Con las presiones estadounidenses para reconocer el resultado electoral y la oposición mayoritariaa desconocerlo, se vislumbra una división en el seno de la OEA.
“Nosotros estamos en una campaña popular para desenmascarar las elecciones, que son una farsa. Es la continuación del golpismo con otro rostro”, dio Bertha Cáceres, dirigente del Consejo cívico de Organizaciones Populares e indígenas de Honduras (COPINH).
Bertha Cáceres habló desde Honduras a dos periodistas argentinas que la entrevistaron sobre las elecciones del día 29 de noviembre.
Las elecciones se han transformado en el evento en torno al cual giran ahora las expectativas de todos los actores en la crisis hondureña.
Con la firma entre los representantes del gobierno de facto y del presidente Manuel Zelaya el pasado 30 de octubre, patrocinado por el entonces subsecretario de Estado de Estados Unidos para el Hemisferio Occidental, Thomas Shannon, la situación hondureña parecía haber encontrado nuevamente la ruta de la negociación.
En conferencia de prensa, poco después de su firma, Shannon aseguró que la aplicación del acuerdo alcanzado para solucionar la crisis en Honduras sería “complicada” pero que el país iba por “buen camino” para la celebración de las elecciones de noviembre.
Pero, a poco andar el acuerdo se reveló en toda su ambigüedad, sin que ofreciera garantías para el retorno de Zelaya al poder, como exigían todas las resoluciones de la Organización de Estados Americanos (OEA) y la comunidad internacional en general.
En Estados Unidos surgieron luego denuncias de que el acuerdo, lejos de ofrecer una salida a la crisis hondureña, lo que pretendía era destrabar los nombramientos del sucesor de Shannon, Arturo Valenzuela, y el del propio Shannon, como embajador en Brasil, que estaban bloqueados en el Congreso por la oposición conservadora republicana.
O sea, se negoció desbloquear esos nombramientos a cambio de un acuerdo que permitiera a los golpistas hondureños consolidar sus posiciones.
La decisión del congreso hondureño de posponer la consideración del retorno de Zelaya (sin que nada garantice que, finalmente, eso se vaya a aprobar, aunque probablemente este será rechazado), llevó al mandatario a denunciar el acuerdo.
“Un acuerdo ambiguo, como era de esperarse, se transformó en un impasse. Y ahora, ¿qué se hace?”, se señaló en cancillerías latinoamericanas.
El congreso hondureño anunció, finalmente, que debatirá la restitución del presidente el 2 de diciembre, tres días después de realizada la elección.
Estados Unidos envió nuevamente al subsecretario adjunto de Estado de Estados Unidos, Craig Kelly, a Honduras. El funcionario reiteró, el pasado 18 de noviembre, en Tegucigalpa, que su gobierno apoyará las elecciones del 29 de noviembre.
En una declaración leída ante los periodistas, Kelly dijo que «nadie tiene el derecho de quitar al pueblo hondureño el derecho de votar y elegir a sus líderes».
«Esa es una parte importante de la democracia, y he notado el entusiasmo en el país que está avanzando hacia las elecciones el 29 de noviembre», afirmó Kelly al concluir su visita de dos días a Honduras.
La declaración, ciertamente, hace caso omiso de la situación imperante en el país desde el golpe militar del 28 de junio pasado que ha impuesto un virtual estado de sitio en el país. Esta no solo imposibilita cualquier campaña electoral, sino que ha llevado a decenas de candidatos a renunciar a sus candidaturas.
DIVISIÓN HEMISFÉRICA
El Frente Nacional contra el golpe de Estado y el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas (COPINH) anunciaron la semana pasada que no solo no reconocerán los resultados de las elecciones, sino que 110 candidatos a alcaldes y 55 a diputados, así como un candidato presidencial se retiraban de los comicios.
Ante esta realidad, la posición de los Estados Unidos le da un nuevo aire a los golpistas y divide la posición del hemisferio.
Mientras los funcionarios del Departamento de Estado insistían en la validez de las elecciones, los presidentes de Brasil y Argentina, Luis Inácio Lula da Silva, y Cristina de Kirchner firmaban una declaración el pasado día 18 en la que señalaban que desconocerán los resultados de esas elecciones, si para esa fecha Zelaya no ha sido restituido en su cargo.
Si eso no ocurre, dijo Lula, “las elecciones estarán comprometidas y serán un mal precedente” para toda América Latina.
El pronunciamiento de los dos mandatarios es parte de un extenso comunicado conjunto dado a conocer durante la visita de la presidente argentina a Brasília.
Los mandatarios «reiteraron su enérgica condena al golpe de Estado en Honduras», y destacaron que la restitución de Zelaya al cargo era «indispensable para el restablecimiento del orden constitucional, del estado de derecho y de la vida democrática en Honduras».
¿OBSERVADORES?
El gobierno de facto y los sectores más conservadores del hemisferio apuestan ahora a la realización de unas elecciones que puedan ser “creíbles”.
Para eso buscan “observadores” dispuestos a certificar el desarrollo de las elecciones, a las que difícilmente irán congresistas norteamericanos, porque no podrán ir solo republicanos, si los demócratas deciden no asistir.
Convertido en el nuevo héroe de la derecha ultraconservadora de la región, Micheletti recibe sugerencias y consejos para enfrentar la coyuntura electoral.
De Monterrey, México, un representante del fundamentalismo católico pide “dar vuelta” a la página del golpe y “concentrarse en la opinión pública sobre las elecciones”. Y advierte: “hay que recordar que es más importante la percepción que la realidad, así que hay que informar al mundo de cada paso que se vaya dando en la consolidación del proceso electoral…”
La oposición tiene otro punto de vista. Bertha Cáceres señala que “Ha sido ya conocida la posición del Frente Nacional de Resistencia y principalmente del presidente Zelaya, de prácticamente desenmascarar la estrategia de Estados Unidos de supuesto diálogo, que ha servido para dilatar y para tener el objetivo de fortalecer la dictadura, fortalecer el régimen golpista.
“Ante eso la resistencia ha hecho un llamado al pueblo hondureño, de continuar con las acciones de movilización, de desconocimiento de las elecciones, de boicotearlas desde las organizaciones de base. Eso se está llevando a cabo en diferentes puntos del país, cada uno con sus particularidades”.
Para el presidente Zelaya, «el régimen de facto está buscando una salida para blanquear el golpe».
En declaraciones a una emisora española, luego de conocer que el Congreso debatirá su restitución a la presidencia el 2 de diciembre, Zelaya aseguró que el diálogo mantenido con el régimen de facto fue «totalmente falso y terminó en un juego tramposo y sucio» y calificó al “Pacto de Tegucigalpa-San José” promovido por Shannon como una «burla y fraude».
Ahora, con las presiones norteamericanas para reconocer el resultado electoral y la oposición mayoritaria a desconocerlo, prevaleciente en América Latina, se vislumbra una división en el seno de la OEA, cuyo Secretario General anunció la semana pasada que no había condiciones para enviar una misión observadora de ese organismo a las elecciones de Honduras.