Elecciones en Brasil: Proyecto reformista resiste, una vez más, embate de la reacción conservadora

Tras una apretada victoria en las elecciones del pasado domingo 26, Dilma Rousseff estará por cinco años más al frente del país más poderoso

Tras una apretada victoria en las elecciones del pasado domingo 26, Dilma Rousseff estará por cinco años más al frente del país más poderoso de Suramérica. (Foto: DPA)

“Detener el conservadurismo”, pedía tan solo cuatro días antes del segundo turno electoral, el pasado 26 de octubre, el presidente del Partido Socialista Brasileño (PSB), Roberto Amaral.

En tono disidente –ya que su partido decidió apoyar al candidato del conservador Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), Aécio Neves–, Amaral estimaba que “la victoria de la derecha traería graves perjuicios para la estabilidad política de América del Sur y echaría a perder la política brasileña de acercamiento a África, dejando el camino abierto para los intereses de China y de otras naciones”.

Esa victoria no ocurrió, pues la actual presidenta y candidata a la reelección por el Partido de los Trabajadores, Dilma Rousseff, se impuso con 51,6% de los votos, contra 48,4% del candidato del PSDB, Aécio Neves.

Si en el plano internacional Amaral temía que una eventual derrota de Rousseff significaría “la renuncia a una política soberana”, en el plano interno, el debate se concentraba en la política económica.

Amaral la definía como “el retorno del neoliberalismo” que, en su opinión, implicaría la vuelta a una ortodoxia monetarista y a una contención del gasto público “que solo castiga al pobre, beneficia el sistema financiero y el capital improductivo, el rentismo y la especulación”. Representaría, además, el retorno a las viejas recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI), de recorte de gastos sociales, reducción del crédito, aumento de tarifas, reducción de salarios y flexibilización de las leyes laborales.

VISIÓN DE BRASIL

El excanciller y actual ministro de Defensa, Celso Amorim, también salió a la palestra a exponer lo que, desde su punto de vista, estaba en juego en estas elecciones en Brasil. Puso el énfasis en la política externa de los gobiernos de Lula y Dilma, en los que participó.

Refiriéndose a las revelaciones sobre la intervención de los órganos de inteligencia de Estados Unidos en las comunicaciones de la presidenta, en el 2013, Amorim estimó que la respuesta “retomó una tradición de firmeza y altivez” de la política externa brasileña, la misma en la que se fundó la posición del entonces presidente Lula “frente a la invasión unilateral de Irak y la imposición de términos inadecuados en las negociaciones comerciales”.

Amorim destacó el papel de la diplomacia brasileña en la Organización Mundial de Comercio (OMC), cuyo Director General es actualmente el embajador Roberto Azevêdo. “A pesar de los impases que vive la organización, no será ya posible –como ocurría antes– que un pequeño grupo de países ricos impongan acuerdos injustos y desequilibrados a las naciones más pobres”.

Ninguna otra región del mundo, agregó, “mereció tanta prioridad de los gobiernos de Lula y Dilma que América del Sur. El Estado brasileño dejó atrás la visión de un país periférico y desarmado”.

Por otro lado, las críticas al PT y al gobierno de Dilma no vienen solo de la oposición interna. Guillermo Almeyra, analista internacional, escribió, en vísperas del segundo turno, un artículo analizando las elecciones en Brasil y Uruguay.

En él afirmó que “el gobierno del Partido de los Trabajadores llevó a cabo una política económica de tipo neoliberal, de alianza con el gran capital extranjero y el agronegocio, pero con ribetes asistencialistas y planes sociales”, algo que ahora, con la crisis internacional, se hace difícil mantener.

El gobierno del PT –añadió– “ahora está siendo jaqueado por la derecha clásica que ha sumado a sus fuerzas importantes sectores de las nuevas clases medias conservadoras (desarrolladas por el mismo PT) y, a la izquierda, por el descontento social difuso y por una extrema izquierda inmadura y sectaria”.

Según Almeyra, “la derecha no está más fuerte porque crezca electoralmente (por el contrario, sus votos no aumentan e incluso disminuyen), sino porque las políticas neoliberales de los gobiernos ‘progresistas’ han desilusionado a muchos de sus antiguos simpatizantes y desmoralizado y desmovilizado a otros”.

