Pese a que los bancos estuvieron cerrados toda la semana y corrían el riesgo de no tener dinero disponible el lunes siguiente al domingo del referendo, con la amenaza de todas las instituciones europeas por las graves consecuencias para Grecia de un eventual triunfo del “no”, casi dos tercios de los griegos votaron el pasado domingo 5 contra el programa de austeridad que ha sumido el país en una dramática crisis económica.
Los programas impuestos por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión Europea a partir de 2010 hundieron la economía griega, pues su Producto Interno Bruto (PIB) cayó un 25% desde entonces, con drásticas consecuencias para la población, que ha visto reducirse el empleo público y la calidad de los servicios de salud y educación.
El escenario no podría ser más dramático. Luego de cinco meses de negociaciones infructuosas, el primer ministro Alexis Tsipras rechazó la última oferta de las instituciones europeas para hacer un nuevo desembolso, el cual permitiría mantener a flote la economía griega por unos meses más. A cambio, debía retomar el programa de ajuste, cuyo rechazo fue la base de la campaña electoral del partido Syriza.
A partir de agosto del 2014, Grecia dejó de recibir nuevos desembolsos y el mes pasado no pudo pagar cerca de $1,6 billones al FMI.
Desde el 2010, el país ha recibido $210.000 millones; estos han ido a parar en gran parte a las arcas de los bancos alemanes y franceses o han servido para pagar intereses a las instituciones financieras internacionales.
Como condición, Grecia debía, además de un severo programa de ajuste, poner en marcha un plan de privatizaciones. Según las proyecciones del FMI, a Grecia debieron ingresar 50.000 millones de euros entre el 2011 y 2015 por la venta de puertos, aeropuertos, ferrocarriles y otros bienes. Se llegó a proponer incluir en esa lista las islas y monumentos clásicos. Sin embargo, el balance de esos ingresos en el primer trimestre de este año era de apenas €3,2 billones, 94% menos que lo previsto.
Una revisión del programa 2014-2022 preveía ingresos por €23.000 millones, la mitad por la venta de las acciones del Estado en la banca y un 25% por la venta de corporaciones y bienes inmuebles. Transcurrido un año desde esa revisión, las ventas alcanzaban apenas 400.000 millones de euros.
La revisión del FMI, hecha pública a fines del mes pasado, reconoció también algo que el gobierno griego repetía desde que asumió: la deuda pública debe ser renegociada, pues es impagable en los términos y cantidades pactadas.
Pese a estas evidencias, el FMI fue la institución que presentó la actitud más intransigente en las negociaciones, según las autoridades griegas.
Desconcierto
El lunes pasado, la prensa europea no ocultaba su desconcierto frente al resultado del referendo griego: “No’ masivo de los griegos crea confusión en Europa”, decía un titular. La confusión luego de estos acontecimientos era total: “Grecia no tiene dinero, los bancos hace una semana están cerrados y muy frágiles, debido a los recientes retiros masivos de los griegos, temerosos de esta situación”, resumía un periódico francés.
“No’ griego, duro desafío para Europa”; “El ‘No’ griego hace temblar la zona del euro”; “Victoria del ‘No’, un salto a lo desconocido”, se podía leer también en la noche del domingo, solo horas después de conocerse el resultado, una victoria del “no” a las reformas propuestas por las instituciones europeas, por 61,3% frente a 38,7% del “sí”.
El resultado dio pie a otro tipo de comentarios, como “Berlín en cólera, Podemos en júbilo en España”, u otro que advertía de las consecuencias graves de una eventual expulsión de Grecia de la moneda única, el euro: “Para el Bundesbank, el Grexit desplomaría el presupuesto alemán”.
Pese a esto, el lunes, la canciller alemana, Angela Merkel, dejaba entrever que Alemania empujaría a Grecia fuera del euro. Su portavoz, Steffen Seibert, decía que, formalmente, “las puertas están todavía abiertas” para un acuerdo; “pero –agregaba– tomando en cuenta la decisión de los ciudadanos griegos, no hay condiciones para la negociación de un nuevo programa de ayuda”.
Según el corresponsal del diario francés Le Monde en Berlín, Alemania, conservadores y socialdemócratas creen que la zona euro será más estable sin Grecia y que eso tendrá tal efecto negativo para la población que “servirá de lección para otros países”.
El martes estaba prevista una cumbre de la eurozona, mientras que el lunes debían reunirse Merkel y el presidente francés, François Hollande, para analizar lo que sigue luego del referendo. En España, entretanto, el presidente del gobierno, el conservador Mariano Rajoy, citaba al gabinete financiero para analizar la situación, mientras el partido de oposición Podemos celebraba el resultado de la consulta.
