Experto no recomienda moneda única para América Latina

“No creo en absoluto en la creación de una moneda única”, en el marco de los esfuerzos integracionistas latinoamericanos, afirmó el politólogo Georges Couffignal,

“No creo en absoluto en la creación de una moneda única”, en el marco de los esfuerzos integracionistas latinoamericanos, afirmó el politólogo Georges Couffignal, exdirector del Instituto de Altos Estudios para América Latina (IHEAL), en París.

Visitante frecuente de América Latina, ha venido a Costa Rica para dar un par de conferencias sobre la proyección internacional de la región.

A continuación un resumen de la entrevista con Couffignal en la que se refirió también a la crisis europea y a las próximas elecciones presidenciales en Francia.

¿En que momento del proceso de integración latinoamericano estamos actualmente? ¿Cuáles son sus características?

–Me llama la atención la fiebre de procesos de integracionistas. Desde el retorno de la democracia en la región, se han multiplicado organismos como el MERCOSUR, se ha cambiado el sentido de Pacto Andino, se ha creado la UNASUR y se promovió el ALBA, concebida como una contraparte del ALCA que impulsaba (George) Bush padre. Se ha desarrollado un “bloque norte”, con un gran peso de Estados Unidos, que incluye México y América Central; y un “bloque sur”, que se ha ido desarrollando cada vez más en los años 2000 con el peso de la potencia emergente como es Brasil. Hace pocos meses, en diciembre de 2011, se creó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que es un intento político para reemplazar a la OEA, sin la presencia de Estados Unidos.

El presidente chileno, Sebastián Piñera, actual presidente de CELAC, dice que no es su problema la lógica anti-Estados Unidos de (Hugo) Chávez, pero que está comprometido con el esfuerzo de promover las relaciones entre los países de la región.

Ahora Piñera claramente está apoyando las iniciativas de Cristina de Kirchner para recuperar las Malvinas.

Estamos en esta lógica, a pesar de las enormes diferencias de los países.

Una de esas crisis mundiales es la que afecta a los Estados Unidos. ¿Cuál es el lugar de América Latina en este nuevo escenario?

– Yo creo que, en el concierto mundial, América Latina tiene muy poco peso hoy en día. No es prioridad, en absoluto, para Estados Unidos; tampoco lo es para Europa. Su parte en los intercambios comerciales es de más o menos 5% del PIB mundial (es un poco más que el de Francia). O sea, no tiene importancia, salió del escenario mundial.

Hoy América Latina es una zona pacífica. Todos los países han firmado el Tratado de Tlatelolco, se desnuclearizaron; no hay guerras. Es la zona del mundo donde está el mayor número de países democráticos.

Por otro lado, si vemos lo que ha pasado en los últimos diez años, América Latina tiene un peso al interior del G-20 –donde participan México, Argentina y Brasil– mucho mayor que su peso económico. Están los BRICS, integrado por Brasil Rusia, India, China y Sudáfrica, y el G-3, que expresan una mayor autonomía de la región en el escenario internacional.

La otra gran crisis es la financiera, que no da tregua. ¿Usted ve posible la salida de Grecia del euro y una crisis de la integración europea? ¿Cuáles serían las consecuencias de ese proceso para América latina?

– No me gusta hacer pronósticos. Yo soy politólogo, no astrólogo. Pero si veo la historia de la construcción europea, me doy cuenta de que los pasos hacia delante se han dado en momentos de crisis. Y la enorme crisis financiera de estos últimos meses –que no ha terminado todavía–ha logrado unos cambios impresionantes al interior de Europa.

La posibilidad de coordinar las políticas presupuestarias es un hecho y vemos en la campaña presidencial francesa un debate sobre qué tipo de coordinación hay que tener a nivel europeo. Se está avanzando.

Pero si Grecia tiene que salir del euro, no lo sé, no soy economista. Como politólogo pienso que se hará todo lo necesario para que no salga. Sería un costo político enorme, un terremoto al interior de la construcción europea.

Lo más probable es que se construya, poco a poco, una Europa con círculos distintos que, por lo demás, ya existen. Pensar en un núcleo de países europeos que acerquen la elaboración de sus políticas fiscales es un escenario posible.

