Reforma de salud da ímpetu a ultraconservadores

La afirmación de que “ningún estadounidense debería ir a la bancarrota por enfermarse” puede parecer sorprendente, pero la realidad es que el sistema de

Los republicanos y demócratas conservadores critican al presidente Barack Obama, por “entregar al Estado” el control del sistema de salud.

La afirmación de que “ningún estadounidense debería ir a la bancarrota por enfermarse” puede parecer sorprendente, pero la realidad es que el sistema de salud de Estados Unidos lleva a la quiebra a miles de personas que, en caso de enfermarse gravemente, no cuentan con los recursos para sufragar los gastos de salud.

Sorprende saber que la mitad de las bancarrotas de ciudadanos en ese país son consecuencia de los montos impagables de sus gastos médicos.

La crisis provocada por el creciente desempleo, en un país donde el seguro de salud es parte de las prestaciones que las empresas ofrecen a sus empleados, ha llevado a casi 50 millones de estadounidenses a no contar con ninguna protección en caso de enfermarse.

Estudios divulgados muestran que un 40% de personas con enfermedades terminales mueren preocupadas, sin saber cómo sus familiares irán a pagar los gastos médicos derivados de su enfermedad.

Para enfrentar esta situación, el Presidente Barack Obama decidió presentar al Congreso una reforma al sistema de salud, que ha despertado una enorme agresividad de una oposición y rompió todos los límites del debate político. Se ha llegado, inclusive, a la amenaza de asesinarlo a él, a su mujer y a sus dos hijas.

DESESPERACIÓN

Sin embargo, no se trata de una propuesta nueva. Durante la campaña electoral, Obama había propuesto la creación de un sistema de seguro de salud nacional, similar a la que la hoy Secretaria de Estado y exsenadora, Hillary Clinton, había tratado de impulsar, sin éxito, desde el Congreso.
Estados Unidos es el único país desarrollado que carece de un sistema de salud público para atender a sus ciudadanos, como lo tienen Canadá o países de la Unión Europea.

Esto ha llevado a quienes carecen de seguro a un estado de verdadera desesperación, imposibilitados, a veces, de atender las necesidades más sencillas.

Esto se reveló la semana pasada, cuando un servicio gratuito itinerante, ofrecido con frecuencia en países del Tercer Mundo, hizo escala en Los Ángeles.

Miles de personas sin cobertura médica y, en su mayoría, desempleadas, viajaron centenares de kilómetros para ver a un odontólogo o simplemente conseguir unos lentes que no podían comprar.

NO FUNCIONA

El sistema de salud privado es uno de los más caros del mundo. El gasto en salud representa el 17% del PIB de los Estados Unidos y es el más alto del mundo, per cápita.

Cuesta dos billones de dólares anuales, recordó el presidente Obama, en un artículo publicado en The New York Times.

“Si no hacemos nada, diariamente unos 14 mil norteamericanos perderán su seguro médico, sumándose a los casi 50 millones que ya no lo tienen”, agregó Obama.

La propuesta del presidente es establecer un sistema administrado por el gobierno capaz de ofrecer servicios de salud a esa población.

Pero el proyecto ha despertado la furia de las compañías aseguradoras y farmacéuticas, que financian una campaña millonaria contra la iniciativa del presidente.

Como señaló el diario The Washington Post grandes empresas como la aseguradora MetLife o la tabacalera Philip Morris, y poderosas familias conservadoras, como la del millonario Ricard Mellon, financian algunas de las organizaciones privadas que promueven las protestas populares.

El sistema de salud vigente en Estados Unidos se estableció después de la II Guerra Mundial, cuando dos terceras partes del Congreso aprobaron la Taft-Harley Act, pese a la oposición del presidente Truman.

Esa ley estableció un sistema de cobertura en salud negociado en cada empresa, financiados con pólizas privadas, pagadas por trabajadores y empresas.

