El año termina con todas las potencias desplegando sus armas

La creciente migración que enfrenta Europa contribuye a aumentar la tensión política y militar en la Unión Europea y Medio Oriente.

Con una votación dividida en sus parlamentos, Inglaterra y Alemania aprobaron la semana pasada el envío de su aviación para bombardear posiciones del Estados Islámico (EI) en Siria.

Solo horas después, aviones Tornado británicos atacaban campos petrolíferos de donde se supone que el EI saca recursos para financiar sus actividades.

 La crisis migratoria amenaza Europa y los principios sobre los que se crearon los acuerdos de libre circulación dentro de la Unión Europea.
La crisis migratoria amenaza Europa y los principios sobre los que se crearon los acuerdos de libre circulación dentro de la Unión Europea.

El mismo día, la ministra alemana de Defensa, Ursula von der Leyen, se dirigía a Turquía para reunirse con su colega turco, mientras Berlín se preparaba para enviar aviones de reconocimiento y ofrecer otras formas de apoyo a la lucha contra las fuerzas del Estado Islámico en Siria. Alemania tenía previsto enviar hasta 1.200 soldados para apoyar la coalición internacional que encabeza Estados Unidos, seis aviones de reconocimiento, un avión de repostaje y una fragata para escoltar el portaaviones francés Charles de Gaulle en el Mediterráneo oriental.

Francia ya había desplegado sus fuerzas en la zona de combate después de los atentados del 13 de noviembre, conformada principalmente por la aviación y su único portaviones, el Charles de Gaulle.

Todas estas iniciativas tratan, en realidad, de no dejar el espacio para que Rusia opere libremente en un escenario donde se superponen diversos objetivos, entre ellos derrotar a los yihadistas del EI y derrocar al presidente sirio, principal objetivo de Washington y sus aliados.

Meses antes, en setiembre, Rusia había iniciado sus operativos contra el EI en Siria. La eficacia de los bombardeos rusos permitió al ejército sirio avanzar sobre posiciones ocupadas desde hace meses por las fuerzas del EI.

Sorprendida, la coalición que encabeza Estados Unidos acusó a los rusos de estar bombardeando, más que al EI, a fuerzas opositoras al presidente Assad, que Washington y sus aliados organizan y financian, a las que califican de “moderadas”.

El pasado 24 de noviembre Turquía derribó un caza ruso SU-24 en la frontera con Siria, y todo el escenario cambió.

Al ser un país miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el ataque turco elevó la tensión en el escenario internacional a grados que no se había visto desde el fin de la Guerra Fría.

Expansión de la OTAN

Creada para enfrentar el bloque comunista de Europa del este, que encabezaba entonces la Unión Soviética, la OTAN no solo no se disolvió al desaparecer el viejo enemigo, sino que no ha cesado de avanzar hasta las fronteras rusas, incluyendo la tentación de incorporar Ucrania a la organización, lo que les permitiría acercarse a solo unos 600 kilómetros de Moscú.

 Vladimir Putin, presidente de Rusia, se ha transformado en actor principal en la lucha contra el ejército Islámico.
Vladimir Putin, presidente de Rusia, se ha transformado en actor principal en la lucha contra el ejército Islámico.

El derribo del avión ruso por Turquía fue calificado por el presidente Vladimir Putin como “una puñalada por la espalda”. Turquía se arrepentirá muchas veces de haberlo hecho, afirmó antes de anunciar una serie de represalias contra su vecino.

En el terreno militar, lo primero que hizo Rusia fue desplegar en su base militar de Siria los S-400, considerados los sistemas de defensa antiaérea más avanzados del mundo.

Los rusos ya habían sorprendido al mundo con el bombardeo de posiciones en Siria, desde cuatro barcos ubicados en el mar Caspio. Los 26 misiles evitaron cuidadosamente sobrevolar territorio turco, para lo que debieron ser desviados por el espacio aéreo iraquí antes de alcanzar sus objetivos en Siria.

“El hecho de que hayamos disparado desde el mar Caspio, a una distancia de unos 1.500 kilómetros, armas de alta precisión y que hayamos alcanzado todos los objetivos fijados confirma la buena preparación de las empresas del complejo militar-industrial y las habilidades del personal militar”, afirmó Putin.

