El pasado 13 de junio, el presidente Barack Obama dijo: “No vamos a enviar de EE.UU. tropas a combatir en Irak” y se comprometió a consultar con su equipo de seguridad nacional una “gama de opciones” para combatir al Estado Islámico. (Foto: DPA)
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció el pasado 10 de setiembre su nuevo plan para enfrentar las milicias del Estado Islámico (EI) en Siria e Irak, basado en una vasta coalición de más de 30 países.
“Si ustedes amenazan a los Estados Unidos, no encontrarán refugio en ninguna parte”, advirtió Obama a los miembros del EI en su intervención pública. No habrá, por lo menos por ahora, envío de nuevas tropas al Oriente Medio. La acción se suma a una ya larga lista de campañas militares norteamericanas en la región, ejecutadas por gobiernos anteriores.
El anuncio de Obama despertó los más variados comentarios. Una gran parte de ellos advirtiendo sobre las dificultades de la tarea de combatir las fuerzas del califato, que hoy controlan un amplio territorio en Siria y en Irak y que se mueven con comodidad en la frontera.John Judis escribió en New Republic que “una estrategia efectiva depende de que el objetivo pueda ser logrado con los recursos y los aliados que se tenga. Es dudoso que Obama tenga los medios para destruir el EI”.
En Irak, agregó, tal como lo señaló Obama, “el éxito dependerá de la habilidad del nuevo gobierno de unir a chiitas y sunitas (las dos grandes corrientes del islamismo). Esto no ha ocurrido aún, pero podría ocurrir», estimó Judis.
Durante el gobierno del derrocado Saddan Hussein −miembro de la minoría sunita de Irak−, se había logrado una forma de convivencia. Con el gobierno mayoritario chiita −en el poder después de la invasión norteamericana−, se multiplicaron las denuncias de sectarismo, que contribuyeron a empujar a los sunitas a la oposición armada, actualmente base del EI.
Para responder a la amenaza del EI en Irak, Estados Unidos necesita la cooperación de Irán, su principal enemigo, pero también el principal estado chiita en la región. Militares iraníes han estado cooperando con el gobierno chiita de Bagdad y apoyan también el gobierno de Bashar al-Assad en Siria, otro enemigo de Washington.
Para Judis, Siria es un caso “mucho más complicado”. La oposición siria está “profundamente dividida y algunos grupos mayoritarios, incluyendo el EI y el Frente Nusra, son todavía más hostiles a los intereses norteamericanos en la región que el gobierno de Assad”.
Patrick Cockburn señaló en TomDispatch que la política de Estados Unidos es apoyar al gobierno de Irak, pero no al de Siria en su guerra contra el EI. No obstante, ocurre que el gobierno sirio y las fuerzas kurdas −en el norte del país− son los que tienen la mayor capacidad de resistencia contra las milicias del califato, que controlan cerca de un tercio del territorio, “incluyendo la mayor parte de las instalaciones de producción de petróleo y gas”, según Cockburn.
“La principal razón por la que ese grupo se hizo tan fuerte en Irak es porque puede abastecerse de recursos y combatientes de Siria”, agregó.
“Los políticos iraquíes –asegura Cockburn– en los últimos dos años me han estado diciendo que el apoyo externo a la rebelión suní, en Siria, inevitablemente también desestabilizaría su país”.
Su conclusión es que “siguiendo esta política contradictoria en los dos países, Estados Unidos permitió que ISIS reforzara sus combatientes en Irak desde Siria y viceversa”.
ORIGEN
Lo que parece ser la aparición inesperada de un grupo extremadamente radical que, en poco tiempo, se transformó en una importante milicia armada, capaz de controlar ciudades y territorio, tiene diversas explicaciones, de acuerdo con analistas de la política del Medio Oriente. Entre ellas están las que hacen énfasis en el aspecto religioso y cultural, y las que enfatizan en la situación política.
