Las múltiples protestas en Ucrania provocaron la caída del gobierno de Viktor Yanukovich, quien terminó asilado en Rusia. (www.justaplatform.com)
Zbigniew Brzezinski, exasesor de Seguridad Nacional del presidente estadounidense Jimmy Carter, afirmó: “Rusia, sin Ucrania, es un Estado nacional normal; pero Rusia, con Ucrania, es un imperio”.
Nacido en Polonia, Brzezinski conoce bien las históricas presiones sobre la vecina Ucrania, un país que es una especie de bisagra, que puede unir o separar a Rusia de Europa (ver mapa adjunto).
La frase de Brzezinski sirve de introducción al conflicto que la semana pasada culminó con la destitución del gobierno ucraniano, encabezado por Viktor Yanukovich, y que desató nuevas tensiones en el escenario internacional.
El pasado 26, al conocerse el nuevo gobierno ucraniano, los analistas señalaron que “el nuevo gobierno que asoma en Kiev, la capital, no contribuye al apaciguamiento”; además, destacaron que la situación internacional ofrece ya “claros indicios de enrarecimiento”, entre ellos una declaración de la OTAN sobre Ucrania, “rutinarias maniobras” militares rusas y presencia de la flota de Estados Unidos en el Mar Negro.
Arseni Yatseniuk —el favorito de Washington— asumió el cargo de primer ministro, el de viceprimer ministro Aleksandr Sych, proveniente del fascistoide partido Svoboda, que ha mantenido estrechas relaciones con el NPD (partido neonazi alemán); mientras, el cargo de vicesecretario del Consejo de Seguridad Nacional estará en manos de Dmitri Yarosh, líder del partido neonazi Pravy Sektor.
CRISIS
“Ucrania no está saliendo de una crisis, está entrando en ella”, es la opinión del periodista Rafael Poch en un artículo publicado en el diario La Vanguardia, de Barcelona.
Profundo conocedor de la región, Poch volvió para ver in situ los resultados de la revuelta. “El resultado de esta mezcla de revuelta popular y golpe de Estado –afirmó– es incierto y dibuja enormes peligros”.
No se trata sólo de la crisis política del propio país, como veremos más adelante. Una vieja historia resurge en Europa, en medio de recuerdos vinculados a las dos grandes guerras mundiales, es decir el control de Ucrania. Se trata de antiguas tensiones, cargadas de historia.
“Las apuestas son altas en Ucrania”, estimó George Friedman, analista de Stratfor. “Los rusos están involucrados en un juego que no pueden perder”.
El propio presidente Vladimir Putin ha señalado que Ucrania es fundamental para la seguridad rusa. Cabe recordar que, durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes tomaron Ucrania en el primer año de su ataque a la antigua URSS, la usaron como punto de partida para atacar Stalingrado y aprovecharon su rica producción agrícola. Ya en la Primera Guerra Mundial, los alemanes habían exigido a Rusia −entonces sumergida en una guerra civil− abandonar su control sobre Ucrania. “Los alemanes querían los alimentos que Ucrania producía y sabían que si lograban instalarse allí podrían amenazar Rusia permanentemente”, dijo Friedman.
Hoy la sensación de un retorno a la “Guerra Fría” ha sido tan clara que el secretario de Estado, John Kerry, salió a explicar la semana pasada que Ucrania no es un campo de batalla entre el este y el oeste. Por el contrario, agregó, lo que está ocurriendo allí debe ser visto como “los ucranianos escogiendo su futuro”. Una afirmación que sólo hizo confirmar la sospecha de que se trata, precisamente, de una delicada confrontación este-oeste.
Quizás por eso, Poch insiste en que “el pulso por Ucrania continúa. Se va a radicalizar y tiene un gran campo por delante. ¿Perderá Putin Ucrania? No sin pelear. En el Kremlin hay motivo para el vértigo, porque la línea del Dnieper es antesala de la propia Rusia. Un barril de pólvora en la puerta de casa”.
