Alabar, alabar que el mundo se va acabar

A finales del mes de mayo (2015) el papa Francisco hizo pública su encíclica “Alabado seas” (mi Señor) cuyo tema es el “cuidado de la

A finales del mes de mayo (2015) el papa Francisco hizo pública su encíclica “Alabado seas” (mi Señor) cuyo tema es el “cuidado de la casa común”, es decir la humana responsabilidad respecto del ambiente ‘natural’ (el planeta Tierra) y ‘social’. Se trata de un texto extenso, con 246 numerales, cuyo análisis básico no puede realizarse en un artículo de periódico. Sin embargo, desde América Latina y desde el carácter de sus religiosidades (interpeladas todas de diversas maneras por el cristianismo católico), es factible examinar en el terreno algunos de sus contenidos específicos.

Por ejemplo, la exposición mediante la cual el Papa ofrece la visión católica acerca de la unidad o articulación (divina) de todo lo que existe. El punto es central para captar la responsabilidad humana en el deterioro de lo que podría considerarse sus entornos: el ‘natural’ y el ‘sociocultural’. Francisco señala que si bien en el algún momento la iglesia católica (él escribe “los cristianos”, # 67) tradujo como voluntad divina el “sometimiento” de la Naturaleza y sus seres no-humanos al imperio humano, propiciando así una “explotación salvaje de la naturaleza”, esta no es hoy una “interpretación correcta de la Biblia”. La iglesia ahora estima que la lectura fiel del Génesis habla de una invitación a “labrar y cuidar” el jardín del mundo. Esto, porque la tierra es del Señor (o sea de Dios).

La idea papal implica aceptar que los latifundistas latinoamericanos (con su creación de minifundios destructores de personas, terrenos, bosques y aguas) nunca entendieron (ni entienden, ya que aún existen) el catolicismo y que las pastorales de la tierra de esta iglesia (donde las ha habido) fracasaron con ellos o con su ‘modernización’ bajo la forma de socios de las corporaciones agroindustriales o de políticos que se brincan la ley para facilitar depredadoras exploraciones y explotaciones mineras. Nada de esto sería católico o cristiano o querido por Dios. La Conferencia Episcopal de Costa Rica, y las de toda América Central, podría tomar nota. Quizás sería factible excomulgar a estos latifundistas, empresarios y políticos además de, si la legislación lo permite, declararlos delincuentes.

Por desgracia, Francisco no avanza en esta dirección. Por el contrario, recula anteponiendo el parágrafo 66 al ya mencionado 67. En el 66 explica cómo es que se producen estos latifundistas, empresarios y políticos (los minifundistas no cuentan tampoco aquí): “… la existencia humana se basa en tres relaciones fundamentales estrechamente conectadas: la relación con Dios, con el prójimo y con la tierra. Según la Biblia, las tres relaciones vitales se han roto, no sólo externamente, sino también dentro de nosotros. Esta ruptura es el pecado. La armonía entre el Creador, la humanidad y todo lo creado fue destruida por haber pretendido ocupar el lugar de Dios, negándonos a reconocernos como criaturas limitadas”. El pecado de soberbia por universal, iguala. Ya no existen latifundistas ni minifundistas, ni empresarios y obreros, ni jerarcas y gentes que no pueden cubrirse de la lluvia, sino “pecadores”.

Los latifundistas, etcétera, en cuanto ‘pecadores’, se confiesan, ojos hueros, se golpean el pecho, no restituyen nada ni se arrepienten y vuelta a la cosa niña hermosa. Si se es opulento-poderoso sale cómodo ser católico en América Latina. A los sin capa, en cambio, se les recuerda día a día que deben su existencia al amor de Dios: aguanta hijito en este valle tormentoso. Los sin capa tienen experiencia cierta de no ser divinidad ninguna.

La cuestión del pecado apunta a la libertad humana: las personas pueden elegir salvarse (vía la iglesia verdadera) o pecar. Son, en versión de Francisco, dueños de producirse o castos o lujuriosos en esta tierra. También aquí luce extraviada la pastoral católica. Algunos de los dichos más reiterados en América Latina son: “Es la voluntad de Dios”. “Dios lo quiso así”. “Palabra de Dios”. Los futbolistas oran antes de volar patadas o realizar jugadas exquisitas. Es Dios quien gana los torneos, no ellos. La destrucción del planeta y el entontecimiento generalizado de las gentes deberían resultar también de la voluntad de Dios. ¿O del pecado?

Aquí no se contesta esta pregunta. Lo que se sugiere es que el cristianismo católico, al menos en América Latina, es uno de los factores político-culturales que hace del mundo actual algo difícil, por rufián y suicida, de alabar. Por eso, tal vez, haya que alabar a Dios.

[delipress_optin id="134623"]

0 comments

Semanario Universidad