La población Siria lleva dos años sufriendo bajo los atroces ataques de un régimen criminal. Durante todo este tiempo, más de 100.000 personas han sido masacradas por las tropas de Bashar Assad y por los combatientes en el bando opuesto. Después de que el pasado 21 de agosto un último bombardeo dejara un saldo de 1400 muertos, entre los cuales hay aparentes víctimas de armas químicas, los Estados Unidos, autoproclamados policías del mundo, se alistan para una guerra punitiva.
“Obscenidad” que “desafía todo sentido de la moral”. “No puede haber impunidad”. Las palabras de John Kerry anuncian la ya conocida justificación de la guerra en nombre de la misión de salvar. Con el eventual uso de armas químicas, les llegó la excusa perfecta. Los canales de noticias difunden non stop imágenes de las víctimas del bombardeo, con enfoques a sus caras en primer plano… ¿para que veamos qué, exactamente? Una vez más, la propaganda intervencionista sacrifica la dignidad de las víctimas en el altar de la justificación de la guerra.
Pero ¿qué creemos? Ya no estamos en los tiempos de Reagan, cuando los EE. UU. no tuvieron problema en que Saddam Hussein usara armas químicas contra la población kurda de su país. Hoy, en cambio, el Nóbel de la Paz, Barack Obama, solo actúa por la seguridad del mundo. Es cierto que durante su administración se han usado cada año más drones que durante todo el gobierno de George W. Bush. Es cierto, con el programa de espionaje Prism se han estado violando sistemáticamente las libertades individuales. De acuerdo, están dispuestos a intervenir sin el Consejo de Seguridad de la ONU, como en el 2003, con la última guerra en Irak. Pero no importa, son tiempos de cambio…
Esta, dicen, es una guerra moral, una guerra justa, de acuerdo con el principio de la ONU según el cual existe la “responsabilidad de proteger” a una población de un régimen opresor. ¿Por qué no intervenir entonces en todos los países donde la gente sufre por regímenes asesinos? Por otro lado, la “guerra justa” –si se está de acuerdo con esta idea— supone respetar otras condiciones: debe ser el último recurso, realizarse con la única intención de resguardar la paz y restablecer el derecho violado, efectuarse con autoridad legítima (la que da el Consejo de Seguridad de la ONU), y respetar el principio de proporcionalidad (no desencadenar un mal peor que el que se pretende combatir) .
¿Es una intervención armada lo que necesita Siria? ¿No puede la comunidad internacional tomar otras medidas, en vez de sembrar el caos con otro ataque militar? Lo más probable, lo más terrible, es que la desidia de la diplomacia internacional y el afán guerrerista estadounidense desemboquen, de nuevo, en una guerra que solo empeorará la condición de la población siria.
[1] Christian Mellon, “Guerre juste” in Dictionnaire de la violence. Paris: PUF, 2011.