No basta con pasarse la vida endeudado para andar en el mejor carro y vestir la ropa más fina, hay que verse bien en el ataúd e ir al cementerio en Mercedes Benz, sólo así la gente sabrá cuánta clase tiene el muerto.
Arreglos florales con orquídeas exóticas o rosas importadas en refrigeración…de setenta mil colones. Ataúdes tallados en madera de exportación o forrados en terciopelo apeluchado color celeste cielo… doscientos mil colones. Música de ambiente para todos los gustos, desde Beethoven hasta Pedro Fern*ndez… ochenta y cinco mil colones… Ir a la tumba «con clase»… No tiene precio.
Si al final de la vida, después de haber quemado combustible, desperdiciado agua y electricidad uno se decide por volver a la tierra en lugar de a las cenizas, tiene la posibilidad de ser un muerto ecológico. Por eso, uno de los últimos gritos en el negocio funerario son los ataúdes, lápidas y nichos con placas solares incorporadas, que durante el día recolectan energía solar, y por la noche la convierten en luz para iluminar el panteón. Este diseño es obra de una compañía funeraria austriaca y el modelo estándar cuesta 3.460 euros, pero es ideal para unos cementerios bonitos y ecológicos, muy a la moda.
Lápidas enchapadas en mármol italiano de la famosa cantera de Carara (la misma de donde Jiménez Deredia seleccionó el material para su escultura de San Marcelino Champagnat que adorna el exterior de la Basílica de San Pedro en el Vaticano), tumbas con vista al poniente, planes de muerte con descuentos especiales si uno se muere antes de los 60 años, constituyen la ilimitada oferta del negocio funerario costarricense. Pero todavía hay m*s…
¡MORADO HASTA LA MUERTE!
El deseo de ser saprissista hasta la muerte será una realidad para todos los fiebres que idolatran al equipo morado (ahora medio papaya), esto gracias a los ¡ataúdes del monstruo!
Una alianza entre el Deportivo Saprissa y Funeraria La Auxiliadora permitirá que quienes den el paso «al más allá» sean sepultados en un féretro morado y blanco, con el escudo del equipo en la tapa principal. Están confeccionados en madera de laurel y caobilla y tienen un costo de ¢380.000 con planes de financiamiento para comodidad de los aficionados. No cabe duda, si de morirse con clase se trata, los ticos, labriegos y sencillos, somos expertos.
MUERTOS RICOS Y MUERTOS POBRES
El mercadeo de todos los aspectos de la vida humana ha llegado a extremos impresionantes, el «baby shower», la primera comunión, las fiestas de quince años, los bailes de graduación hasta la fiesta de matrimonio, sostienen industrias de gigantes proporciones que ofrecen todo tipo de servicios «para esos momentos especiales». Pero sin lugar a duda, la comercialización de la muerte es el colmo de la sociedad del consumo que además reproduce los estereotipos de diferenciación de clase. Es decir, la brecha social es visible hasta en los camposantos, basta con visitar un cementerio local de cualquier cantón para darse cuenta que hay muertos ricos y muertos pobres.
INDUSTRIA MILLONARIA
En Costa Rica no existen datos oficiales de la ganancia anual de este sector del comercio, pero en España por ejemplo, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) estima, a partir de una media de 2.100 euros por cadáver, que las funerarias reciben aproximadamente 840 millones de euros cada año.
Si bien las empresas mortuorias son las protagonistas de la economía basada en la muerte, no son las únicas beneficiadas. Los medios de comunicación reciben exorbitantes dividendos a partir de la publicación de esquelas de defunción en radio, televisión y prensa escrita. Sólo en el periódico La Nación, se publican cada día de una a tres páginas de obituario con tarjetas de pésame para las familias del difunto. Cabe rescatar que entre más plata tenía el muerto, más grande el anuncio y más condolencias públicas recibe la familia.
El reciente despliegue mediático de la agonía y muerte del Papa Juan Pablo II, estoy segura generó millones de dólares y euros en ganancias para las cadenas de noticias internacionales como CNN y TVE, las cuales cubrieron el acontecimiento sin descanso durante cuatro días previos y varios póstumos al fallecimiento del líder religioso.
Este acontecimiento histórico es ejemplo claro de que la muerte vende y el deseo de inmortalidad de los seres humanos lo hace aún más. Por eso hay quienes invierten fortunas en celebrar el funeral más ostentoso y «descansar» bajo el zacate más verde con la mejor vista de las estrellas.
MEJOR DICHO… ¡CONSUMISMO HASTA LA MUERTE!
El modelo de desarrollo capitalista, que se nos impone sin opción a decidir si es conveniente, con sus principios de liberalismo económico, estimula la creatividad de los comerciantes a un grado tal, que vivimos en una sociedad tan consumista, que trasciende el lecho de muerte. Por lo tanto, millones de personas gastan su capital en ritos e instalaciones fúnebres de lujo, mientras otros cuantos miles de millones mueren indignamente por causa de la guerra, el hambre o el VIH/sida, sin derecho siquiera a una sepultura individual. El capitalismo y el comercio inescrupuloso que se deriva de él, reproducen la brecha social aún dos metros bajo tierra.
La comercialización de la muerte es el colmo de la sociedad de consumo, pero eso sí, el que tiene plata se va a la tumba con «clase» y el que no, nada más se murió.