Análisis FODA al capitalismo

La empresa privada, uno de los pilares del capitalismo, depende mucho de dicha herramienta para modificar y adaptar sus estrategias a los cambios constantes

El estudio y evaluación de las fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas de las empresas, de las instituciones públicas, de los modelos sociales y económicos (conocido como análisis FODA) es una herramienta prioritaria de la planificación estratégica, uno de los modelos clásicos para el cambio organizacional, dentro de la disciplina de la Administración  de Negocios.

La empresa privada, uno de los pilares del capitalismo, depende mucho de dicha herramienta para modificar y adaptar sus estrategias a los cambios constantes del entorno. Lo interesante es que hasta el mismo capitalismo (el sistema económico hegemónico del mundo contemporáneo a pesar de sus ciclos de expansión y recesión), puede ser sometido a un análisis FODA.

Empecemos con las debilidades del sistema.  Muchos economistas consideran que el capitalismo, a diferencia del socialismo, es un modelo con muy poco contenido ideológico y que, más bien, tiene sobradas características de pragmatismo, ya que sus fundamentos, tales como la propiedad privada de los medios de producción, la libertad de producir y de vender con el mínimo de restricciones por parte del Estado, el emprendedurismo y su recompensa material, son inherentes a la parte menos virtuosa de la naturaleza humana: la personalidad egoísta.

El fin último del capitalismo es la generación de riqueza y no su distribución equitativa. Los costos de tipo social, ético y ambiental que implica dicho enriquecimiento, nunca han sido considerados y atendidos en forma apropiada, máxime si tomamos en cuenta el valor infinito del ser humano por su carácter espiritual y de nuestra madre Tierra, único planeta apto para la vida en muchos años luz a la redonda.

La primera amenaza es el costo social. El Estado tiene la responsabilidad de distribuir la riqueza a través del gasto y de  la inversión social. Se requiere de una carga tributaria acorde con la realidad de cada nación y que sea en esencia progresiva y no regresiva, para que así, en principio, la inversión social per cápita sea la más alta posible. Sin embargo, para lograrlo se requiere de poderes ejecutivo y legislativo cuyos integrantes no estén ligados o comprometidos con la clase empresarial. Es algo común en las democracias, que los mandatarios sean empresarios y tengan compromisos adquiridos con otros empresarios que financiaron su campaña política, por lo que es muy difícil esperar que se comprometan a luchar por incrementar y mejorar la carga tributaria y la inversión social. Por el contrario, lo que hacen es exacerbar las bondades de la inversión extranjera directa para la creación de empleo y de riqueza, lo cual, hoy está comprobado que en la realidad latinoamericana, por ejemplo, es totalmente insuficiente.

El incremento de la carga tributaria se contrapone al afán de lucrar, de consumir, de ostentar y de derrochar de los dueños de los grandes medios de producción. Ellos consideran que el consumo y el empleo generado por sus empresas es más que suficiente y que han asumido grandes riesgos para llegar hasta donde están, y que por eso merecen un lugar en el primer mundo de sus respectivos países, aunque el costo de oportunidad sea en parte, miles o millones de personas que viven en la pobreza o en la miseria.

El principal responsable de que el costo social del capitalismo sea lo menos severo posible, es el Estado. Lamentablemente, el tejido de intereses y la interdependencia entre las clases política y empresarial (sin que el respectivo grado de conservadurismo de cada nación sea necesariamente un factor relevante), lo debilitan en extremo hasta el punto de convertirlo en un mero espectador. Otro elemento importante es la responsabilidad social de las empresas, pero esto merece un comentario aparte.

La segunda amenaza es el costo de tipo ético. Los padres de familia, los sistemas educativos y las diferentes religiones, tienen la responsabilidad de producir ciudadanos integrales, con principios éticos y espirituales reflejados en un estilo de vida austero y reflexivo, comprometidos con las virtudes y con el bienestar de sus congéneres, dotados de nociones sobre lo que es el ascetismo y el estoicismo, y no por el contrario, individuos unidimensionales y egoístas, engranajes de la maquinaria  capitalista, entregados por entero a su superación material y personal, dominados totalmente por los placeres y deseos de la personalidad.

Es evidente que si el capitalismo no tuviese un costo de tipo ético o moral, entonces nuestro mundo sería mucho más virtuoso, e inclusive, tampoco existiría un costo social o al menos sería mucho más pequeño de lo que ha sido hasta el día de hoy.

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