El gobierno de facto de Honduras ha intensificado la represión para contener las protestas contra el golpe de Estado del pasado 28 de junio.
Aislado por la comunidad internacional, el gobierno encabezado por el presidente de Congreso hondureño, Roberto Micheletti, enfrentaba esta semana una creciente protesta popular que, animada por el respaldo mundial al presidente Manuel Zelaya, empezaba a tomar las calles.
En lo que puede ser el comienzo del fin de los golpistas, el régimen de Micheletti iba perdiendo así el control del país, que parecía tener fuertemente en sus manos, cuando el pasado domingo 28 de junio anunció la captura del presidente Zelaya y su expulsión del país.
Con el apoyo militar de todo el Congreso, de los dos principales partidos políticos – el liberal (de Zelaya) y el Nacional (de oposición) – de la Corte Suprema, del Tribunal Supremo de Elecciones, del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos de las organizaciones del sector privado (disgustadas con la decisión del presidente de aumentar el salario mínimo, en diciembre pasado) de las iglesias católica y evangélica; el golpe parecía contar con suficiente respaldo para enfrentar la comunidad internacional y tratar de romper el aislamiento a que se vio sometido desde el primer momento.
PRIMEROS MUERTOS
Pero, diez días después, la situación se ha ido revirtiendo paulatinamente. Las manifestaciones contra los golpistas, que no cesaron nunca, tomaron fuerza solo una semana después, cuando el presidente Zelaya anunció su retorno al país.
Miles de partidarios de Zelaya se congregaron en el aeropuerto de Tegucigalpa, tomado por el ejército y la policía, que atravesaron carros policiales en la pista para impedir que aterrizara el avión venezolano en el que viajaba.
De ese modo el gobierno cambiaba su posición inicial, de apresar a Zelaya en cuanto pusiera pie en territorio hondureño.
Prefirió impedir su arribo al país y evitar que se generara una situación a todas luces incontrolable.
“Después de lanzar bombas de gas lacrimógeno, el Ejército abrió fuego contra los miles de manifestantes que esperaban a Zelaya desde primera hora de la mañana en los alrededores del Aeropuerto Internacional de Tocontín, en Tegucigalpa.
Lo hacían como respuesta a los intentos de la multitud por tomar la pista de aterrizaje del aeródromo”, según la versión oficial citada por una agencia de prensa.
El joven asesinado fue identificado como Isis Murillo, de 19 años, quien recibió un disparo en la cabeza.
Después se confirmó que una segunda persona había perdido la vida, como consecuencia de la represión contra la multitud agolpada en el aeropuerto. «Nos están tirando a matar», gritaba una mujer, atrapada en medio de la nube de gases, según un enviado de la prensa extranjera.
La resistencia siguió aumentando. El gobierno respondió ampliando el toque de queda y eliminando las garantías individuales durante su vigencia. El ejército puede invadir viviendas y apresar a la gente sn orden de captura y por un plazo indeterminado.
El general retirado Mario Villanueva Reyes dirige las operaciones para intervenir las televisoras y radios y desarrollar una guerra psicológica, denunciaron los partidarios de Zelaya el lunes pasado.
Manuel Torres, un periodista independiente dijo a BBC Mundo: «Sabemos muy poco de lo que está ocurriendo en el resto de Honduras, de hecho sabemos muy poco de lo que está ocurriendo en el resto de Tegucigalpa».
El periodista Luis Galdamez, de Radio Globo, que junto con Canal 36 es de los pocos medios independientes de Honduras, explicó al diario La Vanguardia, de Barcelona, cómo silenciaron la emisora.
“El domingo entraron a las cinco de la mañana. Nos dijeron que cortáramos la emisión, amenazaron con detenernos a todos si no obedecíamos.
Seguimos informando.
Nos conectaban muchas emisoras del exterior porque nadie decía lo que ocurría en el país. Nos llamó el fiscal general Luis Alberto Rubí para amedrentarnos.
“Al seguir en antena, volvieron los soldados. Mientras golpeaban los portones, escapamos escalando un muro de atrás de la emisora.
Los soldados, rompieron y destrozaron las instalaciones. Golpearon a David Romero, pero pudo huir. Detuvieron dos horas al personal administrativo. La emisora ahora está cerrada”, señaló Galdamez a La Vanguardia.
