Juego político para Obama sigue complejo tras elecciones

“Estados Unidos celebró elecciones y nada cambió”, se lamentaba George Friedman, el director de la página de análisis político Stratfor el día siguiente de

“Estados Unidos celebró elecciones y nada cambió”, se lamentaba George Friedman, el director de la página de análisis político Stratfor el día siguiente de los comicios, efectuados el 6 de noviembre.

Friedman se refería a los resultados de la elección presidencial y a la conformación del Congreso, donde los demócratas ampliaron en dos asientos su ventaja en el Senado, y de la Cámara de Representantes, donde los republicanos consolidaron la mayoría obtenida hace dos años.

Según Friedman, ese resultado es la prolongación de la inamovilidad del Gobierno del presidente Barack Obama, que no tendrá suficiente apoyo para nuevas iniciativas importantes.

“Su capacidad para seguir con lo que ya venía haciendo no ha sido disminuida, pero su capacidad para hacer mucho de nuevo ha sido bloqueada”. Y concluía: “si la elección lo paralizó domésticamente, la realidad lo limita en su política externa. De todos modos, no parece tener apetito para nuevas aventuras”.

RESULTADOS

Los comentaristas y expertos destacaron otros aspectos de las elecciones. En primer lugar, los resultados merecen un escrutinio más cuidadoso. Sin contabilizar aún poco más de 8 millones de votos de Florida (donde Obama obtenía una ventaja de menos de 50 mil), el resultado electoral era de 60 399 713 para Obama (50,4 %) y 57 600 753 para el candidato republicano Mitt Romney (48,1 %).

En el 2008, Obama triunfó por primera vez con 69 498 516 votos (52,9 %), frente a 59 948 323 de su rival republicano John McCain (45,6 %). Votó entonces un número récord de electores, que representaban el 57 % del padrón electoral. Esa cifra se redujo esta vez, probablemente a menos de 55 %, y el triunfo de Obama se hizo mucho más estrecho, al tener una ventaja de menos de 3 millones de votos este año.

CAUSAS

En un editorial publicado el día siguiente de las elecciones, el New York Times (NYT) —que no ocultó su preferencia por Obama— estimó que la “dramática victoria” no era un síntoma de que una nación fracturada se había vuelto a unir el día de las elecciones.

Pero agregó que “era un fuerte apoyo a las políticas económicas que hacían énfasis en el crecimiento del empleo, la reforma del sistema de asistencia médica, el aumento de impuestos y una reducción balanceada del déficit, así como una política migratoria moderada, aborto y matrimonio de personas del mismo sexo”.

“El corazón industrial del país –Michigan, Minnesota, Wisconsin, Ohio e Iowa— votó mayoritariamente por Obama”, señalaron otros comentaristas, coincidiendo en que esos electores respaldaron la visión de Obama, en el sentido de insistir en el papel del Estado en las políticas de creación de empleo, no en manos del mercado, una visión que se acercaba más a las del candidato republicano.

Para el NYT, se trató de un rechazo a las propuestas sin sentido de la época del presidente Ronald Reagan, de reducción de impuestos y del “derrame” de la riqueza hacia los sectores más pobres, y las “políticas de miedo, intolerancia y desinformación”.

Todos los dedos apuntaron al grave error de la campaña de Romney: despreciar la sensibilidad de los ciudadanos de origen latinoamericano con su propuesta de solucionar el problema de los inmigrantes ilegales mediante la “autodeportación”. Frente a los esfuerzos de Obama por impulsar una reforma migratoria mucho más generosa, la posición republicana desvió ampliamente esos votos hacia la candidatura del presidente.

En el tema del sistema de salud “Medicare”, otros analistas estimaron que la decisión de Romney de llevar como candidato a la vicepresidencia al congresista Paul Ryan, “un joven legislador radical” opuesto a las reformas de Obama en esta materia, asustó a no pocos jubilados.

La conclusión del NYT, finalmente, es que “la victoria de Obama no muestra un país unido. Los americanos ricos apoyaron a Romney, mientras los pobres votaron mayoritariamente por Obama”.

CONGRESO

Además de la elección presidencial, se renovaban todos los 435 escaños de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, de 100 miembros.

