China “debe seguir inquebrantablemente el camino del socialismo con características propias, para culminar la edificación integral de una sociedad modestamente acomodada, acelerar la modernización socialista y alcanzar la gran revitalización de la nación”.
Esta fue la propuesta del secretario general del Comité Central del Partido Comunista y presidente del país, Hu Jintao, al inaugurar su XVIII congreso.
Con China ocupando aceleradamente un espacio cada vez importante en el escenario internacional, en lo económico político y geoestratégico, el congreso despertó enorme interés de la prensa internacional.
«En los más de 30 años en los que hemos explorado continuamente la reforma y la apertura, hemos mantenido en alto la gran bandera del socialismo con peculiaridades chinas y hemos rechazado tanto el viejo y rígido camino de enclaustramiento, como todos los intentos de abandonar el socialismo y tomar un camino erróneo», recordó Hu, señalando que su país “seguirá estando por mucho tiempo en la etapa primaria del socialismo”.
La propuesta renueva el debate sobre las transformaciones sociales y políticas de esta época, como ya lo había hecho, en una situación muy distinta, las del entonces presidente Mao Tse Tung, en la década de los 50 del siglo pasado.
El congreso eligió a sus nuevas autoridades y dejó listo el nombramiento de los futuros gobernantes del país. El nuevo secretario general del Partido Comunista es Xi Jinping, y su segundo será Li Keqiang, quienes asumirán, en marzo, los cargos de presidente y primer ministro de China.
La designación de Xi desató todo tipo de especulaciones sobre su personalidad y las posiciones del nuevo secretario general del partido.
En medio de especulaciones sobre su fortuna o sobre su alineamiento entre diferentes posiciones partidarias, la agencia de noticias Reuters citaba declaraciones de qué habría hecho, hace tres años, en México.
Saliéndose del protocolo, dice la agencia, Xi habría afirmado que, “en medio de la crisis financiera internacional, China todavía fue capaz de resolver el problema de alimentar a sus 1300 millones de habitantes, y esa ya fue nuestra mayor contribución a la humanidad”.
“Algunos extranjeros con sus panzas llenas y nada mejor que hacer, se dedican a apuntarnos con el dedo. En primer lugar, China no exporta revolución; en segundo lugar, no exporta hambre ni pobreza; y en tercero, no se mete con ustedes. Entonces, ¿qué más hay que decir?”, cita la agencia.
Quizás lo dicho revele más sobre el futuro presidente chino que muchas especulaciones, como el hecho de que nació después del triunfo de la revolución China, de la que su padre fue uno de los dirigentes. O de la imagen que la misma agencia trata de transmitir, al afirmar que “Xi generalmente luce el traje oscuro y la máscara de cautela pública que impone como uniforme la dirección del Partido Comunista de China”.
CHINA ACTUAL
Sobre los logros y problemas de China, se pudo leer de todo durante el desarrollo del congreso y las evaluaciones oscilaron desde los avances del país —en materia económica y en el escenario internacional—, hasta los que prefieren enfatizar las nuevas tensiones internas e internacionales surgidas durante este proceso.
Marcelo Justo, de BBC Mundo, destacó que en el último decenio —desde la asunción al poder del actual presidente Hu Jintao, en 2002—, China cuadruplicó su Producto Interno Bruto (PIB), se convirtió en la segunda economía mundial y en el primer exportador e importador global, con la mayor cantidad de reservas monetarias del mundo.
En 1999, recordó, las exportaciones de China constituían una tercera parte de las de Estados Unidos. Diez años más tarde, se convertía en el primer exportador mundial. Sin embargo, “detrás de este indudable éxito hay un problema: más del 44 % de las exportaciones son de procesamiento de partes y ensamblaje, con poco valor agregado de un producto originario de otro país (Apple, Microsoft, entre otros)”.
Las tensiones provocadas por el modelo de desarrollo (entre ellas la creciente desigualdad social y la contaminación ambiental) no explican, no obstante, toda la realidad china.
