Dirigentes del campo mexicano pretenden que el gobierno del presidente Vicente Fox renegocie con Estados Unidos el capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercia de América del Norte (TLCAN); sin embargo, el ejecutivo se niega a tocar el tema.
En el agro mexicano, los campesinos en pie de lucha.
Mientras Estados Unidos se da el lujo de retrasar la entrada en vigencia de algunos acuerdos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), — como el que permitiría a los transportes de carga mexicanos entrar a las carreteras estadounidenses –, las organizaciones campesinas y el gobierno federal de México han abandonado el diálogo, debido a la negativa del presidente Vicente Fox a reabrir las negociaciones sobre el sector agrario.
Desde la entrada en vigencia del TLCAN (o NAFTA, por sus siglas en inglés) en 1994, el sector agropecuario mexicano ha sufrido un deterioro constante, que ha llevado a la miseria a la mayoría de los trabajadores del campo, que se han visto incapaces de competir con los productos estadounidenses.
Las diferencias tecnológicas, el grado de apoyo estatal a las actividades del campo y la ausencia de políticas claras de apoyo a los productores, han llevado a que el libre intercambio con el gran vecino del norte haya significado un suicidio para el tradicional y poco desarrollado sector agropecuario mexicano.
En las condiciones actuales, cultivar los productos que habían sustentado al campo ha dejado de ser rentable, por lo que multitud de campesinos ha emigrado a las ciudades y miles de hectáreas de tierra han quedado en el abandono.
RESISTENCIA EN AUMENTO
En los primeros días de enero, representantes de las organizaciones del agro se manifestaron delante del Ángel de la Independencia de la capital mexicana, en procura de que los medios de comunicación y los habitantes urbanos les escuchen.
Bajo la consigna «El campo no aguanta más», los productores agrícolas iniciaron un proceso de diálogo con el ejecutivo federal con miras a la eventual renegociación de los capítulos referentes a la agricultura del TLCAN.
Sin embargo, la semana pasada el presidente Vicente Fox descartó cualquier tipo de reformas al actual convenio comercial con los Estados Unidos y Canadá.
Según el mandatario, lo que México ha ganado con el tratado es mucho más de lo que ha perdido y eso queda demostrado con el actual superávit en la balanza comercial con sus vecinos del norte.
Fox admitió que uno de los sectores menos beneficiados con el acuerdo ha sido el campo; sin embargo, explicó que esta situación se debe a que el agro no es competitivo.
Para superar esta situación, ofreció apoyo a las organizaciones campesinas para desarrollar métodos de producción más eficientes.
Asimismo, rechazó cualquier cuestionamiento al TLCAN y dijo que este convenio es, desde todo punto de vista, un gran negocio para México.
Para agrupaciones como el Congreso Agrario Permanente (CAP), el movimiento «El Campo No Aguanta Más» y «El Barzón», los argumentos del mandatario son falaces.
Según los dirigentes de estos grupos, el campo ha sido abandonado por el Estado y sólo la reapertura de las negociaciones con Estados Unidos y Canadá sobre el tema agrícola podría darle un último respiro para lograr la competitividad que se pretende.
Los productores, — que siempre han declarado que no se oponen al Tratado, sino a la forma en que éste se negoció –, recordaron que el superávit al que Fox se refiere es posible gracias a la implantación de empresas extranjeras, principalmente estadounidenses, que producen en México debido al bajo costo de la mano de obra y de las materias primas.
Asimismo, recordaron que el gobierno de Washington se ha dado el lujo de incumplir o retrasar el cumplimiento de varios convenios contenidos en el TLCAN, como el que permitía la entrada a Estados Unidos de camiones mexicanos.
Tras la negativa de Fox a tocar ese tema, los campesinos amenazaron con radicalizar su movimiento de resistencia. Además, hicieron un llamado a otros sectores de la sociedad, como los universitarios, para que se unan a su lucha.
En una conferencia sobre el tema celebrada en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el investigador económico Armando Bartra expresó que si para el presidente Fox el TLCAN es un buen negocio, es porque él piensa «como gerente y no como presidente, lo que es consecuencia del modelo neoliberal».
En otras palabras, el mandatario omite la explosiva situación social que ha generado la miseria en el sector rural de la nación. El acuerdo comercial de Norteamérica no puede ser un buen negocio mientras los índices de pobreza sigan en aumento y los campesinos se vean forzados a abandonar sus tierras para buscar fortuna en las congestionadas ciudades como el Distrito Federal.
En la reunión de la UNAM, los líderes de las organizaciones campesinas anunciaron que adoptarán medidas de fuerza, como el bloqueo de los accesos terrestres entre Estados Unidos y México, así como el de puertos y aeropuertos.
Si el diálogo con el gobierno sigue estancado, las protestas irán en aumento y algunos dirigentes del agro ya vaticinaron que, para ellos, el modelo de resistencia por seguir es el del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Los zapatistas siempre han defendido a los productores rurales, especialmente en el sur de México. La vinculación de las organizaciones campesinas a este movimiento podría darle nuevos bríos, ahora que se encuentra relegado por una política de descrédito adoptada por la administración Fox.
El ejecutivo hace lo posible por restarle importancia a la movilización campesina; no obstante, muchos intelectuales del ámbito político coinciden con las organizaciones sobre el hecho de que el país negoció muy mal todo lo concerniente al campo dentro del TLCAN.
La situación del sector rural en México, — socio comercial privilegiado de Estados Unidos –, debería servir de ejemplo a la hora de que otros países, como los de Centroamérica, negocien su propio acuerdo comercial con el gigante del norte.
Las realidades del sector agrícola estadounidense, — con la más alta tecnología, subvencionado y protegido –, son muy distintas a las de ese mismo rubro en América Latina. Ante esta realidad, pretender que los productores latinoamericanos pueden competir con sus pares del norte, es una utopía.