Entre estas últimas está la explicación de Gregory Gause III, miembro del Brookings Doha Center. “En un sentido –afirma–, el EI es un fruto de la nueva Guerra Fría en Oriente Medio. La causa de la crisis regional es el fracaso de las autoridades estatales a la hora de controlar sus fronteras y territorios, de proporcionar servicios a sus poblaciones”.
“Este colapso de la autoridad estatal normal no sólo se ha producido en grandes franjas de Siria e Iraq, también está teniendo lugar en Líbano, Yemen, Libia y quizá, incluso, en algunas partes de Egipto. En ausencia del control del gobierno central, aparecen fuerzas locales para llenar los vacíos a partir de identidades sectarias, étnicas, tribales y regionales”, puntualizó.
En su opinión, “el Estado Islámico es diferente de esas otras entidades en un aspecto importante: no tiene un aliado, ni regional ni una gran potencia”.
Para Gause, la clave para entender la política del Medio Oriente sería una “Guerra Fría”, en la que Irán y Arabia Saudita desempeñan el papel principal y que él expone en un trabajo para el Brookings Doha Center, titulado “Beyond Sectarism: the new Middle East Cold War”.
Alastair Crooke, que se presenta como un exagente del servicio secreto británico y autor del libro Resistance: the essence of Islamic State, destaca que la élite de Arabia Saudita está dividida frente al EI. “Algunos aplauden que ISIS esté respondiendo al fuego chiita iraní con fuego sunita”.
En un artículo en el Huffington Post, Crooke destaca las raíces religiosas Wahhabistas del EI, las cuales dan sustento a la clase gobernante saudita. En su criterio, el aspecto decisivo es saber si su éxito inicial activará el gen inconformista en el reino saudí. “Si eso ocurriera –asegura–, el Golfo nunca será el mismo nuevamente”.
Cockburn sostiene una opinión parecida, al señalar que la “Guerra contra el terror” de Bush hijo fracasó por no haber apuntado nunca hacia el movimiento jihadista en Arabia Saudita y en Pakistán.
PLAN OBAMA
En ese contexto, el presidente Obama se enfrenta a una disyuntiva que se asemeja a las dificultades de lograr la cuadratura del círculo.
La guerra “hace extraños aliados, y los Estados Unidos han sido ciertamente promiscuos al elegir sus aliados en guerras pasadas”, recordó Jacob Siegel en The Daily Beast.
Obama provocó una “tempestad política” cuando afirmó, antes de anunciar su plan de combate al EI, que “no tenía una estrategia” para enfrentar la situación. Uno de sus problemas es cómo tener éxito sin el apoyo del presidente sirio Bashar al-Assad, lo que parece imposible si Washington sigue respaldando las milicias que pretenden derrocarlo, algunas de ellas más antinorteamericanas que el propio Assad.
Sin embargo, este no es el único desafío. George Friedman, analista y presidente de la empresa de inteligencia Stratfor, publicó el 9 de setiembre pasado, un artículo donde señala que el interés de Estados Unidos no es la estabilidad de la región, “sino la existencia de un balance de poder dinámico, en el que todos los participantes queden efectivamente paralizados”.
A su parecer, Estados Unidos no puede ganar un juego de pequeñas piezas de mosaico que está conformando en Siria e Irak. “Lo que Estados Unidos debería hacer –opina– es dejar que los poderes regionales compitan y se equilibren unos con otros”.
Turquía, Irán y Arabia Saudita tienen más intereses en la solución de esta crisis que Estados Unidos, por lo que le recomienda a Washington enfocarse, más que en el balance de poder entre Siria e Irak, en el balance entre esas tres potencias regionales.
Los bombardeos anunciados por Obama en su plan para la región no podrán derrotar al EI, asevera. Para Friedman, ellos son ya parte de la comunidad sunita en la región y solo esa comunidad podrá derrotarlos.
La dificultad es evidente y el analista señala otro riesgo: “que nuevas ramas del Estado Islámico surjan en otros países de Oriente Medio”.