Aunque el tema ha merecido poca atención de la prensa occidental, las reformas sociales, especialmente orientadas hacia el sector campesino, parecen fundamentales en la política china.
“De octubre del 2002 hasta ahora, los subsidios de la seguridad social se han ampliado en las áreas rurales y más del 90 % de los campesinos se benefician de una cobertura rudimentaria y un mínimo plan de pensiones. Son avances que han permitido al 95 % de los casi 1350 millones de chinos tener cobertura sanitaria, frente al 15 % en el 2000”, escribió Isidre Ambrós, corresponsal del diario español La Vanguardia.
A pesar de la creciente disparidad social, Ambrós señaló que “los ingresos del chino de a pie se han multiplicado por cuatro desde el 2002, hasta $5432”, aunque el patrimonio de los multimillonarios haya crecido “más de diez veces en este tiempo”.
El presidente Hu Jintao exhortó al partido a reformar el sistema de expropiación de tierras, para incrementar la parte de ganancias que reciban los agricultores. «Debemos dar más a los agricultores y tomar menos de ellos», dijo Hu en su discurso en la inauguración del congreso.
Según Xinhua, “de acuerdo con el sistema de tierras existente en China, las colectividades rurales —generalmente un comité de aldea rural, más que los propios agricultores— son dueñas de la tierra”.
“Para construir casas para los trabajadores migrantes que inundan las ciudades y los pueblos en medio de la rápida urbanización del país, los gobiernos locales expropiaron terrenos de agricultores a lo largo de los años, y los vendieron a desarrolladores industriales y de viviendas, pero indemnizaron a los residentes rurales con cantidades muy bajas”.
«El trato injusto, que los agricultores enfrentan en caso de expropiación de sus tierras, es el principal motivo de quejas y de malestar social en el país», dijo Wang Kaiyu, sociólogo que ha llevado a cabo investigaciones de campo en las áreas rurales de China durante largo tiempo, citado por la agencia.
ESCENARIO INTERNACIONAL
El congreso puso en evidencia los desafíos que enfrenta el país, entre ellos mantener el crecimiento económico, reencauzar el proceso de creciente polarización social, enfrentar el deterioro ambiental y la corrupción, y reposicionar a China en el escenario geopolítico internacional.
M. K. Bhadrakumar, un exdiplomático hindú, recordó en un artículo publicado en Asia Times Online, que “el segundo período de cuatro años de Barack Obama como presidente de Estados Unidos marcará las pautas de la cuenta final de la emergencia de China como superpotencia. La dinámica del poder en Asia-Pacífico se convierte en un modelo crucial en este proceso histórico”.
Quizás la principal diferencia con el período de la Guerra Fría es lo que señala Bhadrakumar, citando a la agencia Xinhua: “Ningún presidente de Estados Unidos puede evitar las relaciones con China en los próximos cuatro años, ya que el comercio bilateral probablemente superará los $500 000 millones este año y cerca de 10 000 personas viajan cada día entre los dos países”.
Lo dicho para Estados Unidos vale también para China, cuya economía está profundamente vinculada al dólar, moneda de la que mantiene enormes reservas en su banco central.
El diplomático hindú estima que China tiene muchos problemas internos urgentes que resolver y no puede soportar los costos de una confrontación total con el mundo exterior.
Henry Kissinger, exsecretario de Estado norteamericano, también se refirió al tema, al afirmar que «cuando dos grandes países están en contacto entre sí, están destinados a pisarse los dedos ocasionalmente. El problema es cómo manejar eso y, aún más importante, cómo crear una visión para el futuro».
Al iniciarse esta etapa del desarrollo político chino, circulan todo tipo de sugerencias para enfrentar los nuevos desafíos. Como lo han señalado sus propios dirigentes, ni la corrupción ni la polarización social pueden seguir indefinidamente sin poner el riesgo el papel del Partido Comunista.
También, hay desafíos para mantener el crecimiento económico y evitar que las tensiones políticas amenacen la paz mundial, un escenario donde China juega un papel cada vez más importante.