DEBATE SOBRE LA PRENSA

El papel de la prensa en la campaña fue tema de particular atención en Brasil. El “Manchetómetro”, una página dedicada a analizar la cobertura que los principales medios de prensa brasileño les dieron a las elecciones, puso en evidencia su tendencia contra la candidata del PT.

“La inclinación del Jornal Nacional (el principal informativo de la televisión brasileña, de la conservadora cadena Globo) contra Dilma a lo largo de todo el período electoral, fue tremenda”, afirman los editores del Manchetómetro.

Citando la semana del 7 al 13 de setiembre en la que, según el estudio, se publicaron más artículos contra Dilma (23), se señala que contra sus rivales de la primera ronda, Aécio Neves y Marina Silva, se publicaron apenas dos y uno, respectivamente.

La muy anti PT revista “Veja”, cuyo comportamiento periodístico alcanza extremos poco habituales, publicó en vísperas del segundo turno un tema de portada, en el que uno de los acusados de un sonado caso de corrupción en la empresa petrolera brasileña Petrobrás acusaba a Dilma y a Lula, de conocer las irregularidades. La afirmación venía sin prueba alguna, lo que llevó al Tribunal Supremo de Elecciones a obligar a la revista a publicar una respuesta de la campaña de Dilma.

El abuso de los medios conservadores brasileños durante la campaña despertó una creciente exigencia de debate sobre el papel de la prensa y la sugerencia de que se necesita un marco regulatorio que evite esos abusos.

ECONOMÍA Y POLÍTICA

En todo caso, los próximos cinco años del gobierno de Dilma Rousseff enfrentarán otros desafíos, tanto en el terreno político como en el económico.

El primero se refiere a la composición del Congreso, que la mayor parte de los analistas coincide en calificar como más conservador y más difícil de manejar que el anterior.

Integrado por representantes de 28 partidos, el PT tiene la primera mayoría en la Cámara de Diputados, pero son apenas 70 de las 513 curules, cifra muy inferior a las 88 que tiene actualmente. Su principal aliado, el PMDB, un partido centrista que, en realidad, agrupa a muy diversos sectores, vio bajar su representación de 71 a 66 diputados. Sigue el PSDB, que pasó de 44 a 55, un aumento cuya importancia −sin embargo− se vio disminuida por la baja de sus principales aliados: los Demócratas (DEM), de 28 a 22.

En todo caso, la coalición gubernamental mantiene, teóricamente, una cómoda mayoría de 305 diputados, aunque −por su naturaleza− obliga a negociaciones permanentes, caso por caso, a cambio de cargos, políticas o recursos.

En el gobierno de los 27 estados, el PT mantuvo las cinco gobernaciones que tenía. En el 2010 el bloque conservador (PSDB-DEM) eligió 10 gobernadores y la coalición de gobierno, 17. Ahora la coalición gubernamental tendrá 19 y la oposición se redujo a 8.

En materia económica, la situación tampoco es cómoda para el gobierno. El economista Marcelo Carcanholo, presidente de la Sociedad de Economía Política Latinoamericana (Sepla) y un crítico de las políticas económicas de los gobierno del PT, estima que un ajuste será inevitable.

“Las políticas sociales de los gobiernos del PT desde 2002 hasta ahora lograron disminuir los efectos de la pobreza y la desigualdad estructural de Brasil. Pero, el escenario externo que permitió eso cambió. Se acabó lo coyuntural favorable y volvió lo estructural problemático. La desigualdad y el grado de concentración del ingreso y también de propiedad volvieron a crecer”, advirtió.

Gane quien gane –concluyó– “se viene un proceso de ajuste. Y va a ser a la europea, es decir, que si los trabajadores no tienen un poder de reivindicar algunas cosas, lo van a pagar ellos. Esto significa mayor explotación del trabajo, reducciones salariales, aunque sean disfrazadas. En la agenda están, aunque no se diga, la reforma tributaria pro capital, y reforma laboral”.

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