II parte
10. El papelote azul (China, Tian Zhuangzhuang, 1993). Recorre la historia de la China maoísta desde la óptica de un niño y su familia, y se preocupa por la cotidianidad de las multitudes sin voz que sufren el autoritarismo. Un mérito adicional se signa en la frescura y la ostentación de detalles con las que se expone la riquísima cultura china. Se evidencia la saturación de la sociedad civil, propia de los gobiernos del llamado socialismo histórico; también los vastísimos atropellos de sus inquisiciones, obra de un poder carente de contrapeso. El papalote azul no puede alzar el vuelo; paralelamente, los personajes no pueden ser sujetos en una sociedad bajo un sistema represivo.
9. La Redota (Uruguay, César Charlone, 2009). Exhibe una magistral ambientación, aborda el proceso del Estado-nación en Uruguay (con extrapolaciones posibles para toda América Latina), destaca la genialidad política y la gran integridad moral del prócer José Gervasio Artigas; muestra también a los héroes anónimos y silenciados.
8. La vida es bella (Italia, Roberto Benigni, 1997). Clásico que narra acerca de las ingeniosas invenciones lúdicas de un padre para evitar que su hijo resulte afectado por los mayores crímenes de la historia: los de la Shoa. La cinta muestra el proceso histórico de forma integral, ilustrando sobre las primeras manifestaciones de la locura nazi-fascista; enfoca la espiral del antisemitismo desde sus inicios.
7. El regreso (Rusia, Andrei Zvyagintsev, 2003). Explora el tema del autoritarismo retomando el tópico del padre despótico, que, por supuesto, tiene aplicaciones para una sociedad harto asolada por tiranos. Los hijos se dividen entre la aceptación y la rebelión frente al despotismo. Tema ruso, pero también universal.
6. Sueños (Japón-Estados Unidos, Akira Kurosawa, 1990). Ejercicio magnánimo acerca de las categorías estéticas, fotografía y escenografía inmejorables. En la película danzan –a veces con máscara, a veces sin ella– distintos humores que conforman la existencia humana (por ejemplo, la culpa).
5. Roma, ciudad abierta (Italia, Roberto Rossellini, 1945). Obra del neorrealismo italiano. Con tino antihollywoodense, expone la tragedia de la tiranía nazi y aborda el poder de los opresores y la resistencia de las víctimas. Mérito extraestético: se inició en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
4. La naranja mecánica (Reino Unido, Stanley Kubrick, 1971). El tema de la violencia en la sociedad moderna, tratado de forma lúcida: ¿enfermedad sin cura? El centro nodal de la red es el ultraviolento Alex, mas comparte los hilos de dicho nodo con todos los demás: políticos, religiosos y científicos.
3. Los olvidados (México, Luis Buñuel, 1950). Lleva a repensar la conflictividad social y la marginalidad. Lejos de todo maniqueísmo, Buñuel muestra cómo la sociedad no se construye linealmente, sino que median caretas sociales dadoras de distintos papeles en ese teatro que es el mundo. Pasar de ser abyecto victimario a víctima es cosa de un tris, y en ello interviene que los sujetos asuman dichas máscaras: la clase no las impone.
2-Tiempos modernos (Estados Unidos, Charles Chaplin, 1936). Es un tratado sobre la frustración del hombre de la modernidad, ahogado en sus propios laberintos tecnológico-productivos.
1-El séptimo sello (Suecia, Ingmar Bergman, 1957). Película existencialista, quizás uno de sus mayores tratados artísticos. El tema universal del hombre frente a su inexorable destino, la muerte, se trata de forma accesible, pero sin omitir detalles del dilema. Se detalla cada elemento de una discusión de todos los tiempos, aunque ambientándola en la Edad Media (el hombre moderno, imbuido y atribulado por un eterno presente, cavila menos en tal asunto).