Prudencia
Como contrapartida, los gobernantes griegos reaccionaron con rapidez, pero con prudencia ante los resultados, mucho mejor de lo esperado en la víspera, cuando las encuestas daban un empate virtual entre el “sí” y el “no”.
“Mi mandato no es de ruptura con Europa”, dijo Tsipras poco después de conocerse los resultados. A su parecer, “hay soluciones justas y viables sobre la mesa. El pueblo griego ha cambiado la respuesta de Europa, ha dado la respuesta de que quiere una Europa solidaria y democrática. Grecia entrará en la mesa de las negociaciones para estabilizar el sistema bancario griego”, afirmó.
Reflotar el sistema bancario griego es la primera urgencia del país. Es también la herramienta más poderosa que las instituciones europeas tienen en su poder, para ahogar el gobierno y postrar el país en una grave crisis.
El portavoz del gobierno, Gabriel Sakellaridis, afirmó que el mismo domingo el Banco de Grecia enviaría una solicitud al BCE para aumentar los fondos ELA (Emergency Liquidity Assistance), para inyectar liquidez en el sistema financiero griego.
Los gobernadores del BCE tenían previsto reunirse para analizar la situación; si bien no se descarta un rechazo a la solicitud, se recuerda que la función principal de este banco es la defensa del euro, amenazado en este caso por una eventual quiebra de la banca griega.
¿Qué sigue?
En Francia, el excandidato de la izquierda socialista a la presidencia, Jean-Luc Mélenchon, celebró la derrota de lo que calificó un “proyecto cínico y calamitoso”. Para él, “la crisis fue provocada de forma absolutamente deliberada por el eurogrupo”.
En cambio, en la derecha, Hervé Morin, presidente del partido Nuevo Centro, opinó que “no corresponde a los otros pueblos europeos hacer los esfuerzos que los griegos no quieren hacer (…) Por lo tanto –añadió– soy favorable a la salida de Grecia de la zona euro”.
El fin de semana pasado, el expresidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, rompió su silencio prudente para dar a conocer una declaración firmada también por el exdirector de la Organización Mundial de Comercio, Pascal Lamy, y el excomisario europeo y exministro de defensa de Portugal, Antonio Vitorino.
“El drama griego no es ni será solo nacional: tendrá efectos sobre toda Europa. No se debe mirar a Grecia solo con los microscopios del FMI, sino con prismáticos más amplios, como un Estado perteneciente a los Balcanes, cuya inestabilidad no hace falta estimular en estos tiempos de guerra en Ucrania y en Siria y del desafío terrorista, sin olvidar al crisis migratoria”, dijeron.
Lo que sigue son nuevas y frenéticas negociaciones, sin que sea posible prever su resultado, ante la tentación de la Europa conservadora de doblarle el brazo (o cortarle la cabeza) a Syriza, como lo ha expresado también el ministro de Economía alemán y vicecanciller, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, para quien unas nuevas negociaciones con Grecia parecen “difícilmente imaginables”.
Luigi Ferrajoli, jurista italiano: Estamos ante el peligro del colapso de Europa
Luigi Ferrajoli requiere poca presentación en Europa, ya que es un jurista de enorme prestigio, autor de decenas de artículos y libros sobre teoría del derecho y la democracia, temas que son tratados extensamente en su obra fundamental Principia iuris: teoria del diritto e della democracia, publicada en el 2007.
Ferrajoli está en Costa Rica, donde ha sido invitado para dar conferencias en universidades públicas y privadas.
En entrevista con UNIVERSIDAD, antes del referendo del pasado domingo 6 en Grecia, advirtió sobre los peligros que corre una Europa sometida a políticas de austeridad, donde “la norma fundamental es hoy la ley del mercado”.
Europa se enfrenta al debate sobre una salida a la crisis griega. En su opinión, ¿qué es lo que está en juego en Grecia?
−La cuestión griega, junto con la inmigración, son los dos casos sobre los cuales se arriesga el colapso de Europa, que ha sido creada como una comunidad de Estados conectados por los derechos humanos y la igualdad; pero ahora −con la política de austeridad− contra los griegos y una política que crea una fortaleza europea contra los inmigrantes, todos estos valores han sido puestos en duda.
En todos los países de la UE se ha producido una inversión de la relación político-económica. La verdadera norma fundamental es hoy la ley del mercado. El caso griego es paradigmático. No se puede explicar la dureza con la cual se ha tratado lo que es un pequeño problema económico, pues Grecia representa apenas el 2% del Producto Interno Bruto (PIB) de la UE. No hay otra explicación para ese tratamiento que la necesidad de normalizar una anomalía: la anomalía Tsipras. El primado de los derechos sociales sobre los derechos del mercado es una anomalía que debe ser corregida.
¿Cómo se explica esa dureza, ese afán de someter a Grecia a un programa que ha hundido el país en la crisis desde su aplicación en el 2010?
