Que no haya confusión. No me refiero aquí al gerente del banco con un concepto distorsionado de sí mismo y de los demás que a costa de compañeros y subalternos -a quienes humilla- destaca y asciende vertiginosamente en la cadena de mando, ya que logra así colocar más plástico (tarjetas de crédito).
La empresa para la que trabajan: una pésima empresa. De hecho esa lleva ya el tercer “rescate” con dinero de los contribuyentes mientras en nuestro país sigue incentivando el crédito “ninja”.
Evidentemente empresa y gerente desprecian a “sus” trabajadores. Torpe o calculadamente –según se interprete- no visualizan al menos que en época de crisis financiera global apostar por el “experto” en la actividad perniciosa que ha propiciado esta crisis, el crédito sin capacidad de pago es por virtud del efecto bumerán una amenaza real que comprometerá su “éxito” sostenido sobre bases endebles. Que revisen el historial de la cartera, le pregunten a sus contadores y atiendan a sus respuestas sinceras.
Cierto que en esta sociedad egoísta la ganancia desmedida -disfrazada de eso que llaman productividad- y no el desempeño, viene a ser el “motor” que impulsa el “desarrollo” acaparador y destructivo. Caldo de cultivo que le favorecen. Pero quizá, aún como parte de la explotación el acoso laboral o “moobbing” es un fenómeno diferente. De dimensiones incalculables, ha de ser otro de los que acontece a la clase trabajadora. Se suma y se confunde con flexibilización y precarización laborales; asimismo, para la generalidad sociopolítica aporta a la pauperización y el entorno de la “flexiseguridad” social. Ha de ser tan antiguo como el trabajo. Situación dañina en la que todos perdemos.
Pierden empresas e instituciones comprometidas su productividad real y el desempeño por desmotivación, ausentismo y disminución de capacidades de sus trabajadores que enferman. Pierden la o las víctimas que llegan a sufrir trastornos emocionales y psicológicos graves que se perpetúan más allá en el tiempo o lugar de trabajo, para afectarles en todos los aspectos de su vida cotidiana. Pierde la sociedad como un todo porque del grupo de individuos que la componen, no se “aprovecha” sino que se “desecha” a personas valiosas que dejan de “producir”, mientras disminuidas mental y físicamente son expulsadas del “sistema”. Luego, deambulan por ahí entre ocio improductivo, incapacidades prolongadas, asistencia a los atiborrados servicios de salud y pensiones por invalidez. Muchas son personas jóvenes, competentes (no competitivas) y brillantes.
También llamado “psicoterror laboral”, consiste en la aplicación sutil de acciones por uno o varios agresores sobre una o varias víctimas. Es sostenido en el tiempo y sistemático.
En ese fenómeno de relaciones asimétricas de poder se combinan deficiencias de personalidad con serias limitaciones y carencias de hostigadores, quienes intentan “empequeñeciéndole” destruir a quien han “puesto la puntería”, para satisfacer un instinto perverso o eliminar una amenaza cierta o falsa a su estatus.
La meta del acosador no es que el acosado se vaya del trabajo aunque ese suele ser el resultado. En todo caso, si así ocurriese, que la o las víctimas terminan por irse, su insaciable necesidad trasladará las acciones a otras. Lamentablemente, entre el miedo, la ignorancia y falta de conciencia, esas víctimas que tomarán el relevo pueden estar entre los y las compañeras de trabajo quienes fueron reclutadas durante el proceso sufrido por otra u otras personas. Apoyaron al despiadado acosador legitimándole o por lo menos lo esquivaron viendo para otro lado mientras “escapaban” a la amenaza. Si en ello median relaciones jerárquicas, por las razones que sea que no son válidas ni ética ni jurídicamente hace mal y se convierte en cómplice la administración superior, cuando desestima o invisibiliza el hecho en favor del o la acosadora, “poniéndole la puntilla” a la persona acosada.
Volviendo a nuestro gerente de banco y su empresa, como el lucro y no la sociedad es su razón de “ser”, eso explica por qué en nuestro país gobernado con el enfoque político empresarial, en dos periodos gubernativos consecutivos no han visto la luz en la Asamblea Legislativa dos proyectos de ley sobre la materia.
En fin, acoso laboral en el trabajo es en nuestros días un tema obligado para la sociedad. Hoy que se hace notorio en el ICE donde la esposa del capataz ejerce, queda claro que lo es más aún para las organizaciones laborales, como es obligado que lo tengamos presente y claro, quienes atendemos la salud y los que administran justicia.