Pero esa no es toda la parafernalia desplegada en la región. Tres fragatas portamisiles de la OTAN se unieron la semana pasada al destructor estadounidense Ross en el mar Negro. La medida está destinada a “asegurar la paz y estabilidad en la región”, así como a “aumentar la combatividad e interacción con nuestros socios y aliados”, dijeron las autoridades norteamericanas para explicar el despliegue de sus fuerzas en la frontera rusa y en el escenario de conflictos.

La otra iniciativa de la OTAN fue invitar a la república de Montenegro, parte de la antigua Yugoslavia, a incorporarse a la organización.

“Es una gran movida invitar a la pequeña Montenegro a unirse a la OTAN y una respuesta a la agresión rusa”, escribió Kori Schake en la conservadora Foreign Policy, en un artículo titulado “¡Tome, Vladimir!”.

“La oferta de la OTAN –agregó– es una clara respuesta, prueba de que nuestro decadente, desorganizado, deliberativo y vacilante occidente puede adoptar medidas en defensa de sus valores y seguridad”, una expansión de la OTAN que el ministro de Relaciones Exteriores ruso había estimado un “error” y una “provocación”.

¿Tregua en Siria?

En medio de la escalada de la tensión política y militar, el riesgo de una confrontación entre Rusia y Turquía alarmó a la OTAN, que podría verse involucrada en un conflicto de dimensiones catastróficas.

El pasado domingo 6 de diciembre, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pronunció un discurso desde la oficina oval de la Casa Blanca, un hecho poco frecuente que subrayaba la importancia del mensaje.

Obama consideró la posibilidad de “un alto el fuego en Siria que permitiría a Estados Unidos, a sus aliados y a Rusia combatir conjuntamente al Estado Islámico”.

El empeño de Washington y sus aliados de deponer el presidente al-Assad es la propuesta que separa las posiciones de la coalición y Rusia. Putin insiste en que corresponde al pueblo sirio decidir esa materia y recuerda los resultados en países como Irak y Libia, donde la intervención norteamericana y europea permitió derrocar a sus gobiernos, pero no la construcción de una nueva alternativa estable. Por el contrario, los dos países están sumergidos en un caos del que ha surgido y se ha alimentado el EI.

Sin embargo, la tregua puede no interesar a Turquía, cuyas relaciones políticas y económicas con el EI han quedado en evidencia, luego de las denuncias rusas –y otros diversos medios– sobre los intereses de los gobernantes de ese país en el petróleo exportado por los yihadistas, así como por el apoyo político y logístico prestado a través de la frontera con Siria.

Para Turquía, es también muy sensible el papel de las fuerzas kurdas que operan en la frontera y que aspiran a la formación de un Estado propio. Dichas fuerzas han combatido ferozmente contra el EI.

En todo caso la crisis en la región no ha cesado de agravarse este año con grandes potencias desplegando algunos de sus más modernos armamentos en la región; con potencias regionales como Turquía y Arabia Saudita aliadas de Estados Unidos, comprometidas con las fuerzas yihadistas; con Estados fallidos como Libia e Irak alimentando el EI. Con algunas de sus armas más destructivas desplegadas, con todos mostrándose los dientes, el año cierra en el mundo con una elevada tensión, cuya gravedad no puede ser minimizada.

Europa descarrila

Uno de los resultados del aumento de esas tensiones es el desafío de una creciente migración que enfrenta Europa y amenaza uno de los pilares básicos de la Unión Europa (UE): el acuerdo de Schengen, mediante el cual eliminaron las fronteras internas entre los países miembros.

Presionada por la incesante afluencia de inmigrantes que huyen no solo de los conflictos, sino también de la dramática situación económica de países sometidos a los programas de austeridad de la propia UE, la crisis migratoria convive con la inseguridad que el atentado del pasado 13 de noviembre en París contribuyó a acentuar.

El presidente François Hollande reaccionó declarando la guerra al EI, responsable de los atentados, una declaración recibida con desconfianza por algunos sectores.

“La estrategia con la que el presidente Hollande ha respondido ‘nace muerta”, escribió el periodista Eduardo Poch en La Vanguardia, de Barcelona. “La propia OTAN está mucho más preocupada por los ‘avances’ rusos −los insólitos desafíos militares de Moscú, primero en Ucrania y ahora en Siria− que por el Estado Islámico, que militarmente no es gran cosa”, agregó.

