Trabajadores panameños afinaban el lunes 6 de abril los últimos detalles en el Centro de Convenciones Atlapa, donde se celebrará la VII Cumbre de las Américas. (Foto: AFP)
Todavía resuenan los ecos de las pasadas cumbres, como la de Trinidad y Tobago en el 2009, en la que el presidente estadounidense Barack Obama se estrenaba, en medio de la expectativa regional.
«Yo no vine aquí a discutir del pasado, vine a pensar en el futuro», dijo entonces el presidente de Estados Unidos, afirmación que fue recibida con una ovación. Expresó también que pretendía “llevar la relación entre Estados Unidos y Cuba en una nueva dirección”.
Entonces Cuba era el único país del hemisferio ausente de esas cumbres. Tres años después, en la ciudad colombiana de Cartagena, la ausencia de Cuba se hizo insostenible: no hubo declaración conjunta y quedó claro de que, sin Cuba, no habría nueva cumbre.
Se había recorrido un largo camino desde que, en 1994, el presidente Bill Clinton convocó a sus colegas a la cumbre de Miami, la primera de esta serie que cumple ya su séptima edición el 10 y el 11 de abril en Panamá. La primera con la presencia cubana y el esperado apretón de manos entre Raúl Castro y Barack Obama.
La secretaria de Estado adjunta para el Hemisferio Occidental, Roberta Jacobson, dijo la semana pasada que ambos mandatarios “interactuarían” en la cumbre, pero que no había prevista ninguna reunión bilateral. En todo caso, la presencia cubana es lo nuevo en estas reuniones y refleja el largo camino recorrido en América Latina desde la convocatoria de 1994.
Fue a mitad del camino, en la cita del Mar del Plata, Argentina, en el 2005, cuando América Latina rechazó el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que luego Estados Unidos promovió mediante acuerdos regionales, como el Tratado de Libre Comercio con América Central.
El anuncio de que el expresidente Clinton asistirá al foro de la sociedad civil que se celebrará aquí de forma paralela a la cumbre, no deja de darle un cierto tono nostálgico al encuentro.
Diez años después, el escenario se ha transformado nuevamente desde que el presidente Obama anunció, en diciembre pasado, el restablecimiento de relaciones de su país con Cuba, inicio del fin de una política de hostilidad que cumplió ya medio siglo.
El encuentro despierta enormes expectativas en Panamá, pero sus alcances son todavía limitados, como recuerda el analista panameño Nils Castro, en entrevista con UNIVERSIDAD y que publicamos en esta misma edición.
Obama tenía solo cuatro días de nacido “cuando Ernesto ‘Che’ Guevara fustigó públicamente la política hostil de Estados Unidos hacia Cuba, durante una cumbre interamericana”, celebrada en Punta del Este (Uruguay) en agosto de 1961, como recordó la corresponsal de IPS en La Habana, Patricia Grogg.
Cinco meses después, en enero de 1962, por presiones de Washington La Habana sería suspendida de toda participación en la Organización de Estados Americanos (OEA).
DECEPCIONADO
Si la iniciativa de Obama buscó enfrentar un aislamiento que se hacía ya insostenible, la Casa Blanca no ha ocultado su “decepción” por la falta de apoyo a otra de sus iniciativas recientes en sus relaciones con América Latina.
Se trata de la sanción a siete funcionarios venezolanos anunciada en marzo pasado por Obama, al afirmar que Venezuela es una amenaza para la seguridad de su país, rechazada de forma prácticamente unánime por los países latinoamericanos y que el gobierno venezolano pretende traer a la cumbre de Panamá.
«Me decepcionó que no hubiera más países que defendieran que [las sanciones] no eran para dañar a los venezolanos o al gobierno venezolano en su conjunto», afirmó la secretaria de Estado adjunta, Roberta Jacobson, en discurso pronunciado en la Brookings Institution.
Lo cierto es que, por el contrario, la medida fue duramente criticada. “Ningún país tiene derecho a juzgar la conducta del otro, ni muchísimo menos a imponerle sanciones o castigos por su propia cuenta”, externó el secretario general de la Unasur, el expresidente colombiano Ernesto Samper.
