Guerra de desinformación

La cobertura del conflicto en Irak pone en evidencia que la guerra trasciende el campo de batalla y alcanza a varios medios de comunicación

La cobertura del conflicto en Irak pone en evidencia que la guerra trasciende el campo de batalla y alcanza a varios medios de comunicación globalizados y sujetos a la dinámica del poder.

La confrontación bélica en el Golfo Pérsico se parece cada vez más a un «reality show».

Al parecer, el acceso a la tecnología de las comunicaciones modernas por parte de países opuestos a la guerra en Irak, — muchos de ellos en desarrollo –, ha puesto fin al reinado de la cadena de televisión norteamericana Cable News Network (CNN); sin embargo, el mercado es el que dicta las pautas de cuáles noticias son las que venden y, por lo tanto, la confrontación bélica en el Golfo Pérsico se parece cada vez más a un «reality show».

Limitados por el férreo control del Pentágono, los canales de televisión y la prensa estadounidenses aplican además una especie de autocensura, con la cual pretenden no entorpecer la acción de las tropas británicas y estadounidenses.

Desde hace meses, con contadas excepciones, las empresas de comunicación de Estados Unidos han justificado, de uno u otro modo, lo que sucede ahora en el Medio Oriente.

Han insistido constantemente, en las atrocidades que cometidas por el régimen de Saddam Husein, en la existencia de armas químicas y biológicas en el arsenal iraquí y en la necesidad de liberar a un pueblo oprimido.

Poco les ha importado los graves cuestionamientos acerca de las verdaderas razones que han impulsado al presidente George W. Bush a iniciar este conflicto o la labor que, durante meses, realizaron los inspectores de armas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

El vínculo de estos grandes medios con la industria tecnológica, militar y petrolera parece mover los hilos de una desinformación que le ha servido al mandatario estadounidense para conservar altos índices de popularidad, a pesar haber violado el derecho internacional y los principios sobre los que se asientan los entes multilaterales como las Naciones Unidas.

Una vez iniciado el conflicto, se repitieron los fuegos artificiales de la Primera Guerra del Golfo; no obstante, esta vez la novedad estribó en que corresponsales de las grandes cadenas televisivas y periódicos fueron enviados al frente junto con las tropas terrestres.

Este parece haber sido un mal cálculo del Departamento de Defensa, puesto que los reporteros, principalmente en los últimos días, han dado un panorama poco esperanzador del desarrollo del conflicto, con crónicas acerca de durísimos e inesperados combates y sobre bajas y prisioneros de guerra de la coalición.

Por más que han tratado de minimizar los daños, la verdad es que la tecnología militar estadounidense parece poco eficaz en contra de la resolución de un pueblo y un régimen arrinconado que, además, ha aprendido también a manipular con los medios.  El fantasma de Vietnam ha empezado a planear de nuevo sobre las fuerzas armadas de la única superpotencia del globo.

A este respecto, vale la pena mencionar a la cadena televisiva satelital en lengua árabe Al-Jazeera, la cual ha llegado a convertirse en un verdadero dolor de cabeza para el alto mando estadounidense y británico.

Este medio, sui generis desde todo punto de vista, parece presentar la otra versión del conflicto.  Su acceso irrestricto a zonas de Irak en donde los medios occidentales no son bienvenidos y su alta tecnología, le han permitido difundir en el mundo árabe la otra cara de la moneda, lo que ha generado un sentimiento generalizado de solidaridad con el gobierno y el pueblo de esa nación musulmana.

Al-Jazeera ha emitido a todo el planeta las imágenes de los primeros soldados de la coalición muertos o hechos prisioneros de guerra.  Estas imágenes, cedidas por la televisión oficial iraquí, han tenido un profundo impacto en la moral de las fuerzas armadas y del pueblo estadounidense.

Durante el pasado fin de semana, el mundo se dio cuenta de que el conflicto no iba a ser el paseo que los medios habían vaticinado.  En vez de pañuelos y flores, los soldados británicos y estadounidenses han recibido lluvias de artillería en cada ciudad a la que han entrado.

El impacto en los mercados de valores no se hizo esperar, con bajas generalizadas de las principales bolsas de Estados Unidos, Europa, Latinoamérica y Asia y con fuertes subidas en los precios del petróleo.