−Se ha producido en Europa una verdadera inversión de la jerarquía democrática, de los poderes. La política se ha hecho totalmente subalterna a los mercados que, a su vez, requieren ser omnipotentes frente a la sociedad. Es la economía la que gobierna la política, al afirmar la rigidez de las reglas del mercado. Se sufre una involución autocrática, respeto de la cual Grecia es una anomalía. Los poderes financieros se han desarrollado como poderes sin límite; no tienen, en la esfera pública, un poder a su altura.
Ya no son los Estados los que garantizan la concurrencia entre las empresas, son la economía y las finanzas las que ponen en competencia a los Estados, decidiendo hacer su inversión en los Estados más convenientes, en aquellos donde se puede explotar mejor el trabajo, corromper a los gobiernos. Es una inversión que se ha producido gracias a esa globalización. Los privados se han vuelto poderes soberanos, con una potente ideología de legitimación. Creo que es un problema que tiene que ver con el futuro de la democracia global.
En su opinión, ¿cuáles son los riesgos que se corren al tratar de someter a Grecia a esa política de austeridad?
−La situación de Grecia es totalmente irracional. Estamos destruyendo la conquista más importante de la posguerra: la Unión Europea (UE), este milagro de 27 países que se unificaron sobre la base de la igualdad. Son principios que están inscritos en los tratados; no se trata solo de la moneda única, sino también de la solidaridad, la igualdad, el desarrollo de los países más pobres. La política de austeridad ha producido un colapso del europeísmo. Se está produciendo la destrucción de las bases sociales de la unificación europea. La unidad política no tiene otro sentido que la igualdad de los derechos. Todo eso se está destruyendo, no solo en el plano político, sino también en el cultural y social. Se están manifestando todos los nacionalismos. El único valor hoy es el egoísmo individual vinculado al mercado.
Los pueblos griego, italiano, español y portugués fueron los más europeístas, los que, en mayor porcentaje, apoyaron la integración. Pero si Europa se manifiesta de manera tan feroz, esto produce una destrucción del sentido de pertenencia, promueve el desarrollo de los partidos populistas, fascistas, antieuropeos.
Hoy un griego tiene menos derechos políticos y sociales que un alemán. Esto es increíble. No podemos olvidar que después de la guerra la economía alemana fue reconstruida por toda Europa. No podemos olvidar que Alemania destruyó Europa, produjo daños terribles, los horrores de la guerra. Cuando Tsipras recordó lo que Alemania hizo en Grecia, se consideró que era una tesis absurda, cuando era una tesis absolutamente verdadera. Debería haber un sentido de realismo en Alemania, que no permitiera esta arrogancia, esta dureza.
¿Qué sentido le atribuye al referendo del domingo en Grecia?
−Tsipras es el más europeísta de todos, en el sentido de que propone una Europa fundada en la solidaridad, en la supremacía de la solidaridad sobre el mercado. Pero eso no es aceptado. El europeísmo de Tsipras es considerado antieuropeísmo por no aceptar las reglas del mercado. El referendo de Grecia fue contra esa Europa. En Grecia hay muchas culpas, sobre todo de los gobiernos anteriores, que han producido una enorme desigualdad, la gran riqueza de los armadores, una gran evasión fiscal y una política de austeridad que se manifiesta solo contra los pobres, sobre los asalariados.
¿Qué riesgos corre Europa con la aplicación de esas políticas?
−Estamos atravesando no una crisis, sino el verdadero peligro de un colapso de Europa.
Europa tiene sentido en tanto sea superado el sentido de pertenencia exclusiva a los Estados nacionales. Una política tan agresiva, tan contraria a los principios de solidaridad, produce una mortificación del amor propio de los países más pobres. Naturalmente, esto es terreno de cultivo para actitudes antieuropeas. Resurgen todos los viejos nacionalismos cuando desaparece la solidaridad. Creo que la definición más adecuada de la globalización es: ausencia de reglas a los poderes privados, es decir, la desregulación del mercado. Esto atenta no solo contra un principio de la democracia, sino contra el Estado moderno mismo, que ha nacido como afirmación de la esfera pública sobre la esfera privada. Estamos viviendo una regresión premoderna, que se caracteriza por el carácter ilimitado de los poderes financieros.
¿Hay reacciones en Italia frente a esta situación? ¿Cuáles son?
−La vergüenza es que Italia, que tiene el mismo problema, no se ha solidarizado con Tsipras. Nosotros estamos con las reglas, pero con las reglas del mercado. Antes, los partidos en Italia tenían raíces profundas en la sociedad, eran partidos de masa, como la Democracia Cristiana, los socialistas o los comunistas. Eso ha desaparecido. Esa omnipotencia de los políticos de cara a la sociedad es la contraparte del sometimiento al mercado. La política se ha separado de la sociedad.
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