Francia celebró elecciones regionales el pasado domingo, y existía expectativa por conocer las repercusiones del atentado en el panorama político. El resultado fue que el Frente Nacional (FN), una organización crítica del actual orden europeo y xenófoba, se transformó en la primera fuerza política del país, con cerca de 30% de los votos, por encima de la derechista coalición Republicanos-UDI y del gobernante Partido Socialista, en tercer lugar.

Aunque líder en seis de trece regiones, en ninguna el FN logró la mayoría absoluta para evitar la segunda ronda, que deberá celebrarse el próximo domingo, con la participación de los partidos que obtuvieron más del 10% de los votos. Un posible triunfo del FN en diversas de esas regiones alarma a los demás partidos y refuerza no solo la tendencia a la derechización de Europa, sino los desafíos a las políticas de integración.

Europa ve surgir también nuevos desafíos, en algunos casos contra sus políticas de austeridad. En Portugal, una coalición de derecha no pudo renovar su mandato, pese a los intentos del presidente Aníbal Cavaco Silva de imponer a su correligionario Pedro Passos Coelho como primer ministro.

Finalmente, tuvo que aceptar entregar el gobierno, la semana pasada, al socialista António Costa, que llegó al poder con el apoyo del Partido Comunista y del Bloco de Esquerda.

En el otro extremo del continente, los intentos del primer ministro Alexis Tsipras, de poner en práctica las políticas de austeridad negociadas con Bruselas, enfrentan creciente resistencia en las calles del país, donde la semana pasada se llevó a cabo una nueva y amplia huelga general.

Actividad china

China no ha estado presente de manera activa en el conflicto de Medio Oriente, pero ha mantenido una activa presencia internacional en otros escenarios. El presidente Xi Jinping terminó el año con una gira por África, después de un año muy activo en el escenario internacional, en el que China desplegó también sus renovadas capacidades militares, al conmemorar los 70 años del final de la invasión japonesa, durante la II Guerra Mundial.

Xi hizo también una visita oficial a Estados Unidos, pese a las tensiones con Washington por conflictos de soberanía en el mar de China. Pero, sobre todo, consolidó sus relaciones con los países de su región, incluyendo visitas recientes a Vietnam, Singapur y Taiwán. En noviembre visitó Indonesia y asistió a la cumbre del G-20 en Turquía, sin involucrarse, sin embargo, directamente, en el conflicto de Oriente Medio.

Mientras tanto, en América Latina sigue su marcha el ciclo abierto con el triunfo de la derecha en Argentina, con su candidato Mauricio Macri, quien asumirá el poder el 10 de diciembre.

Dispuesto a negociar los “fondos buitres”, que se negaron a aceptar la renegociación ofrecida por el gobierno de los Kirchner, y con un carácter exclusivamente empresarial, Macri ya ha anunciado su intención de volver a políticas neoliberales, mucho más cercanas a las del gobierno de Carlos Menem (1989-99), que llevó el país a la crisis al finalizar el siglo pasado.

La tendencia conservadora logró su segundo triunfo con un aplastante resultado electoral en Venezuela, el pasado domingo.

En la víspera, el gobernador del Estado de Miranda y dirigente opositor, Enrique Capriles, había afirmado en una entrevista al diario conservador español ABC que su temor era que “Maduro se vuelva loco y haga ahora una barbaridad”.

Capriles –quien, en la noche del domingo 14 de abril del 2013, al conocer los primeros resultados de las últimas elecciones presidenciales, dijo que “no vamos a reconocer los resultados hasta que se recuenten todos los votos”– sugería así un fraude o un golpe, en caso de que resultara derrotado el gobierno. No ocurrió así. En cambio, fue él y la oposición venezolana los que nunca reconocieron ni aceptaron el triunfo electoral de Maduro.

El otro escenario de descalabro de los llamados gobiernos “posneoliberales” es Brasil, donde la presidente Dilma Rousseff se enfrenta a un juicio político en el Congreso que, de tener éxito, abriría las puertas para el retorno de los mismos grupos conservadores al poder.

Los intentos de avanzar en las políticas privatizadoras y neoliberales podrían renovar las tensiones en América Latina, entre otras cosas porque esas políticas vienen de regreso en el resto del mundo o enfrentan creciente resistencia, como ocurre en Europa.

 

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