Voltaire dice que la reconstrucción parece avanzar lentamente en Haití después del terremoto, pero el país avanza hacia la renovación de sus autoridades en las elecciones del 28 de noviembre próximo.
Canceladas en febrero, días después de que Haití fuera devastado por un terremoto que dejó cerca de 300.000 muertos, gran parte del país destrozado y alrededor de 1.5 millones de personas viviendo en campamentos, las elecciones para elegir al presidente de la República, renovar dos tercios del Senado y toda la Cámara de Diputados, se celebrarán finalmente el próximo 28 de noviembre.
¿Cómo celebrar elecciones en medio del caos provocado por la destrucción de edificios y de archivos, de la desaparición física de muchas autoridades y más de un millón de personas viviendo en precarios campamentos? ¿Qué tarea le espera al nuevo gobierno? ¿Cómo reconstruir un país caracterizado por la enorme pobreza de sus habitantes, la carencia de infraestructura y de instituciones capaces de organizar esa reconstrucción?
El 21 de agosto el Consejo Electoral Provisional aprobó una lista de 19 candidatos a la presidencia. Asimismo, rechazó la candidatura de otros 15, entre ellos la del músico Wyclef Jean -quien despertó gran entusiasmo, sobre todo en la juventud-, por estimar que no cumplían con los requisitos exigidos por la ley para postularse.
UNIVERSIDAD conversó con Franz Voltaire, director del Centro Internacional de Documentación e Información Haitiana, Caribeña y Afro-canadiense (CIDIHCA), una de las más importantes organizaciones culturales haitianas, con sede en Montreal.
Voltaire asistió, en San José, al Festival “Flores de la Diáspora Africana”. Su hermano, Leslie, exministro de Turismo, es uno de los candidatos presidenciales al que se le asigna posibilidades de triunfo en las elecciones de noviembre.
En Haití se realizarán elecciones presidenciales y parlamentarias el 28 de noviembre. ¿Cómo se perfila el panorama electoral?
-Como se sabe, el anuncio de celebración de elecciones el 28 de noviembre fue contestado por una parte de la clase política haitiana. Algunos sectores planteaban que, en la actual situación nacional, no se necesitaba elecciones, sino un gobierno de unidad nacional. Pero, la comunidad internacional exigió elecciones, considerando que los mandatos de los diputados y de dos tercios del senado habían caducado y era necesario renovarlos.
Un requisito constitucional para participar era que los candidatos hubiesen vivido en el país los últimos cinco años. El cantante Wyclef Jean dijo que tenía residencia en Haití, pero que, por razones de carrera, viajaba mucho. Y aunque su candidatura fue rechazada, terminó por legitimar el proceso electoral, haciendo que se pasara de un debate sobre si se debía o no celebrar elecciones a discutir sobre los candidatos presidenciales. La candidatura de Wyclef provocó entusiasmo entre grupos jóvenes, que no habían participado en procesos electorales anteriores, y es posible que ese sector decida no votar.
Pero, además, otros dos candidatos de oposición aceptaron el reto electoral. Una es la exsenadora Mirlande Manigat, vicerrectora de la Universidad Quisqueya, cercana a la democracia cristiana que representa a grupos de exiliados, pero que no han logrado enraizarse en el país. El otro es Charles Baker, un industrial de tendencia liberal. La presentación de ambos contribuyó también a legitimar las elecciones.
¿Quiénes son los candidatos con mayores posibilidades de triunfo?
-De los 15 candidatos, muchos se posicionaron solo para negociar cuotas de poder en un segundo turno, ya que se necesita más del 50% para ganar en primera vuelta.
Podrían votar casi tres de los cinco millones de electores, pero la desaparición del registro electoral ha obligado a renovarlo. La gran incógnita para esas elecciones serán los votos del los partidarios de Aristide y de los jóvenes, que no han participado antes en el sistema. Tampoco se puede prever qué ocurrirá con el voto de la gente en los campamentos. No se sabe si va a haber una inscripción masiva, o si serán pocos.
Con la situación catastrófica en que está el país, la pérdida de registros y la población alojada en campamentos provisionales, nadie sabe muy bien cómo se posicionarán los candidatos. Es muy difícil hacer encuestas.