“Este sistema fue el resultado de la alianza política entre las grandes empresas de EEUU y las compañías de seguro”, afirmó Vincent Navarro, profesor de “Policy Studies” en la Universidad John Hopkins.

“Las primeras querían controlar a la fuerza del trabajo pues, cuando el trabajador pierde su puesto de trabajo pierde, no sólo su salario, sino también su cobertura de salud y la de su familia.

El impacto disciplinario de tal sistema es enorme. El trabajador se lo piensa dos veces antes de enfrentarse con el empresario”, señala.
Navarro destaca, sin embargo, que el apoyo empresarial a este sistema está cambiando.

El encarecimiento de las pólizas de seguro “hace que General Motors, por ejemplo, gaste en aseguramiento de salud para sus empleados más que en cualquier otro ‘input’ de la producción en automóviles (sea acero, neumáticos, o lo que sea). Por cada coche fabricado, General Motors destina $1.600 a tal capítulo, mientras que Toyota, en Japón, destina sólo 74”.

REACCIÓN CONSERVADORA

La reforma propuesta por Obama ha hecho resurgir en Estados Unidos una virulencia conservadora que parecía adormecida desde que presidentes extremadamente conservadores transformaron en política de Estado algunas de sus posiciones, sobre todo a partir del gobierno de Ronald Reagan (81-89).

“El debate sobre la reforma del sistema salud ha dado un nuevo ímpetu a los grupos ultraconservadores estadounidenses”, dijo la corresponsal del diario argentino Clarín en Washington, Ana Barón.

La lista de incidentes es impresionante, y los congresistas que han tratado de defender el punto de vista del gobierno se han enfrentado a la acción violenta de quienes se oponen.
 “Ayer apareció una esvástica pintada sobre el cartel de la entrada de la oficina de un diputado demócrata negro, David Scott, un fiel defensor de la reforma propuesta por Obama.

La Casa Blanca se mostró indignada. Se trata de ‘un acto de vandalismo que demuestra como los tonos del debate están ahora fuera de control’, afirmó el portavoz oficial, Robert Gibbs, dijo Barón.

Durante una gira que realizó la semana pasada para explicar su proyecto, Obama fue objeto directo de amenazas.

William Kostric, un reconocido miembro de estos movimientos extremistas, apareció en la localidad de Portsmouth, New Hampshire, con una pistola 9 mm a la vista y un cartel que decía:

“Ha llegado el momento de regar el árbol de la libertad…” El cartel no completaba la frase, de Jefferson, que concluye así: “…con la sangre de los tiranos y los patriotas”.

En Maryland, otro acudió a la cita con un mensaje escrito en un cartón: «Muerte a Obama, Michelle y a las dos niñas estúpidas».

El congresista demócrata de Texas Lloyd Doggett fue abucheado por una multitud enfurecida, el demócrata de Nueva York, Tim Bishop, tuvo que ser escoltado por la policía y el parlamentario de Carolina del Norte, Brad Miller, recibió amenazas de muerte por no convocar a una asamblea en su distrito.

“Al grito de ‘eutanasia’, ‘medicina socializada’, ‘toma de poder del Gobierno’ y ‘no, no, no’, los opositores han hecho prácticamente imposible el diálogo en las asambleas convocadas por los legisladores de cada estado para explicar el plan a sus electores”, señalan los medios en Washington.

El número de milicias de extrema derecha se multiplica, y si la reforma del sistema de salud las pone en evidencia, las causas de ese resurgimiento no pueden desvincularse de la crisis económica y política.

“Es solo cuestión de tiempo para que se encienda la chispa y veamos actos de violencia”, advirtió el agente especial de la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF), Bart McEntire”.

Para el  diario The Washington Post este debate apenas oculta otro, más profundo, sobre hasta dónde puede un gobierno inmiscuirse en la vida de los ciudadanos, cuyos orígenes remonta a la creación misma de la nación, pero cuyo sentido ha variado profundamente en más de 200 años de historia.

 

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