La BBC, de Londres, destacó que «Los medios de comunicación siguen transmitiendo fundamentalmente las versiones oficiales y los canales de noticias internacionales como CNN y Telesur, continúan fuera del aire».
Al mismo tiempo, sectores sociales y sindicales han convocado en todo el país una huelga general en rechazo al nombramiento de Micheletti como presidente interino y para exigir el regreso de Zelaya.
Todo indica que la represión se va a intensificar, a medida en que aumente la resistencia, mientras las perspectivas del régimen golpista son cada vez más reducidas.
Al mismo tiempo, empiezan a surgir las voces orientadas a evitar que un retorno de Zelaya al poder represente una derrota total para la actual cúpula militar, el sector político golpista y las organizaciones empresariales.
POLÍTICA REGIONAL
El golpe militar en Honduras y sus consecuencias han puesto en evidencia los profundos cambios ocurridos en el escenario político regional.
El coronel Bayardo Inestroza, asesor jurídico del ejército hondureño, en declaraciones publicadas por el periódico digital El Faro, de El Salvador, explicó así la situación:
“En 1980, yo era subteniente, combatimos los movimientos subversivos acá y fuimos el único país que no tuvo una guerra fratricida como los demás.
Difícilmente nosotros, con nuestra formación, podemos tener relación con un gobierno de izquierda.
Eso es imposible. Yo personalmente me hubiera retirado, porque mi pensamiento, mis principios, no me hubieran permitido comulgar con eso”.
En una larga entrevista, el coronel Inestroza explica, con mucho detenimiento y crudeza, la visión de los militares sobre el problema, al reconocer, entre otras cosas, que “La decisión de sacarlo a Costa Rica la tomamos nosotros como Fuerza Armada.”
Cuando le preguntan si el ejército aceptaría un acuerdo político para el retorno de Zelaya, afirma: “No sabría contestarle, porque no me corresponde tomar esa decisión. Sinceramente… no sé qué se haría.
Si eso llega a suceder eso va a ser el principio del fin del Estado de Derecho en Honduras. Porque él no va a cambiar, va a seguir con sus ideas izquierdistas. Él lo tiene claro. Si esa encuesta de opinión se hubiera realizado el domingo, con el resultado ellos legitimaban el proceso, y a las 18 horas del mismo domingo 28 instalaban la Constituyente.
Y una vez instalada disolvían el Congreso y la Corte Suprema, destituían al Fiscal General y descabezaban los mandos de las Fuerzas Armadas. Lo mismo se ha hecho en otros lados”.
El discurso del gobierno apela a las “amenazas venezolanas”, a un supuesto ataque del ejército nicaragüense, que se estaría gestando, del mismo modo que inventaron una supuesta carta de renuncia de Zelaya, leída en la sesión del Congreso para justificar la destitución del presidente.
El argumento de los conservadores de las más diversas latitudes ha sido expresado en La Prensa Gráfica, de El Salvador, por el columnista Rafael Castellanos: “Puede ser que la tragedia de Honduras ayude a detener el proyecto chavista en Centroamérica. Los hondureños solos trazaron la línea de batalla, veremos si se suman otros”.
Según The Wall Street Journal, Barack Obama no debería permitir una victoria del «chavismo» en Honduras.
José María Aznar, expresidente del gobierno español que apoyó el golpe del 2002 contra el presidente Hugo Chávez, en Venezuela, se negó a condenar este otro, limitándose a decir que, «En Honduras, los lamentables episodios de los últimos días deben terminar con el restablecimiento de la legalidad y del orden constitucional y el respeto de todos, todos, al orden constitucional».
Al analizar la situación, el conservador diario ABC, de Madrid, destaca que, “por primera vez, Barack Obama se encuentra alineado con el venezolano Hugo Chávez”.
Y se podría añadir que, también por primera vez, Chávez se encuentra alineado detrás de las iniciativas de la OEA. «Es increíble –dijo el presidente ecuatoriano, Rafael Correa–, nunca antes se ha dado esto en la historia de América Latina, la unanimidad y la decisión para condenar ese golpe.
El gobierno de facto está enfrentando un aislamiento internacional total».
En ese contexto, la OEA no les sirve a los que siempre la usaron para apoyar los goles militares, y no sería raro que viéramos insospechadas presiones para cerrarla.