Ucrania: La participación de nazis en un Gobierno europeo podría ser una buena historia

Paramilitares, neonazis y reminiscencias de la Guerra Fría impulsan la escalada en el conflicto de Ucrania. (Foto: Agencia DPA)La situación de Ucrania parece lejos

Paramilitares, neonazis y reminiscencias de la Guerra Fría impulsan la escalada en el conflicto de Ucrania. (Foto: Agencia DPA)

La situación de Ucrania parece lejos aún de estabilizarse, pese al acuerdo a que llegaron Rusia, Estados Unidos, la Unión Europea y representantes del actual Gobierno interino del país, el pasado 17 de abril.

“Desde un punto de vista estrictamente noticioso, se podría pensar que la inclusión de nazis en un Gobierno europeo por primera vez, desde la Segunda Guerra Mundial, podría ser una buena historia”. La reflexión de Robert Parry, que escribe para Consortium News, se remite a la presencia de agrupaciones neonazis en el actual Gobierno provisional de Ucrania que, en su opinión, no está siendo tratada debidamente por los principales medios occidentales.

MILICIAS

El papel de las milicias neonazis fue anunciado la semana pasada por Andriy Parubiy, jefe del Consejo de Seguridad Nacional de Ucrania, que declaró en Twitter: “La Unidad de Reserva de la Guardia Nacional formada, Maidán voluntarios de autodefensa, fue enviada a la línea de frente esta mañana”, recordó Parry.
Parubiy –afirma– “es un neonazi bien conocido, que fundó el Partido Social-Nacional de Ucrania en 1991. El partido mezcló el nacionalismo radical ucraniano con símbolos neonazis. Parubiy también formó un grupo paramilitar asociado, los ‘Patriotas de Ucrania’ y defendió el otorgamiento del título de ‘Héroe de Ucrania’ al colaborador nazi en la II Guerra Mundial, Stepan Bandera, cuyas propias fuerzas paramilitares exterminaron miles de judíos y polacos, tratando de conformar una Ucrania racialmente pura”.
Las milicias neonazis, que contribuyeron a dar el golpe final al gobierno del entonces presidente Viktor Yanukovych, en febrero pasado, ahora integran la Guardia Nacional de Ucrania.
Después del derrocamiento del presidente Yanukovych, el 22 de febrero, la Unión Europea y Estados Unidos promovieron la rápida formación de un nuevo gobierno pensando que estos grupos podían quedar bajo su control. Según Parry, esta expectativa estaba basada en una opinión que minimizaba “la incómoda verdad de lo que pasó en Ucrania: los neonazis estaban en la línea de frente del golpe en Kiev, que derrocó al presidente electo Viktor Yanukovych, una realidad que el gobierno de los Estados Unidos y los medios de prensa han estado tratando permanentemente de ocultar”.

