Al rescate de nuestros valores

Algunas frases son tan cotidianas como el gallopinto en muchos dirigentes públicos.  Afirmaciones como las siguientes: “estamos trabajando en eso”, “ya hemos conformado una

Algunas frases son tan cotidianas como el gallopinto en muchos dirigentes públicos.  Afirmaciones como las siguientes: “estamos trabajando en eso”, “ya hemos conformado una comisión”, “está en agenda”, y otras muchas eruditas afirmaciones como estas son parte del folclore administrativo público en nuestro medio.

Es maravilloso descubrir que algún dirigente público está “trabajando en eso”, justamente en el momento que se le pregunta. Pero, ¿cómo nos enteramos de que X dirigente está trabajando en eso? Gracias a algunos periodistas. Es innegable la labor que realizan muchos periodistas cuando sacan a la luz asuntos de interés público, relacionados con la excelsa mediocridad o la repugnante virtud de la ineficacia de algunos o algunas. El punto es que, justamente cuando algún periodista les interroga sobre algún asunto que no funciona bien y que debería funcionar, no bien, sino perfectamente bien, justamente en ese momento aparece Gasparín: “estamos trabajando en eso”, “ya hemos conformado una comisión”, “precisamente en esta semana”, “ya está en agenda…”.

Nuestra generación, que poco sabe de refranes populares, está en presencia de aquel genial e inmortal apotegma campesino “atolillo con el dedo”. Decían y dicen estas admirables personas: “nos están dando atolillo con el dedo”, cuando algún político o funcionario público no ejecuta o hace bien su trabajo.

Pero como cada vez hay que ser neo-algo, entonces hay que darle vida al atolillo. Así las cosas, nace el Neoatolillo. Estamos en presencia de un neoatolillo, pero fortificado; o bien, un atolillo transgénico. Este neoatolillo, genéticamente alterado, que lo toman en gran cantidad estos pésimos dirigentes, les ha permitido potenciar nuevos neurotransmisores y crear soluciones prácticas en cuestión de segundos: trabajamos en eso… Es fascinante cómo ciencia y cultura se unen para formar un funcionario creativo, dinámico, elocuente, poético, audaz, comprometido con la eficacia y la eficiencia y el desarrollo social de Costa Rica. Este es el advenimiento del neoatolillo: hombres y mujeres audaces que siempre están trabajando en eso, justamente en eso, pero sin resultados.

En una sociedad del espectáculo, y del aburrimiento, el inmediatismo es un narcótico que requiere cada vez de mayores dosis para su eficacia. Eso quiere decir que una noticia, un reportaje, son relevantes mientras mórbidamente saboreamos la angustia ajena, mientras contemplamos cómo esa cámara sigue frenética y jubilosamente aquella almita desdichada y una voz interroga inquisitorialmente por las cosas que no ha hecho y debió haber hecho. Pero una vez transcurrido el espectáculo olvidamos lo realmente importante: el problema social de fondo, gracias el meritorio esfuerzo de no hacer las cosas bien. Pero también con ello, se entierra el esfuerzo de algún comunicador que quiso informar y formar a la ciudadanía sobre los principales problemas sociales y su inoperancia para resolverlos de quienes tenían el deber de resolverlos.

Cada nuevo gobierno, por su parte, empieza trabajando en eso también. Pero, ¿qué es un gobierno? Nombramientos. Una piñata pública en la que muchos son llamados y pocos los elegidos. Un reciclaje profesional que marchita la oportunidad laboral de la juventud en nombre de la experiencia.

La mediocridad se disfraza de virtud porque hay personas poco inteligentes o muy ingenuas para advertir que la palabrería no es sinónimo de compromiso social y profesional. Lamentablemente el criterio que muchos y muchas tienen para medir el compromiso profesional es a través de su mundo emocional. Las afiliaciones emocionales nunca advierten la mediocridad, sino que la exaltan.

Generalmente se dice: “no es posible que estas cosas pasen…”. Más bien, tenemos que aprender de la realidad y decir: “sí es posible que pasen estas cosas, y peor…”. Vivimos inmersos en una cadena de responsabilidades. Asumir la pequeña porción de responsabilidad que nos toca, y asumirla bien, podría cambiar la dinámica profesional y la labor social. O bien, si nos toca una pizca de poder, asumir entonces esa responsabilidad y compromiso social y exigir responsabilidad profesional a las personas en sus acciones, medida en eficiencia, eficacia y transparencia. Planes estratégicos y sus correspondientes acciones es lo que necesitamos. Dejemos esa inutilidad emocional de equiparar palabrería barata con inteligencia, profundidad, y compromiso social y profesional.

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