“Academias de ciencias médicas”

Algunas “academias” de Ciencias Médicas son actualmente la sutileza más «académica» para confundir al público y atraer clientes

Algunas “academias” de Ciencias Médicas son actualmente la sutileza más «académica» para confundir al público y atraer clientes con una forma de propaganda subliminal, pero ante todo desleal con el resto de los especialistas en igual disciplina, que por razones personales no quieran pagar por estar en tales agrupaciones sociales.

En Costa Rica se es especialista en alguna rama de las Ciencias Médicas sí y solo si se ostentan las calidades de especialista que tan solo el colegio profesional respectivo, según la ley, tiene derecho a otorgar a quien llene determinados requisitos.

Las “academias”, por su parte, son grupos de profesionales que se reúnen y de mutuo propio hacen coloquio informalmente, bajo estatutos notariales, por ellos diseñados, como cualquier tertulia privada.

Pero algunas se publicitan como únicos especialistas en tal o cual disciplina. Esto, como decíamos, confunde al público, porque veladamente, y sin ser los mejores especialistas, ni mucho menos, se hacen pasar por tales en exacerbaciones de arrogancia grupal, cuyo único fin es atraer clientela a sus despachos; fin último que, por virtudes profesionales propias, como capacidad, estudio, trayectoria… probablemente no todos podrían satisfacer.

Aunque, indudablemente, en toda “academia” hay también profesionales respetables y de excelente trayectoria, se debe aclarar al público que la única nómina legal de especialistas en Ciencias Médicas es la que exhibe el colegio profesional respectivo y ninguna tal «academia».

La propaganda, de esta manera manejada, es arma de dos filos. Siempre hemos sabido que en Ciencias Médicas la mejor publicidad para el profesional es su ética, su trayectoria, el paciente satisfecho, o el colega referente, el estudio, la experiencia y otra serie de aspectos desligados de la pertenencia o no a reuniones o asociaciones de oportunidad que, especialmente en nuestro medio, no sirven más que para socializar, fijar precios de conveniencia de sus productos, o incluso para chismorrear; pero de académico solo tienen el nombre, bastante fanfarrón por cierto, y algo alejado de lo que fue la Academia Platónica, el Liceo Aristotélico o la actual Academia Sueca.

La propaganda que publican ciertas «academias» de salud en La Nación S.A. para confundir al público, señala, en forma desesperada, pero arrogante y sin ningún miramiento moral, casi literalmente, a cuáles profesionales debe usted acudir como paciente, porque son los únicos que saben de su problema. Eso, y nada más que eso, es lo que pretenden decirle al público.

Ciertamente, las profesiones médicas entraron en un tenebroso laberinto donde la oferta cada día es muy superior a la demanda; y esto afecta sus estatus económico-sociales; porque ya el médico no es aquel ilustre caballero, situado en la cúspide de la sociedad y con honorarios de lujo. Hoy, su abolengo, en general, es el de un respetable «hijo de vecino» que logró estudiar y vive asfixiado por la enorme competencia.

Pero decíamos que esas propagandas desleales son armas de dos filos, no solo porque denotan la necesidad apremiante de recibir clientes, sino porque cuando hacen el sacrificio de gastar millones en publicidad tan burda y tan mal intencionada, algo, además de la «bondad» de su producto, pareciera que se traen entre manos.

Ya los pueblos van comprendiendo que cuanto más fuerte y escandalosa sea la publicidad, más nocivo es el producto. Cuando tales tretas recaen sobre refrescos, hamburguesas, cigarrillos u otros venenos, se sabe que es comercio terrorista; pero lamentablemente allí todo se vale. Sin embargo, que un profesional deba recurrir a tales artimañas para atraer pacientes, es sospechoso, poco serio e inmoral para todo el gremio y para el público alerta.

Desgraciadamente, los colegios profesionales, que se deben a una ley de la República, y que debieran velar porque esos abusos no sucedan, son manejados por los mismos profesionales que los cometen.

La Ley de Colegios Profesionales no debiera desproteger al público de esa manera y en lugar de actuar como clubes privados, dispuestos a todo para garantizar el bienestar económico de sus agremiados, debieran ser simples oficinas que velen solamente porque los requisitos de los postulantes para estar dentro, como especialistas, se cumplan, y punto.

 

Ni la ciencia positiva,

ni la esencia del saber,

debieran pertenecer

a la ambición mercantil;

ni ser objeto servil

de grupillos con poder.

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