Falta de diálogo impide sentarse a negociar.
Pese a la mediación de la delegación de la OEA, no se pudo lograr que las partes en pugna se sentaran a conversar. De izquierda a derecha, Arístides Royo, José Miguel Insulza, secretario general y Roberto Menéndez.
La situación política en Nicaragua es «muy grave» y podría desembocar en una crisis institucional, afirmó el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, al cabo de una visita de cuatro días a ese país, la semana pasada.
Las últimas horas del Secretario de la OEA en Managua fueron intensas. Los dirigentes políticos fueron y vinieron hasta el hotel donde se hospedaba, pero, pese a que el alto funcionario postergó por 24 horas su regreso a Washington, no fue posible sentar en la misma mesa al gobierno, a los sandinistas y a los liberales del expresidente Arnoldo Alemán.
Consultado sobre la gravedad de la coyuntura y si se la podía comparar con las de Bolivia o Ecuador, donde, en los últimos meses, alzamientos populares terminaron con los gobiernos elegidos, Insulza afirmó que «la situación no ha llegado a este grado de crisis, pero podría llegar si no nos sentamos a conversar y eso sería muy grave». «Esta sociedad no resiste una ruptura del diálogo democrático y América Latina tampoco, porque ya ha habido demasiados conflictos en los últimos meses», añadió Insulza.
El Secretario de la OEA expresó su sorpresa por el hecho de que algunos de sus interlocutores no mantengan diálogo alguno entre sí desde hace varios meses y recordó que las «crisis no se desencadenan de un día para otro, sino que siguen un curso. Si se dice que se está dispuesto a hablar, hay que hacerlo, y ojalá en los próximos días no ocurran cosas en dirección contraria», afirmó, poco antes de dejar Managua.
Espero que se pueda constituir la mesa de diálogo, pero «mi preocupación es que no ocurran nuevos hechos que hagan retroceder lo avanzado». «Los poderes están funcionando, pero no conversan uno con el otro. Esa es una de las mayores fuentes de conflicto. Nosotros tenemos un diálogo interrumpido entre esos poderes», reiteró.
Además advirtió que «hay muchas minas en el camino» y pidió a los actores que actúen con la prudencia necesaria para que el diálogo se pueda producir. «Hay una desconfianza mayor a la que existía hace dos meses; si dejamos pasar tiempo, se agravará. Evidentemente, esto puede desembocar en una crisis institucional».
Agregó que su intención era «dejar una preocupación» entre los nicaragüenses porque «hay motivos para preocuparse».
«Se necesitan pasos concretos que demuestren disposición al sacrificio y a la concesión. Ojalá no pasen cosas en estos días que hagan más difícil ese diálogo».
Esa fue la tónica de la conferencia de prensa de Insulza, en un esfuerzo por evitar que lo avanzado durante su visita retrocediera en los días siguientes.
Las reacciones no se hicieron esperar. Noé Ramírez, del Partido Liberal Constitucionalista (PLC), pidió al Presidente Enrique Bolaños incorporarse al diálogo, con el cardenal Miguel Obando como garante.
El sandinista Bayardo Arce dijo que estaba en disposición de seguir el diálogo en las mismas condiciones planteadas por el PLC. «La OEA podría enviar una persona a seguir facilitando el diálogo, pero, «a lo mejor, los tiempos no ayudan a eso», afirmó.
Por su parte, Ernesto Leal, Secretario de la presidencia, sugirió consultar las reformas constitucionales al pueblo mediante un referéndum. Esta consulta podría incluir también el tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Leal destacó que Insulza enviaría un representante especial al país para seguir las conversaciones. El Secretario General había señalado que pretendía seguir viniendo al país, «no para intervenir, sino para ayudar y apoyar, y traer la opinión de la comunidad interamericana. Podemos seguir haciendo un aporte y lo vamos a seguir haciendo».
PROTESTAS
El ambiente que se respira en Managua es de protestas populares, ante un conflicto que se reduce a una implacable lucha por espacios de poder.
Su origen fue la aprobación por el congreso, controlado por una mayoría conformada por sandinistas y arnoldistas, de un cambio tendiente amarrarle las manos al ejecutivo. Las reformas constitucionales y las leyes derivadas de esa reforma crean una Superintendencia de Servicios Públicos y tres vice superintendencias para telecomunicaciones, agua y energía, además de exigir aprobación parlamentaria en lo relativo a nombramientos de ministros, embajadores y ejecutivos de las instituciones estatales y autónomos.
El presidente Bolaños rechazó las reformas y los nombramientos hechos por la asamblea para ocupar los nuevos cargos. Pero estas encuentran también resistencia entre vastos sectores sociales que, la semana pasada, desfilaron por las calles de Managua, para oponerse al pacto entre Daniel Ortega y Alemán.
«La causa más profunda de esa crisis reside en el pacto Alemán-Ortega; ambos políticos han pervertido el concepto de entendimiento político para convertir las principales instituciones del país en instrumentos partidistas», señalaba un comunicado publicado en la prensa.
El problema de fondo de Nicaragua, había dicho Insulza, es que el ejecutivo camina por un lado y el legislativo por otro, provocando una confrontación institucional que impide crear espacios de concertación.
No sorprendió, entonces, que en sus cuatros días de estancia en la capital, no fuera posible reunir a los representantes de las partes en una mesa.
ELECCIONES
Una sensación de que desde hace mucho tiempo el país perdió el rumbo, se ha acentuado en Nicaragua. Desde el fin del régimen sandinista, hace ya 15 años, la oposición, junto con desmantelar las reformas realizadas, ha buscado cerrar las puertas a su eventual retorno al poder. Pero los propios sandinistas han facilitado la tarea a sus adversarios, en medio de escándalos por corrupción, errores políticos y la falta de un proyecto capaz de despertar el entusiasmo de los nicaragüenses.
La lucha política se reduce entonces a un descarnado intento por controlar las instituciones, aunque para eso se tenga que promover una alianza con sus principales enemigos políticos, encabezados por Alemán, quien permanece detenido en su casa, mientras surgen nuevas denuncias sobre corrupción y lavado de dinero en su contra.
En ese ambiente, todas las fuerzas se mueven de cara a las elecciones, previstas para noviembre del próximo año, pero que podrían ser adelantadas.
Los sandinistas, divididos, han expulsado del partido al exalcalde de Managua, Herty Lewites, el político con mayores índices de aceptación, según las últimas encuestas.
De ese modo, Lewites ha visto, por ahora, cerradas las puertas a sus aspiraciones, pero sigue exigiendo un espacio para su candidatura, dentro o fuera del sandinismo.
Del otro lado, el excanciller Eduardo Montealegre aspira también a lograr la candidatura liberal, que los sectores arnoldistas le han negado. Montealegre está empeñado en conformar una alianza que le cierre las puertas a un posible triunfo sandinista en las próximas elecciones, que podrían anticiparse, pues Bolaños respondió favorablemente una propuesta de Ortega en este sentido.