La frase de sorpresa con la que Roberto Zamora, un abogado costarricense, relató su visita a la Franja de Gaza, en Oriente Medio, se llena de actualidad en medio del renovado conflicto entre Palestina e Israel.
El relato, del cual se ofrece aquí un resumen, ayuda a entender lo que ocurre en Gaza, cómo viven sus ciudadanos, y las dimensiones y consecuencias del encierro que les impone Israel.RELATO DE UN VIAJE A GAZA
—Fui a finales de setiembre. Estuvimos seis días en Gaza, como parte de una delegación de la Asociación Internacional de Abogados Demócratas, integrada por 15 personas de diversas nacionalidades. Nos reunimos con organizaciones, partidos, y visitamos uno de los campos de refugiados.
Israel denegó la autorización para entrar a Gaza desde su territorio. Entonces tuvimos que entrar por Egipto cruzando la península de Sinaí, al sur de Gaza. Nada de lo que hubiera leído me habría preparado para esa experiencia.
Hay una franja de cinco metros en Rafah, que es tierra de nadie. Por ahí solo pueden entrar personas. Como parte de los acuerdos de Camp David, Israel impide el ingreso de bienes por ese paso, los cuales solo pueden entrar por los pasos controlados por Israel.
La ciudad de Gaza está como a 35 kilómetros (km) al norte de la entrada y a unos 7 km de la frontera con Israel, al norte. Tiene solo 40 km de largo por 18 km de ancho. Un verdadero laberinto de túneles desde Egipto permite abastecer Gaza de productos que uno no se imagina. No más entrando, a la distancia, en la frontera con Israel, en el aire, se observa un dirigible vigilando con equipo electrónico sofisticado, capaz de identificar hasta a las personas dentro del carro. Nuestro guía nos cuenta que yendo en una caravana, una vez, de repente el carro de adelante desapareció totalmente, destruido por un cohete lanzado desde Israel.
Gaza tiene 2.1 millones de habitantes, según nos dicen la Cruz Roja y otras organizaciones no gubernamentales locales. De esos, 1.4 millones viven en campos de refugiados. En un territorio que equivale al 1 % de Costa Rica vive casi la mitad de nuestra población. Es una de las regiones de mayor densidad demográfica del mundo.
En Gaza hay tres universidades, excelentes. Fui a dar una charla en la Universidad Islámica de Gaza. La calidad de los equipos no tenía nada que envidiar a una universidad de primer mundo. Estaban reconstruyendo la Facultad de Ingeniería de la Universidad. Pero en la ofensiva actual han vuelto a destruir este edificio, según me informaron.
Cuando reciben a la gente se pasan de espléndidos. Lo primero que nos decían al llegar era “Bienvenidos a Gaza”. Lo segundo era: “¿Qué están haciendo aquí?” Y, al final, nos decían: “Vayan a su país y cuenten lo que han visto”.
Lo que hace Israel, en mi opinión, es genocidio y holocausto. Ellos no atacan combatientes, matan civiles, destruyen las universidades, las granjas de gallinas, la planta de tratamiento de agua, lo cual ha generado una situación peligrosísima.
Los palestinos reconstruyeron la planta de agua y los israelíes no dejan que entre el cloro para tratar el agua. Gaza tiene solo un acuífero. Las agencias allí nos dicen que estará inutilizado y para el 2016 no habrá agua potable en Gaza.
Israel utiliza todo operativo militar para destruir las fuentes de vida. Impuso una zona de protección en la frontera este, donde está un tercio de la tierra cultivable de Gaza.
Los palestinos necesitan construir 30 escuelas en los próximos cinco años para atender las necesidades de la población, pero Israel limita la entrada de los materiales necesarios para la construcción. En los campamentos la gente vive en tiendas, en edificios en ruinas, en lo que quedó de edificios bombardeados, en total hacinamiento.
Los hospitales trabajan de manera limitadísima, por la misma razón: Israel no deja entrar los equipos necesarios, ni medicamentos esenciales.
Ministro del Interior israelí:
“El objetivo es enviar Gaza de vuelta a la Edad Media”
Ocho días de enfrentamientos entre Israel y los palestinos, en la Franja de Gaza, terminaron con un cese al fuego considerado precario por los observadores internacionales (y que contempla un poco claro compromiso de “aliviar” el bloqueo al que Israel tiene sometido a Gaza). Durante días, las partes en conflicto se culparon mutuamente del inicio de las hostilidades.
En un artículo publicado por la cadena catarí Al Jazeera, se citó al portavoz del Gobierno israelí, Mark Regev, quien pidió comprensión para la actitud israelí, al afirmar que “Yo le preguntaría a cualquier persona en el mundo: ¿qué harían Uds. si la población de su país fuera atacada día tras día?”.
Por su parte, el autor del artículo —al recordar que, en la operación “Plomo Fundido” de hace cuatro años, por cada israelí muerto murieron 400 palestinos y que estos están sometidos a un bloqueo ilegal por parte de Israel— dijo que a algunos habitantes del planeta les parecería más lógico que la pregunta la hiciera un palestino.
La frase que da título a este artículo (dicha por Eli Yishai, ministro del Interior israelí, líder del partido Shas, una facción religiosa radical) indica la intención de algunos y explica en parte la situación: “enviar a Gaza de vuelta a la Edad Media”.
El hijo del exprimer ministro Ariel Sharon, Gilad Sharon, propuso —en un artículo publicado en el Jerusalem Post y reproducido en diversos medios— «arrasar barrios enteros de Gaza. Arrasar Gaza entera… No debe haber electricidad en Gaza ni gasolina o vehículos moviéndose, nada. Entonces ellos realmente pedirían un cese del fuego”.
Israel argumenta que en el 2005 se retiró “por completo” de la Franja de Gaza y que, pese a sus esfuerzos por avanzar en los acuerdos de paz, Hamas (el partido gobernante en Gaza) “ha hecho todos los esfuerzos posibles por destruir dicho proceso”. Solo este año, afirman, casi 800 misiles han sido disparados desde dicha franja contra el sur de Israel, por lo que estima que está actuando en defensa de sus ciudadanos, al lanzar la última ofensiva, “Pilar de Defensa”, que se suspendió el miércoles de la semana pasada, con el alto al fuego acordado.
Richard Falk, relator especial de las Naciones Unidas sobre derechos humanos de los palestinos, en un artículo titulado “La última catástrofe en Gaza”, señaló que “más allá de la horrible violencia —que expone la total vulnerabilidad de todos aquellos que viven cautivos en Gaza, que es una de las comunidades más hacinadas y empobrecidas del planeta—, es una horrorosa estructura de abuso humano a la que la comunidad internacional continúa dando la espalda”.
A esto se suma la reciente revelación de un documento en el cual Israel hizo cuentas para mantener a la población de Gaza al borde del hambre con un cálculo cuidadoso de las calorías que necesitaban para eso (2.279 calorías diarias). En la práctica, esa política se tradujo en limitar el número de camiones diario que podían ingresar a Gaza con comida, de modo que los 400 que entraban diariamente antes del bloqueo se redujeron a 67.