Si bien se mantuvo la conformación general de ambas cámaras, el predominio demócrata se amplió a 55 senadores, mientras la cómoda mayoría republicana se mantenía entre los Representantes. Cuando aún faltaban por confirmar 9 escaños, la ventaja republicana era de 233 a 193.

No obstante, un análisis más cuidadoso mostró algunos cambios en el escenario político: aunque el Senado permanecerá bajo control demócrata, decía un analista, “podría convertirse en una instancia legislativa más polarizada, puesto que habrá menos políticos moderados en las filas de los dos partidos”.

Por ejemplo, en Massachusetts, el triunfo de Elizabeth Warren, abogada y profesora de la escuela de Derecho de Harvard, experta en la deuda privada y defensora de establecer regulaciones a Wall Street y a los mercados financieros. Y en Texas, un estado fuertemente republicano, el escaño del senador Kay Bailey será ocupado por Ted Cruz, un miembro del movimiento ultraconservador Tea Party.

EUROPA

Con ambigüedad mira Europa el triunfo de Obama, en medio de la incertidumbre creada por una crisis financiera sin fin.

La reelección de Obama tendrá «una clara influencia en Europa» desde el punto de vista económico. «(Obama) ejerce presión para que Alemania aplique políticas de recuperación en lugar de austeridad”, estimó el catedrático de Ciencia Política y decano de la Universitat Pompeu Fabra, Joan Botella, en declaraciones al diario catalán La Vanguardia.

También, el ministro de Exteriores español, José Manuel García Margallo, estima que el triunfo de Obama es positivo para los intereses del Estado. En su opinión, Mitt Romney defendía «un modelo de austeridad a ultranza» que no beneficia a la economía europea.

Mientras Europa sigue aplicando a rajatabla políticas de austeridad que solo han agravado la depresión y el desempleo, Obama aplicó una política de estímulo fiscal que le ha dado mejores resultados. Empero, su gobierno se enfrenta al desafío de encarar un déficit fiscal que todos señalan como insostenible, aunque sugieren diferentes medidas para enfrentarlo.

El «precipicio fiscal» es hoy el reto más importante que aguarda la administración Obama a partir del 1 de enero, fecha en la que termina la prórroga de exenciones fiscales para la mayoría de estadounidenses y en el que deberían empezar a aplicarse recortes por $600 mil millones en gasto público fijados por el Congreso.

Si Obama y la oposición republicana no se ponen de acuerdo sobre el presupuesto, se estima que eso tendría “consecuencias desastrosas” para la economía mundial. Europa mira con preocupación esa posibilidad, así como parece dividida en su apreciación de la política de estímulo económico aplicado por Washington para enfrentar la crisis.

PENDIENTES

Finalmente, una lista de “pendientes” espera las decisiones de la segunda administración Obama. Entre ellas está la reforma impositiva. El presidente quiere aumentar la contribución al fisco de los que ganan más de $250 000 al año, cerrar las brechas legales por las que las grandes corporaciones evaden los tributos y bajar los impuestos de la clase media.

Para esto necesita negociar con la Cámara de Representantes controlada por los republicanos, que exigen mayores recortes en el gasto. «No podemos seguir gastando más de un trillón (un millón de millones) de dólares por encima de lo que nos entra», dijo a la BBC Frank Donatelli, exdirector político del gobierno de Ronald Reagan y subdirector del Comité Nacional Republicano. Pese a esto, Obama quiere mantener vigentes “programas vitales de asistencia social».

La reforma migratoria es también una promesa pendiente de su primer mandato, para tratar de normalizar el estatus de 11 millones de indocumentados

El tema de las relaciones con Cuba está también pendiente. Sobre eso, Wayne Smith, exdiplomático de la sección de intereses estadounidenses en La Habana durante el gobierno de Jimmy Carter, dijo a la BBC que es “muy posible el inicio de una normalización de las relaciones bajo un segundo gobierno de Obama”, una apuesta sobre un tema muchas veces anunciado y nunca alcanzado. De transformarse en realidad, tendría enormes repercusiones en las relaciones entre Washington y América Latina.

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