Vos, Eva, no te limitaste a lo reglamentado. Supiste de tu tiempo para salir de la pesadez del Edén, tu hogar destinado, más no por vos elegido o pensado. Este irte no lo lograste sin llevarte en la piel un peso, el precio de un castigo (m-p)aterno que te acompañará de por vida, y aun así… te fuiste… no sin culpa, no con ella.
Entendiste, sin más, que era el momento de consumir el fruto de tu propio conocimiento, de ese conocimiento que junto a todos lo demás saberes, para vos mujer esta-ba? Prohibido. Porque la prohibición no era/es otra más que el impedimento de conocerse a sí misma, eterno mandato de prohibición imperante. Limitante que, sin consentimiento, ni reparo limita-ba ese acercamiento con vos. Ese vivir acompañada de vos.Han dicho de ti: ¿a cuánto bienestar y seguridad renunciaste, pecadora? Pecadora sí, por no poder cumplir lo que se te ordenó, lo que se esperaba de vos… ni siquiera pudiste ser esa muda e insensible mujer y compañera de piernas muy unidas, casi casi cosidas.
¿Toda esa renuncia para atreverte a ser vos? Oh tonta, egoísta…que te preferiste a vos misma, antes que un seguro jardín y todo lo demás.
Hoy, Eva, reconozco la parte de vos en mí. No solo escribo de vos; hoy me disculpo por odiarte y con eso, odiar la parte de vos en mí. Esa parte que no se conforma con lo que se supone que le toca, que sabe irse y quedarse. Eso lo entiendo, quizás un poco tarde, pero es mi tiempo; hasta hoy entiendo, ya más crecida de sesos y no solo de senos, que en mí yace una Eva. No muerta, ni dormida, no en el fondo, anda conmigo y de mi mano. Una Eva pensante de sí, que camina y anda con ella misma, sabe hacerse compañía, va apropiándose de sus tiempos y no por esto es egoísta. Se va conociendo al vivir y sabe romper con lo que no va con su estilo de ser. Eva, que si tiene hambre de algún tipo de conocimiento, no teme escoger lo que le parece el mejor fruto y consumirlo, asumiendo el costo que esto puede representarle, en un jardín como en el que nos ha tocado y algunas se han permitido vivir.
Hasta hoy reconozco la presencia de una mujer como vos en mí… lo acepto, me confundí y no te hallé fácil en mí, en medio de tanta religión, mandatos y encerrado jardín al que me rehúso vivir.
Al andar y llegar a nuevos lugares, según cada paso que decido dar y los que no, veo la Eva en mí. Algunas veces sonrío, otras lloro. Pecadora seré si es el precio a pagar por salir del perfecto jardín sociocultural, al que me han querido destinar a vivir como mujer. Jardín que por más perfecto y lleno de flores que esté, no es el lugar que pienso y cultivo para mí. Atte: una mujer que lleva una Eva en sí…