reformas al señalar que representan «más responsabilidad individual, menos privilegios» y reconoció que «con mayorías pequeñas no se puede manejar la gran agenda de reformas necesarias». De modo que ve con simpatías la posibilidad de una gran coalición entre socialdemócratas y socialcristianos, los dos grandes partidos del país; aunque reconoce también que de ese modo los partidos menores se radicalizarán.
«Yo tengo miedo, ¿qué pasa si tenemos más desempleo, qué podría significar eso para la estabilidad política del país?» Entre otras cosas, contesta, la radicalización de la derecha, el rechazo de los inmigrantes.
El dilema alemán se refleja en la opinión de que «los alemanes saben que es necesario reformar el Estado benefactor, que hace falta ajustarlo al mundo globalizado, pero manteniendo sus propias estructuras «.
No es fácil entender exactamente qué significa eso.
La encrucijada alemana fue definida así en el diario conservador español ABC: «El resultado de Alemania muestra la desconfianza de los electores hacia los grandes partidos. Por eso no han superado la barrera del 35%. Se rechaza la alternativa de gobierno, porque no se cree en las reformas que plantean. Y el público elector, perplejo ante lo que ve, oye y siente, opta por la seguridad de la subvención del Estado de bienestar, en lugar del riesgo que supone nuevas medidas que no garantizan el mínimo que se tiene. Es indudable que cualquier país necesita cambios en todos los ámbitos, pero el miedo a perder lo conseguido suele vencer al riesgo de afrontar algo que puede ser mejor, pero no se ve cómo».
CAMBIOS
La crisis económica alemana empezó a perfilarse hace ya más de 20 años, recordó Fuhr. «En los años 80, Alemania empezó con algunas reformas retrasadas, comparada con las de Estados Unidos. Otros países hicieron sus privatizaciones, nosotros mantuvimos algunos monopolios. Pero siempre el buen desempeño de las exportaciones hizo factible distribuir beneficios al mercado interno. El lema era ‘riqueza para todos’ y funcionó».
Luego vino la caída del muro y, en los años 90, la reunificación. «Eso tuvo un costo muy grande», reconoció. Las transferencias hacia el este han sumado unos $100 mil millones al año.
«Fue una transición cara e ineficiente», asegura. «Esas transferencias se destinaron a infraestructura, sobre todo vial, pues no había nada. También a financiar el sistema de jubilación, a la que todas las personas tienen derecho a los 64 años. A esto hubo que sumar el financiamiento del desempleo, que se pagó al cerrar las empresas estatales en el este».
La constitución establece que se deben establecer niveles de vida similares en todo el país, aunque el ingreso per cápita sigue siendo un 30% menor en la parte oriental y eso genera tensiones.
Para hacer frente a esa demanda, «la única fuente adicional de ingreso del estado fue un incremento de 10% del impuesto de renta, llamado una contribución de solidaridad. «Eso no es suficiente», añadió.
La situación económica es difícil. La economía creció apenas 1,2% el año pasado, afirmó Fuhr; el déficit fiscal es de 3,7 % del Producto Interno Bruto (PIB).
«El debate entre partidos de gobierno se centra en el grado de reforma por realizar y en el grado de liberalismo por introducir en el «modelo social renano». En ningún momento se cuestiona la naturaleza de estas reformas», señalan los analistas, que comparan el resultado electoral en ese país con las últimas elecciones francesas, y que «lleva cada vez más electores a distanciarse de los partidos tradicionales».
«Las reformas de Schroeder disolvieron la entidad nacional de trabajo, de seguro de desempleo y lo llevó al nivel de los municipios», dijo Fuhr. «Esto empezó el año pasado y algunos dicen que funciona, porque crea trabajo temporal.
Pero también originó una gran resistencia. El tiempo que se recibe estos fondos disminuye (depende de los años de contribución), y llega hasta dos años. Antes era ilimitado», agregó. «Este aparato, muy generoso para el desempleo, se ha reducido. Ahora, si se sigue desempleado después de ese tiempo, se sale del seguro y se pasa al bienestar social, lo que para alguna gente, es delicado, porque eso es para los pobres. Los fondos son todavía generosos, pero menos que antes», destacó.
ESCENARIO INTERNACIONAL
Ante esa crisis económica y política, el escenario internacional no tuvo una presencia importante en el debate electoral, aunque tampoco estuvo del todo ausente.
A los «atlantistas», a los que quisieran ver una alineación mas estrecha de la política alemana con Washington, las posiciones de Schroeder no satisfacen. La invasión de Irak rompió esa posibilidad de alineamiento.
Los neoconservadores hicieron campaña por Merkel. Gary Schmitt, director del Proyecto por un Nuevo Siglo Americano, redactor del programa de la presidencia de George Bush, estimaba que solo la alianza con Estados Unidos podía hacer del dúo franco-alemán el motor de Europa. De acuerdo con ese punto de vista, la influencia de Alemania y de la Unión Europea en el escenario mundial debe pasar por la Alianza Atlántica (OTAN).
Naturalmente, esos sectores no vieron con agrado un resultado electoral que no dio un mandato claro a la dirigente conservadora, aunque haya ganado las elecciones por un margen muy estrecho, de menos del uno por ciento de los votos.
Ni siquiera la elección complementaria de Dresde, esta semana, permitió aclarar el panorama. Parece evidente que las sociedades alemana, como la francesa o las latinoamericanas, prefieren tomar distancia de las propuestas neoliberales, aunque no tengan una alternativa clara por la cual votar. Esa es la naturaleza de la crisis.