“Aquí –agregó– se está incubando el conflicto europeo más grave y peligroso desde el fin de la Guerra Fría”, incluyendo la tentación de la alianza militar occidental por parte de la OTAN de correr su frontera hasta territorio ruso.
DIVISIÓN INTERNA
El conflicto no surge, sin embargo, sólo de las tensiones internacionales que el control de Ucrania genera. En la solución de la crisis, se podría estar incubando otra mucho más grave: la posibilidad de la división del país. Poch insiste en que “el movimiento que acaba de tomar el poder representa sólo a una parte del país”.
La península de Crimea, al sur, “forma parte de las regiones del país que no están de acuerdo con lo ocurrido en la capital y que contienen un conflicto que puede llegar a ser muy peligroso”, dice Ievgen Kurmashov, experto del Instituto Gorshenin de Kiev.
Crimea, con sus sensibilidades culturales y políticas principalmente rusas —sin mencionar la flota rusa del mar Negro instalada en Sebastopol—, es la región donde más fácilmente se puede desatar una espiral que conduzca al regreso de las tropas rusas al país, recordó el diario inglés The Guardian. Si la Unión Europea pretende ayudar a Ucrania, y no empujarla aún más por el camino hacia el infierno, debería explorar avenidas de cooperación con Rusia, agrega la nota.
Lo cierto es que Ucrania oriental tiene lazos más estrechos con Rusia. La mayor parte de sus habitantes habla ruso como lengua materna y pertenecen a la iglesia ortodoxa rusa. La Ucrania occidental está más identificada con Europa. Ese sentimiento tiene, además, “una fuerte carga nacional independentista en la mitad de Ucrania, en aquellas partes del país que en el pasado pertenecieron a Polonia y al imperio austro-húngaro y que, a la hora de elegir entre sus dos poderosos vecinos, siempre eligieron a los occidentales”, recuerda Poch.
El nuevo gobierno nombrado en Kiev no va a contribuir a reducir esas tensiones, según los más diversos observadores. “La revuelta antioligárquica ucraniana puede tener base social en el conjunto del país, pero en su componente nacional antiruso la nación se divide”, considera Poch.
ECONOMÍA
El otro desafío por resolver es la difícil situación económica del país. Aleksandr Túrchikov, brazo derecho de la ex primera ministra Yulia Timoshenko, la describió como “catastrófica”. El Producto Interno Bruto (PIB), de $113.000 millones de dólares, es inferior al de 1992, con un extremo nivel de desigualdad en el reparto de la riqueza.
Para ilustrar el drama social ucraniano, se cita el hecho de que los precios al consumidor en el país son similares a los de Europa Central, mientras la pensión mínima es de $100 al mes y la media de unos $170.
Según el periodista ucraniano Aleksandr Karpets, “el principal problema está en las contradicciones que se acumularon en el país durante casi un cuarto de siglo (después de la disolución de la Unión Soviética): el saqueo de los bienes nacionales por parte de los nuevos ricos, fuerte aumento de la injusticia social, una enorme desigualdad económica y política y, como consecuencia de todo esto, una increíble descomposición moral de toda la sociedad que provocó una total corrupción desde abajo hacia arriba”.
Moscú, capital de Rusia, había aprobado un paquete de ayuda a Ucrania de $15.000 millones, que la ayudaría a pagar compromisos por $7000 millones el próximo año, además de una rebaja en el precio del gas equivalente a $2000 millones anuales. Pese a la incertidumbre política actual, el Primer Ministro ruso manifestó la intención de su país de respetar esos acuerdos.
En todo caso, ni la Unión Europea (UE) ni Estados Unidos parecen interesados en la posibilidad de comprometer grandes recursos en el país. La UE “está en un dilema. Dados los terribles problemas del sur de Europa, la idea de sumar al bloque un país tan débil y desorganizado como Ucrania es absurda”, estimó Friedman.
En todo caso, cualquier “ayuda” vendrá con un pesado paquete de condiciones, cuyos efectos son bien conocidos en países como Grecia, Portugal o España. Las medidas no contribuirían a estabilizar la volátil situación del país.