Creo que hay tres candidatos con mayores posibilidades. Uno es el exprimer ministro del gobierno de René Préval, Jacques-Édouard Alexis. Es un político que fue cuestionado por el aumento de los precios de productos alimenticios en abril del 2008, cuando se desataron los “motines del hambre”. El senado le dio un voto de no confianza y tuvo que abandonar el cargo.
El candidato del partido Unidad, de gobierno, es Jude Celestin. Es poco conocido públicamente, y ha sido cuestionado por la oposición por el manejo de los fondos del Centro Nacional de Equipamientos (CNE), un organismo creado por Préval para realizar las principales obras públicas de su administración.
Un tercer candidato es el del partido Ansamb nou fort (Juntos somos más fuertes), encabezado por Leslie Voltaire y que agrupa a un sector del antiguo partido de Jean Bertrand Aristide, Lavalas, pero que tiene divergencias con las políticas de Préval. Uno de los temas de discrepancia es la presencia de la misión de las Naciones Unidas (MINUSTAH). Su programa incluye negociar una salida ordenada de la MINUSTAH del país en cinco años. Leslie Voltaire ve la reconstrucción del país no como un problema de levantar edificios, sino de establecer los fundamentos de un Estado moderno. La duda es quién va a expresar el voto de divergencia con Préval, a quien le reprochan no haber estado más presente desde el inicio de esta crisis. La complejidad de los problemas que se plantean lo ponen bajo la crítica de la oposición.
La oposición, por otra parte, es una cosa difusa: pequeños grupos que no han logrado consolidarse. En las últimas elecciones lograron poco más de 1% de los votos. Préval los incorporó al gobierno, pero después del terremoto los apartó. No tienen base social y se distinguen por problemas personales.
Hablemos de la reconstrucción del país, después del terremoto del 12 de enero pasado. ¿Cuánto se ha avanzado y cuáles son los principales desafíos pendientes?
– No se ha avanzado mucho. El parlamento haitiano aprobó la creación de una comisión internacional, presidida por el exmandatario norteamericano, Bill Clinton, y el primer ministro haitiano, Jean Max-Bellerive.
Se trata de un caso sui generis, que fue votado por el parlamento antes de su caducidad. Pero no está muy claro; no se sabe bien cómo hacer operacional esta estructura. Incluso el director no tiene que ser haitiano.
La comisión está integrada por legisladores y otros funcionarios haitianos, sindicalistas, empresarios, y representantes de países extranjeros y organismos financieros internacionales, como Estados Unidos, Canadá, Brasil, Francia, Venezuela, la Unión Europea, Naciones Unidas, la Comunidad del Caribe y organismos como el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial. Ese sería el marco institucional para la reconstrucción, que escapa al control de la institucionalidad haitiana. Esa comisión manejaría los casi $11 mil millones que se han ofrecido para la reconstrucción, pero el trabajo no ha podido arrancar.
El dilema de la comunidad internacional es esperar a que se elijan las nuevas autoridades para agilizar el trabajo de la comisión, que sería la instancia real de decisiones. Al parecer, prefieren la existencia de un gobierno estable, para negociar los proyectos de reconstrucción. Esto significa que va a pasar un año desde el terremoto, hasta que asuma el nuevo gobierno.
¿Cuál es el principal desafío, en su opinión, en ese esfuerzo de reconstrucción?
-El reto principal va a ser, más que la solución de los problemas inmediatos de los refugiados, construir un estado mínimamente responsable ante sus ciudadanos. No se trata solo de reconstruir una ciudad, sino la base de un Estado, de reorganizar los ministerios y de crear instituciones públicas en un país donde el 80% de la educación está gestionada por instituciones privadas u organismos no gubernamentales. Es un país donde la medicina está casi totalmente privatizada y no hay estructura para reemplazar la que la Cruz Roja creó para la emergencia. Está también el problema de la migración hacia Estados Unidos, Canadá, o Santo Domingo. Preocupado por esa situación, el gobierno dominicano está insistiendo en que la comunidad internacional desembolse las sumas prometidas, para hacer viable la reconstrucción de Haití. A esto hay que agregar el reto de integrar a los casi cuatro millones de haitianos que viven fuera del país y que transfieren más de 2.000 millones de dólares a Haití. ¿Cómo integrar a este esfuerzo a un grupo de profesionales de alto nivel, como, por ejemplo, el director del centro sísmico de la Universidad Sherbrooke, en Canadá, que es un haitiano?