Más allá de lo que puedan creer los admiradores de la Corona Inglesa, el conflicto sobre el archipiélago de las Malvinas se inició a partir de un artero e infundado ataque que le arrebató a sus dueños una posesión legítima heredada del imperio español. Pero que cada uno crea lo que quiera. Sin embargo no podemos dejar de comentar y lamentar que alguien se atreva a escribir, y otro a publicar, un artículo sobre Las Islas Malvinas que, además de vulgar e injurioso, omite una serie de hechos con cierto grado de perversidad.
Parte I
Bajo el título «Las Islas Malvinas son Británicas» su autor (o prestador de nombre), depone sus opiniones echando mano a argumentos fáciles de rebatir; similares a los que se vienen difundiendo, desde el número 10 de Downing Street, por parte de los que se empeñan en mostrarnos una historia, pero al revés.
A todas luces la admiración del autor hacia el imperio británico es fantástica. Prueba de ello son las aseveraciones despreciativas que van desde decir, sic «Imagínense un mundo que hubiera sido gobernado por más de 2 siglos por un imperio español, un imperio ruso, alemán o un imperio japonés…», hasta que gracias a la «dama de hierro» cayó la dictadura argentina (??).
Señalará alguien tal vez que debemos ser más tolerantes y comprensivos, superar enojos y aceptar que cuando se practican genuflexiones ante imperios o «reinos terrenales» o se decide defender la codicia de los poderosos, enamorados del poder y la riqueza, no existen límites para la perversidad humana; se llega a cualquier cosa.
Los intentos de soterrar hechos del conflicto de las Malvinas no han producido buenos resultados, todo lo contrario. Han servido más bien para que, desde hace ya varias décadas, las Naciones Unidas venga solicitando a las partes que el conflicto de soberanía se resuelva por la vía del diálogo y la negociación. El Reino Unido, hasta la fecha, se ha negado a atender el insistente llamado del máximo organismo internacional. Argentina siempre ha contado con el apoyo internacional a sus reclamos de soberanía; que hoy se fortalecen gracias a acciones concretas de países de la región que han hecho suya la causa de Las Malvinas.
Ponerse a estas alturas a hablar de antecedentes históricos, omitiendo parte importantísima de los mismos, con el fin de justificar una determinada posición constituye no solo una falta de honestidad sino un acto reprochable, inadmisible y censurable. Las guerras entre las potencias europeas fueron en gran medida una historia de arrebatos, de unos otros, de las colonias ya establecidas. Las dos fracasadas invasiones inglesas de principios del siglo XIX para apoderarse de las posesiones españolas del Río de la Plata es parte de esa historia.
España se queda con las islas como resultado de acuerdos históricos, validados en 1771 por el propio Samuel Johnson (Dr. Johnson), la más distinguida figura de las letras de la historia inglesa. Con la Independencia, lo que era de España pasó a ser parte de los nuevos países y Las Malvinas consecuentemente de Argentina, que las ocupó con personal militar y con colonos. La usurpación británica de las Islas Malvinas se concretó el 3 de enero de 1833; los ingleses tomaron por la fuerza Puerto Soledad y expulsan a los argentinos.
Estos son los irrefutables hechos; antecedentes de una historia de justos reclamos de la parte despojada por un acto de violencia que algunos califican de simple piratería y, de prepotencia y soberbia imperial por la otra. Hechos y antecedentes que el autor del artículo de marras se los brinca de manera olímpica. Ignoramos, aunque dejamos insinuadas, las motivaciones que pudo este tener para deponer lo que suena a pura charlatanería.
Para terminar quisiéramos aclarar que fue el pueblo argentino, el que soportó una de las carnicerías humanas más horrendas de la historia latinoamericana, el que tumbó la dictadura genocida y no la baronesa Margaret Hilda Thatcher. Cabría preguntarse dónde estaba entonces ella y que hizo junto al “admirado reino”, y a los que hoy se presentan como paladines en la tutela de la democracia y los derechos humanos. O cuando las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo eran detenidas, torturadas y desaparecidas por reclamar sus hijos, vivos o muertos, o sus nietos, arrebatados de los brazos de madres moribundas.
Con seriedad, mesura y responsabilidad, y evitando superficialidades y obscenas descalificaciones, podemos seguir hablando de temas importantes vinculados a los legítimos reclamos de Argentina sobre las Islas Malvinas que con firmeza, por la vía política y diplomática, viene haciendo el gobierno argentino.