Recientemente, un artículo de Franz Vollenweider y Michael Kometer, ambos de la unidad de investigación en Neuropsicofarmacología y Neuroimagen de la Universidad de Zúrich, en Suiza, ha confirmado lo que los chamanes alrededor del mundo han sabido desde hace mucho tiempo: las plantas y los hongos alucinatorios, en efecto, poseen un potencial clínico incomparable en el tratamiento de algunos desórdenes psiquiátricos. Dicho trabajo (The neurobiology of psychedelic drugs: implications for the treatment of mood disorders) fue publicado en la prestigiosa revista Nature Reviews Neuroscience, en setiembre del año anterior. Esta investigación presenta evidencias que indican que los psicodélicos modulan los circuitos neurales que han sido implicados en trastornos afectivos y del humor, y que pueden reducir los síntomas clínicos de estos desórdenes. Lo anterior, debido principalmente a que los alucinógenos, mediante un incremento robusto en la actividad glutamatérgica del cerebro, aumentan la neuroplasticidad. Es decir, acrecientan la habilidad del cerebro para adaptarse a los cambios o funcionar de otro modo (en respuesta a la experiencia y el aprendizaje), modificando las rutas que conectan a las neuronas.
Los compuestos psicodélicos en conjunto con psicoterapia, argumentan los autores, podrían ser particularmente eficientes clínicamente en el tratamiento de la depresión grave, desórdenes de la ansiedad y el estrés, así como en el trastorno obsesivo compulsivo. Otros potenciales usos terapéuticos de dichas sustancias podrían ser en el tratamiento de afecciones de dolor crónico, y en casos de alcoholismo y drogadicción. No menos significativamente, Vollenweider et al. hacen hincapié en que las investigaciones científicas con estas notables sustancias podrían llevarnos al descubrimiento de nuevos mecanismos y aproximaciones terapéuticas, que estén basados en la neuroplasticidad.
Las bases ontológicas y funcionales del chamanismo han sido finalmente reivindicadas. Habiéndose prohibido después de promisorias investigaciones en los años 1950 y 60, el uso de los alucinógenos como catalizadores terapéuticos, está siendo ahora redescubierto en Harvard, John Hopkins, NYU, UCLA y otras prestigiosas escuelas de medicina en todo el mundo. En la UCR también estamos iniciando un proyecto, que investigará el efecto anti-ansiedad de los hongos alucinógenos. Diversos investigadores en estos y otros centros de gran excelencia académica, parecen converger en la noción de que los alucinógenos poseen un potencial salutogénico y correctivo substancial: de la máxima importancia investigativa y con importantes implicaciones para la ciencia y la humanidad. Pero los psicodélicos también nos proveen de algo más que eficaces medicinas para tratar algunas de las enfermedades más graves y debilitantes de la condición humana. Las investigaciones sobre los efectos de los alucinógenos están ayudándonos a comprender mejor las bases neurobiológicas de la conciencia y la religiosidad, de la esquizofrenia, la empatía y también de la creatividad. Una nueva era en el estudio de la mente humana ha sido inaugurada al restablecer a los alucinógenos como las poderosas psicotecnologías multifacéticas que son, esto, tanto en el ámbito heurístico y espiritual, como en lo terapéutico e investigativo.