Ahora, no sé la importancia que eso podría tener para América Latina. Ya Europa no es el socio privilegiado de la región, que mira, cada vez más, hacia Asia. El futuro de América Latina podría ser como el Chile, país que reparte su intercambio comercial en cuatro partes bastante parecidas: Estados Unidos, Europa, Asia y la propia América Latina.

Han avanzado diversos procesos de integración, incluyendo la idea de una moneda única en Latinoamérica. ¿Cuáles son las perspectivas de estos procesos, en particular la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac)?

– No creo que vaya a formarse un bloque muy fuertemente unido en la CELAC. En estos últimos 15 años, se han acentuado caminos diferentes para cada país. No creo en absoluto en la creación de una moneda única. El MERCOSUR ya lo había intentado y no se pudo. Incluso algunos países tienen el dólar como moneda, como El Salvador y Ecuador.

No siento tampoco la voluntad de crear organismos que obligarían, forzosamente, –ya lo vimos en Europa– a abandonar parte de la soberanía.

Hemos visto una afirmación de identidades distintas de cada país de América Latina. Los pequeños países de Centroamérica, por ejemplo, tienen más diversidad ahora que hace 15 años.

Pero, al mismo tiempo, crece la conciencia de que, si se quiere tener peso en el escenario internacional, se necesita presentar una posición homogénea sobre cierto tipo de cuestiones, y ahí está la fuerza de América Latina. El hecho de tener el mismo idioma, raíces comunes… Todo eso permite ver cosas muy sorprendentes, como la cercanía entre los presidentes de Colombia y Venezuela, Juan Manuel Santos y Hugo Chávez.

Volvamos los ojos a Europa. La crisis financiera ha derivado en una consolidación del eje franco-alemán en torno a políticas muy conservadoras. ¿Es esa la salida para Europa?

—(Nicolás) Sarkozy quería deshacerse del eje franco-alemán, que ha sido la base de la construcción europea. No se llevaba bien con la canciller alemana, Angela Merkel; se acercó a Inglaterra y quiso crear una unión mediterránea. Pero, rápidamente, el pragmatismo lo llevó a volver al eje franco-alemán y las diferencias con Merkel se borraron.  Ese eje franco–alemán ha desaparecido; lo que cuenta hoy es Alemania.

Ahora que estamos en campaña electoral en Francia, la oposición socialdemócrata alemana apoya al candidato socialista François Hollande en la renegociación del pacto de austeridad. Nunca los socialdemócratas alemanes y franceses se han querido. Ahora sí.

La izquierda europea, en Italia, España y Alemania, esperan mucho de la victoria de Hollande, en una Europa conservadora. En 2013, hay elecciones en Alemania; en España, los conservadores del Partido Popular (PP) dominan el escenario político. La izquierda espera que una victoria de Hollande (que es un europeísta convencido) pueda cambiar ese escenario.

Finalmente, a pocos días de las elecciones francesas, ¿cómo ve usted el escenario político del país?

–Es muy curioso. Creo que es la primera elección, desde que se elige el presidente por votación universal en Francia, donde no hay ninguna pasión. Cada propuesta de los candidatos es analizada por los equipos de expertos, quienes dicen: esto cuesta tanto, de dónde va a salir la plata para hacerlo, etc. No hay dos modelos de sociedad que se enfrenten. El electorado ha entendido que estamos en crisis, que el margen de acción del futuro presidente es muy reducido. No hay pasión.

Si uno cree en los sondeos, Hollande debería ganar en el segundo turno con amplio margen, pero no por la fuerza de sus propuestas, sino por el rechazo a Sarkozy.

Estos rechazos son de índoles muy distintas. En el electorado tradicional de la izquierda, es un rechazo a una política que ha sido claramente neoliberal, en favor de las clases altas y del poder económico. En el centro y en parte de la derecha, es un rechazo al estilo de Sarkozy, a su incultura. En la extrema derecha, es un rechazo al hecho de que han sido nulos los resultados en la lucha contra la inmigración ilegal y la inseguridad.

En ese contexto, está surgiendo muy fuertemente el candidato del Frente de Izquierda, Jean-Luc Mélenchon. Ya tiene 13% de las preferencias, cuando empezó con apenas 5%, con un discurso bastante radical de izquierda, en alianza política con los comunistas, que no presentaron candidato. Está haciendo muy buena campaña, una campaña que moviliza.

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