La algarabía bursátil de las primeras 72 horas de la invasión, dio paso a un pesimismo que los mandos norteamericanos califican de exagerado, ya que, desde su punto de vista, la operación marcha según lo previsto.

Sin embargo, no parece que la respuesta del público iraquí a los llamados de su presidente a la «guerra santa», estuviera dentro de los cálculos de la inteligencia.  Por el momento, Al-Jazeera y la televisión iraquí siguen funcionando.

En la guerra mediática paralela al conflicto armado, resulta paradójica la condena realizada por altos mandos estadounidenses a la difusión, por parte de Al-Jazeera, de imágenes de prisioneros de guerra en manos iraquíes, cuando CNN y otros consorcios comunicacionales estadounidenses habían repetido incesantemente las tomas de soldados leales a Husein con banderas blancas y las manos en alto.

Ahora Washington invoca la Convención de Ginebra y otros instrumentos del derecho internacional, olvidando que su intervención, sin la aprobación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, representa una violación al principio universal de que un Estado no debe interferir en los asuntos internos de otros estados.

En el frente de las relaciones públicas, Irak expulsó a los corresponsales de CNN en Bagdad.  La razón para esta decisión es obvia, los periodista norteamericanos estaban realizando labores de inteligencia, — concientemente o no –, y le decían a las fuerzas aéreas de la coalición cuáles objetivos habían sido destruidos en los bombardeos y cuales permanecían intactos.

Este «atentado» a la libertad de expresión, no es muy diferente al que realiza el alto mando aliado con la prohibición a los corresponsales en el frente de guerra de ofrecer detalles sobre las operaciones militares que se desarrollan o sobre su ubicación precisa sobre el terreno.

Ante su imposibilidad de acceder al territorio controlado por las tropas de Saddam Husein, cada vez más los canales de televisión estadounidenses se ven obligados a reproducir íntegramente lo que transmite Al-Jazeera.

Algo similar sucede con la televisión nacional, que se limita a hacer un «refrito» de lo que transmite CNN en Español, una cadena que, por cierto, se ha caracterizado por un equipo de traductores que deja mucho que desear y que, a veces, tiende a confundir al público.

Los medios costarricenses, además, han puesto en evidencia el poco conocimiento de sus profesionales en comunicación acerca de la geografía, historia, situación actual y coyuntura política de Irak y el conflicto en la zona.

Errores como ubicar la frontera sur de Irak en Turquía o pronunciar el nombre de la milenaria, histórica y literaria ciudad de Basora como «Basra» o «Basran», son ejemplos de la escasa calidad informativa exhibida por los informativos nacionales.

Sin embargo, CNN en español no está muy lejos de la situación de los telenoticieros costarricenses, debido a la recurrente consulta a analistas militares cuyo dominio del castellano es francamente pobre.

Otro factor que ha distinguido la información de los canales de televisión norteamericanos, es que, por lo general, el conflicto se ha desarrollado de una forma completamente distinta de cómo sus especialistas habían especulado que sería.

De este modo, los televisores se han convertido en oráculos en los que los hechiceros de la comunicación intentan adivinar un futuro que no está para nada claro, ya que, como dijo el expresidente sudafricano Nelson Mandela, siempre se sabe cómo empieza un conflicto; pero nunca se sabe cómo podría terminar.

Decepcionante también ha sido el papel de la Televisión Española (TVE), un medio tradicionalmente objetivo y responsable, el cual parece estar ahora al servicio de los intereses del Partido Popular y del gobierno de José María Aznar, uno de los dos aliados «clase A» del señor Bush.

Algo más críticos han sido los canales internacionales de Francia y Alemania, en consonancia con la posición de sus respectivos gobiernos.  No obstante, es necesario señalar que esta posición no es, para nada, desinteresada, ya que estos dos países europeos cuentan con importantes intereses petroleros en suelo iraquí.

Mientras la guerra sigue adelante, el «raiting» de lo canales de noticias aumenta y les pone por delante de los programas conocidos como «reality shows», tales como «big brother», «sobrevivientes» u «operación triunfo».

El problema es que, en el conflicto en el Golfo Pérsico, aquellos que salen del «show» no lo hacen para continuar con su vida normal.  Una de las características de todas las guerras, desde que se usaban piedras, es que hay muertos.  Ésta no es la excepción y, por eso, el uso de la violencia es un acto barbárico que debería de ser desterrado de las relaciones humanas.

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