El periódico mexicano “La Jornada” editorializó sobre el tema el sábado pasado, señalando que “ningún gobierno de América Latina puede, sin ruborizarse, estar de acuerdo con el disparate expresado hace un mes por Obama, entre otras razones porque es evidente que las cosas son exactamente al revés: es Washington el que amenaza la seguridad nacional de Venezuela, y su activa beligerancia de respaldo a los opositores a Maduro es un ejemplo claro de ello”.
“Washington se topa con realidades continentales que hacen impensable un intento de aislar a uno de los países de sus pares, para sojuzgarlo por la vía financiera e incluso militar, o bien mediante el respaldo activo a la sedición interna, como lo había venido haciendo Estados Unidos cada vez que surgía en América Latina un gobierno con propuestas de soberanía y transformación social”, agregó el periódico.
Si el tema es traído a la cita podría amenazar nuevamente la firma de una declaración conjunta. La solución del problema político en Venezuela debe estar en manos de los venezolanos, dijo a UNIVERSIDAD un importante dirigente político panameño, que prefirió mantener el anonimato.
Un diálogo con un fuerte contenido sería la única forma de sacar a los norteamericanos de ese problema, estimó, aunque también reconoció que el espacio para ese diálogo se ha ido enrareciendo.
¿RETOMAR LA INICIATIVA?
Las dificultades que enfrenta Estados Unidos para retomar la iniciativa en la región quedaron una vez más en evidencia, en el duro intercambio de palabras con las que la cancillería argentina respondió a la afirmación de Jacobson, de que la economía en ese país está “en muy mala forma”.
“Antes de opinar sobre la realidad de otros países, los funcionarios de Estados Unidos deberían ocuparse y preocuparse por la realidad de millones de sus compatriotas, que todavía pagan las consecuencias de la aplicación irrestricta de los preceptos del famoso Consenso de Washington”, dijo el comunicado de la cancillería argentina.
Pero cuando los proyectos políticos latinoamericanos alternativos al neoliberalismo y el Consenso de Washington enfrentan dificultades generalizadas, parece la hora elegida por Obama para salir en apoyo a sus tradicionales aliados en la región.
Pero llega cuando ese proyecto conservador de privatizaciones y libre comercio, también parece agotado e incapaz de despertar entusiasmo; ello se expresó ya en el fracaso del ALCA, que Clinton viene a atestiguar o quizás a tratar de revivir bajo nuevas fórmulas.
El sociólogo brasileño Emir Sader se refirió a ese nuevo mundo que estaría surgiendo, en el que la hegemonía norteamericana sería sustituida por el mundo multipolar, cuando destacó “lo que hicieron los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) el año pasado, durante su reunión en Brasil: crear un Banco de Desarrollo en lugar del Banco Mundial, un Fondo de Reservas en lugar del Fondo Monetario Internacional…”.
Ya hay síntomas de que se está construyendo un mundo multipolar, aunque “la hegemonía estadounidense sigue siendo determinante”, estimó.
Quizás este contexto contribuya a entender lo que va a ocurrir en Panamá en la cumbre regional de este fin de semana.
Cerca de 2.000 participantes en “Cumbre de los Pueblos”
Quince mesas de trabajo, una conferencia del presidente boliviano Evo Morales el viernes en la Universidad de Panamá, más de mil participantes del extranjero y otros tantos de Panamá, será el marco de la “Cumbre de los Pueblos” que se celebrará de forma paralela al evento oficial.
UNIVERSIDAD conversó con Fernando Cebamanos, coordinar de este evento junto con Olmedo Beluche y el dirigente sindical Alfredo Grael, sobre las diversas actividades programadas.
“En mi opinión, lo que más ha movilizado es el tema de la amenaza a Venezuela. Nuestros países han sido víctimas de intervenciones y hoy sabemos lo que representa abrir un frente de guerra en nuestro continente. Sabemos lo que ha pasado en Ucrania, en Irak, las consecuencias de la destrucción y no queremos que eso pase acá”, afirmó Cebamanos.