GUERRA FRÍA

La situación en Ucrania  no solo ha vuelto a poner encima de la mesa el debate sobre el resurgimiento de grupos neonazis en Europa y su creciente presencia en el escenario político y en los parlamentos, sino también ha resucitado el recuerdo de la “Guerra Fría”, que parecía haber terminado con la caída del muro de Berlín y el fin de la Unión Soviética hace ya un cuarto de siglo.
Pero no ha sido así. Steve Weissman, un veterano periodista y escritor de temas políticos, advierte contra los peligros de que, en torno a la crisis de Ucrania, un error de cálculo pueda llevar a una guerra nuclear, como se temió durante los 40 años de la Guerra Fría.
La resurrección de lo que Weissman llama “una vieja rivalidad que no ha muerto” quedó en evidencia con la propuesta del presidente emérito del prestigioso Consejo de Relaciones Internacionales (Council on Foreign Relations), Dr. Leslie Gelb.
Gelb propuso que Obama enviara “50 o 60 de los increíblemente potentes F-22s a Polonia, además de baterías Patriot, con su apropiado apoyo de tierra y protección. Los generales rusos y también Putin seguramente saben que los F-22s pueden aplastar la muy inferior  fuerza aérea rusa y así punir los ejércitos rusos por invadir la parte oriental de Ucrania o cualquier lugar en la región”.
“Experiodista del New York Times y alto funcionario de los departamentos de Estado y Defensa durante gobiernos demócratas, Gelb quiere también que Washington ayude a preparar los ucranianos para una guerra de guerrilla contra fuerzas invasoras rusas”.
En opinión de Weissman, el conflicto en Ucrania no se podría resolver mientras ese espíritu de la Guerra Fría envuelva el país. El pasado jueves 17 de abril, la Unión Europea, Estados Unidos, Rusia y el nuevo gobierno ucraniano, apoyado por Occidente, llegaron a un acuerdo para evitar una escalada de tensiones en el país.
Pero el acuerdo parece tener bases precarias. Para Weissman se trata de que los “foráneos” –Moscú, Washington y Bruselas– decidan finalmente “resolver los problemas de la Guerra Fría que continúan al  dividirlos”. Entre otras cosas, que la OTAN asegure que Ucrania nunca será un miembro de la organización.
Ese es un tema clave para los rusos, que conocen bien la importancia estratégica de Ucrania para cualquier ataque contra Moscú, y que no olvidan las complejas negociaciones para la retirada de las tropas soviéticas de Berlín hace 25 años y la incorporación de la entonces Alemania del este a la OTAN.

INESTABILIDAD

Por otro lado, la situación creada en Kiev, con el derrocamiento del muy impopular gobierno de Yanukovych, pero con la instalación de otro que no hubiese llegado al poder sin la conspiración promovida y apoyada por Occidente, ha generado una situación que está lejos de producir estabilidad en el país.
Parece que, al contrario de lo que sugiere Weissman, no basta con que las antiguas potencias resuelvan los temas aún pendientes de la Guerra Fría.
La prensa norteamericana, recuerda Parry, parcializada, ha puesto su mirada en los militantes antigobierno de Kiev en las áreas étnicas rusas del este de Ucrania, a los que atribuye hechos de violencia como la ocupación de edificios públicos, sin dejar de sugerir la presencia militar rusa en esos incidentes.
Pero otros –Parry cita a un corresponsal del Washington Post, Anthony Faiola, informando desde la ciudad de Donetsk– afirman que muchos ucranianos entrevistados atribuyen las manifestaciones al temor a las consecuencias de las duras medidas económicas impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), como parte de un plan de rescate de la economía del país.
“En el momento más peligroso y delicado, precisamente cuando disputa con Moscú los corazones y las mentes en el este del país, el pro occidental gobierno de Kiev es obligado a aplicar una terapia de choque de medidas económicas para acatar las demandas del plan de rescate de emergencia del FMI”, dijo Faiola.
Las consecuencias de esos planes son bien conocidas en toda Europa y han llevado a países como Grecia o Portugal a situaciones límites, con el fortalecimiento, especialmente en Grecia, de grupos neonazis, como “Amanecer Dorado”.
Pero la violencia no surge solo de esa inquietud. El pasado domingo cinco personas murieron en la ciudad de Slaviansk, donde se han estado produciendo enfrentamientos armados.
«Rusia está indignada con esta provocación, que muestra la poca voluntad de Kiev para desarmar a los nacionalistas y a los extremistas», afirmó un comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores rusos, que insistió en la necesidad de que «la parte ucraniana cumpla estrictamente las obligaciones que asumió para impedir una escalada de la situación en el sureste de Ucrania».
Pero la situación está lejos de desescalar. El pasado lunes, el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, llegó a Kiev “para respaldar a las autoridades ucranianas en su pulso con las milicias prorrusas del este de Ucrania”, según despacho de agencias internacionales, sin que se sepa aún si el acuerdo del pasado 17 de abril servirá para poner fin a la amenaza de una guerra civil y –aun peor– de un grave conflicto internacional en Ucrania.

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