Cooperantes médicos piden ayuda para Sierra Leona

Los cooperantes médicos alegan que hasta ahora solo han recibido una cuarta parte de toda la ayuda económica que prometió la ONU. (Foto: cortesía

Los cooperantes médicos alegan que hasta ahora solo han recibido una cuarta parte de toda la ayuda económica que prometió la ONU. (Foto: cortesía Telegraph.co.uk)

¿Qué he tocado? ¿Con quién he tenido contacto? ¿Estaba limpio el picaporte? ¿Debería desinfectarme las manos una vez más? Día tras día, el personal sanitario que lucha contra el ébola en África occidental se enfrenta a estas preguntas. Su enemigo invisible es un virus que mata a más de la mitad de sus víctimas.

“Aquí, el miedo y el alivio, la esperanza y la tristeza, la vida y la muerte van de la mano”, dice Rosmarie Jah, de Unicef, en Freetown, la capital de Sierra Leona.

En su blog, esa mujer de origen alemán narra cómo es su vida en la “zona de la muerte”. Un conmovedor testimonio que protagonizan también otros cooperantes, desde organizaciones, como Médicos Sin Fronteras, hasta pequeñas comunidades eclesiásticas, como la Misión don Bosco.

Rosamie Jah podría haber huido de Sierra Leona cuando se desató la epidemia, haber  regresado a Alemania, “pero me dije que aquí miles de niños necesitan urgentemente nuestra ayuda”, cuenta en conversación con dpa. “Sí, me da miedo contagiarme”, confiesa, pero lo que le motiva a seguir es la fe en la vida. “Haber protegido a un niño genera una profunda sensación de felicidad”.

Los cooperantes de Unicef en Sierra Leona organizan los suministros de ayuda, desde desinfectantes a medicamentos o mascarillas. “Vamos de casa en casa y explicamos a las familias cómo deben protegerse para evitar la infección –cuenta–. Además, nos ocupamos de que los niños huérfanos a causa del ébola no vaguen por las calles”. Y es que más de 3.700 menores han perdido a alguno de los progenitores a causa del virus.

En Sierra Leona, uno de cada cinco niños o adolescentes se ha contagiado con el ébola. Entre los principales proyectos de Unicef en el país figura actualmente el de capacitar a más de 2.500 supervivientes del virus, que ahora son inmunes, para que puedan ocuparse de los niños aislados en cuarentena. “Los veo todos los días entre médicos y personal sanitario, con su vestimenta blanca y aislados del resto de la familia, y me pregunto qué miedos y necesidades tendrán”, escribe Jah en su blog.

A veces, en medio del drama ocurren también pequeños milagros. El austríaco Martin Zinggl, del centro de tratamiento de Médicos Sin Fronteras en Foya (Liberia), cuenta cómo el enfermo más joven y el de más edad lograron superar el ébola.

La pequeña Muso tenía apenas 39 días cuando se contagió. Ahora, quizá pueda llegar algún día a la edad de su abuela Nessie, que también recibió el alta médica y afirma tener 100 años. Aunque Zinggl indica que nadie se lo cree realmente, está seguro de que Nessie supera los 85. “No está nada mal para alguien que acaba de sobrevivir al ébola”.

Al preguntar a los cooperantes por qué escriben en blogs, Twitter, Facebook, o conceden entrevistas, la respuesta es casi siempre la misma: necesitan urgentemente más apoyo, y esperan conseguirlo con sus testimonios. En ellos también hay un poso de amargura, se prometen muchas ayudas estatales, pero hasta ahora sólo ha llegado una parte. Hasta el viernes sólo había llegado un cuarto de los mil millones de dólares que pide la ONU para combatir la epidemia.

“Hace semanas que intento en vano conseguir un termómetro”, lamenta el hermano Lothar Wagner, de una orden salesiana que ayuda a pacientes en Freetown.

“Necesitamos más hospitales móviles, laboratorios, centros de aislamiento, material protector y necesitamos personal cualificado”, cuenta a dpa.

Los cooperantes lamentan que muchos países hayan reaccionado demasiado tarde a esta epidemia que empeora día tras día. Al menos Cuba ha enviado ya 165 médicos y profesionales sanitarios a Sierra Leona, pero otros países están tardando mucho más.

“Cuando nos dicen que están dispuestos a ayudar, les pedimos fechas”, decía la semana pasada la presidenta de Médicos Sin Fronteras, Joanne Liu, a The New York Times. “Algunos hablan de entre ocho y diez semanas. Se despertarán en Navidad y el problema habrá empeorado enormemente”.

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