La irrupción del Tea Party en las elecciones del Congreso de EE.UU. se interpreta como una expresión de la voluntad de cambios del electorado.
El gran reacomodo de fuerzas de los Estados Unidos ha dado pie a todo tipo de interpretaciones sobre los ganadores y perdedores de los comicios electorales de la Cámara de Representantes del pasado martes 2 de noviembre que, en todo caso, parecen dejar al presidente Barack Obama en condiciones precarias de cara a su posible reelección en el 2012.
El que será el nuevo líder de la Cámara de Representantes, el conservador John Boehner, había anunciado durante la campaña el espíritu de este nuevo período: «Éste no es un momento de acuerdos».
El líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, había anunciado, por su parte, el objetivo del partido Republicano: “Nuestro principal objetivo es que Obama sea un presidente de un solo mandato”.
Y no parecen lejos de poder lograrlo.
Con la crisis económica en pleno desarrollo y un descontento cada vez más extendido, el escenario parece particularmente difícil para Obama.
En sondeos a boca de urna, uno de cada tres electores señalaron que sus votos eran una expresión de oposición al presidente y más de la mitad se expresaba contra ambos partidos. En cambio, casi 40% se consideraba simpatizante del “Tea Party”, un grupo particularmente radical dentro del partido Republicano.
Los análisis se refieren, con frecuencia, a la polarización del escenario político norteamericano como resultado de estas elecciones, como lo destaca el corresponsal de BBC Mundo en Washington, Carlos Chirinos.
Por el lado de los Demócratas se ha señalado que la llamada Coalición de los Perros Azules (Blue Dogs Coalition), un grupo conservador que ve con desconfianza muchas de las propuestas de Obama, ha visto reducirse a la mitad su grupo parlamentario, lo que podría dar mayor homogeneidad a la bancada del partido, pero alejándola más de las posiciones republicanas.
Por el lado republicano, no se trata solo de la irrupción del Tea Party en la política, sino de una posición más generalizada entre quienes interpretan su triunfo como expresión de la voluntad de cambios del electorado (aunque hayan votado cerca de 40% de los electores).
“Ha sido una ruidosa manifestación a favor de la iniciativa individual frente a la invasión burocrática y contra las fórmulas intervencionistas y estatalizantes. Nadie podría negar que una corriente mayoritaria de la ciudadanía americana transita en estos momentos por esas aguas”, dicen sus partidarios. «Tenemos la determinación de parar la agenda que los americanos han rechazado», dijo líder republicano en el Senado, Mitch McConnell.
Eso hace difícil el diálogo en torno a los temas más apremiantes de la agenda, relacionados con las medidas para hacer frente a la crisis.
La primera prueba se dará dentro de menos de dos meses, cuando el congreso deberá revisar las exenciones impositivas aprobadas durante el gobierno de Bush.
Obama las quiere renovar, pero solo para las familias con ingresos menores a los 250 mil dólares anuales, una propuesta por la cual ha sido acusado de “socialista”. Los republicanos quieren mantener las exoneraciones a todos, incluyendo a aquellos de ingresos más elevados.
Una interpretación algo distinta de estos comicios es la que hace Chris Floyd, colaborador habitual de la contestataria CounterPunch, quien encontró “rayos de esperanza” en los resultados electorales.
“Me sentí inesperadamente alentado por los resultados de la elección en EE.UU., por lo menos en un aspecto”, afirmó. “Porque han mostrado, una vez más, que el pueblo estadounidense siente un disgusto –permanente, colérico, aunque muy incipiente– con el sistema político injusto, corrupto y disfuncional de la nación. Sabe que algo está profundamente mal en el sistema, y por lo tanto vota siempre por la salida de una facción y la entrada de la siguiente, a la espera de que algo cambie”.
En su opinión, “la gente siente que algo va muy mal; pero nadie en el sistema les dice que lo que está mal es el sistema en sí”.
IRRUMPE EL TEA PARTY
La irrupción del Tea Party ha despertado particular interés entre los analistas de estas elecciones, pero también hay diversidad de interpretación sobre los resultados.
Para algunos “Sarah Palin tuvo poco que celebrar”, refiriéndose a la excandidata a la vicepresidencia del país, quien encarna con más propiedad ese movimiento. Pero otros destacan la irrupción del Tea Party en la política de Washington. Sus resultados electorales, en todo caso, fueros mixtos, alimentando estas diversas interpretaciones.
De estas elecciones emergen dos figuras. Uno es el cubano americano Marco Rubio, elegido senador por Florida, con solo 39 años. “Durante su campaña electoral, Rubio ha seguido fielmente la ortodoxia republicana al reclamar menos impuestos, una reducción de la deuda y la disminución del poder del Gobierno, que suena lo más parecido a los mensajes de Ronald Reagan”, destacan los analistas.
La otra figura del Tea Party es el oftalmólogo Rand Paul, de 47 años, nuevo senador por Kentucky. Paul “viene de la tradición libertaria, una especie de anarquismo de derecha que no sólo reniega del intervencionismo estatal en cuestiones económicas sino también militares. Los libertarios quieren reducir el volumen del Pentágono, y promueven el aislacionismo”, destacan.
En todo caso, el éxito del movimiento se debe, en parte, al de Palin en conseguir recursos para financiarlo.
En un artículo publicado en el diario español Público, Isabel Piquer revela como las corporaciones aprovecharon la nueva situación para contribuir a la campaña de los candidatos más conservadores.
Los hermanos David y Charles Koch y su American for Prosperity Foundation, son el ejemplo más extremo, asegura. “A la cabeza de un conglomerado industrial valorado en $35 mil millones (que sólo superan las fortunas de Bill Gates y Warren Buffet) sus actividades ultras no eran realmente conocidas hasta la publicación de un perfil en la revista The New Yorker el pasado agosto. Hasta entonces, a los neoyorquinos sólo les sonaba Koch por sus obras filantrópicas y los cien millones de dólares que donaron al Teatro de Nueva York”.
Y agrega: “Frank Rich, el articulista de The New York Times, ha relacionado a los Koch con «los empresarios que financian a la extrema derecha desde que los hermanos du Pont (el gigante químico) respaldaran la American Liberty League en 1934 para derrocar a Roosevelt».
No solo dinero de las corporaciones se ha invertido en la campaña, en las que se han gastado unos $4.000 millones, las más caras de este tipo de que se tenga memoria. La candidata republicana a gobernadora de California, Meg Whitman, por ejemplo, gastó más de $200 millones de sus propios recursos en la campaña, en su fracasado intento de derrotar al demócrata Jerry Brown, un exgobernador volvió a reelegirse para el cargo.
CRISIS
En todo caso, el resultado electoral no cambiará el panorama económico del país, aunque si cambiará los énfasis para hacer frente a la crisis.
El mercado laboral y la economía apenas mejorarán en el 2011, según una encuesta económica que realiza la agencia AP entre economistas prominentes. Los pronósticos para el 2011 son más sombríos que los del trimestre anterior.
Con cerca de 15 millones de desempleados, casi 10% de la fuerza laboral, y un crecimiento previsto de 2,2%, una polarización en el congreso solo hará más difícil la tarea de Obama y dará a los republicanos la posibilidad de empujar su programa de reducción de impuestos y consolidar sus posiciones de cara a las elecciones presidenciales del 2012, cuando aspiran a recupera también la Casa Blanca.